El 4 de noviembre de 1899 apareció el -tal vez- más polémico libro sobre psicología publicado hasta ahora, y a la vez una de las obras más conocidas del psicólogo austríaco Sigmund Freud «La Interpretación de los Sueños», que acabaría convirtiéndose en uno de los libros más influyentes de la Historia pese a la reticencia académica inicial, y que lo llevaría a convertirse en padre del psicoanálisis.
Con esta obra Freud redondeaba su teoría de análisis de los sueños, una puerta abierta para comprender el inconsciente, pero no tenía mucha confianza -y su editor tampoco- en que el libro tuviera mayor éxito y por eso la primera edición fue tan sólo de 600 ejemplares.
Después del gran éxito Freud revisó el libro al menos ocho veces, y en la tercera edición añadió una amplia sección que trataba del simbolismo de los sueños muy literalmente, a raíz de la influencia de Wilhelm Stekel, quien primero fue su «apóstol» (como se autodescribió) y después tuvo un fuerte desencuentro con Freud.
Freud, en su libro “La Interpretación de los Sueños”, anota que estos son manifestación del inconciente; de los deseos reprimidos del humano, un intento del inconsciente de resolver un problema que nuestro cerebro no deja pasar a la consciencia y que sólo se manifiesta de manera deformada en los sueños, por tanto, las imágenes que soñamos nos dan pistas sobre los conflictos internos y pueden ser una herramienta para el terapeuta. Pero además, los sueños, para Freud, se manifiestan por medio de una simbología de tipo sexual.
Hay sueños negativos de deseos, donde lo que aparece es el incumplimiento de un deseo. Para esto se dan varias explicaciones, entre las cuales está la satisfacción de una tendencia masoquista.
Según su teoría, la «censura» de los sueños producen una distorsión de su contenido. Así que lo que puede parecer ser un conjunto de imágenes soñados sin sentido puede, a través del análisis y del método «descifrador», ser demostrado ser un conjunto de ideas coherentes. Freud propone que al valor del análisis de los sueños se radica en la revelación de la actividad subconsciente de la mente.
Desde una perspectiva racionalista, los estudios de Freud señalaban aspectos marginales del ser humano, que la sociedad, en un principio, no estaba dispuesta a reconocer: la irracionalidad y el sexo. Es el inconsciente -apuntaba- quien gobierna nuestros pensamientos y nuestros actos.
En su libro, es célebre la cita «El yo no es el señor de su propia casa».
Freud antes de comenzar a escribir su libro, estudió diversas posturas sobre el análisis de los sueños, sobre todos los elaborados por filósofos y que tenían metodología, los cuales encuentra interesantes pero inadecuados; así el libro es tanto un autoconsciente intento de análisis literario, como un estudio psicológico. En ese texto describe una serie de sueños que ilustran su teoría, la mayoría de los cuales son suyos.
Su método es inaugurado con un análisis de su sueño La inyección de Irma.
Freud en «La Interpretación de los Sueños» también examina lo que más tarde se convertiría en la teoría del complejo de Edipo.
La inyección de Irma
Freud trató a una paciente de histeria, Irma, en el verano de 1895. Durante su tratamiento le propuso un método particular, que Irma tuvo reticencias para aceptar, el cual tuvo un éxito parcial, y que no se completó porque ella lo suspendió antes de completar la terapia. Después de algún tiempo, Freud habló con un colega que retomó el caso de Irma y le preguntó sobre su enfermedad. Freud fue informado de que Irma estaba “mejor, pero no en su totalidad”. Esa noche, Freud tuvo el sueño que ahora se conoce como “La inyección de Irma”, el cual describió así:
Un gran salón con numerosos invitados, entre ellos Irma. De inmediato, la lleva a un lado, como para reprocharle no haber aceptado su “solución”. Le dice: “Si sigues teniendo dolores, es realmente sólo culpa tuya”. Ella responde: “Si supiera el malestar que tengo ahora en la garganta, el estómago y el abdomen; prácticamente, me están ahogando”. Se la ve pálida e hinchada y piensa que, después de todo, se debe tratar de algún problema orgánico. La acerca a la ventana y mira su garganta, ella muestra signos de obstinación y de rechazo pero a continuación, abre la boca lo suficiente para que Freud pueda encontrar, a la derecha, una mancha blanca grande. De inmediato, llama a un colega que repite el examen y lo confirma indicando: “No hay duda de que es una infección, pero no importa, la toxina será eliminada. … no mucho antes, le he suministrado una inyección (ve ante sí la fórmula impresa en negrita) … y especula sobre la necesidad de no dar este tipo de inyecciones tan a la ligera y piensa que, además, la jeringa quizá no había estado lo suficientemente esterilizada.
Freud interpretó que Irma reunía las características de varias mujeres reticentes a su método psicoanalítico y reconoció su deseo de no sentirse culpable de los padecimientos de su ex paciente. Ese mismo deseo es el que lo lleva a culpar al colega, en el sueño, ya que él como psiquiatra, no podría ser responsable de una dolencia orgánica.
Freud interpretó, en la vida real, el comentario de su colega médico, como una crítica hacia su método terapéutico y el sueño deriva pues de la responsabilidad que sentía de los problemas de Irma. Por lo tanto, el contenido del sueño es la realización de un deseo.
Se omiten pues las conexiones aparentes entre los elementos del sueño manifiesto y las ideas derivadas de cada elemento por asociación libre, de acuerdo con el procedimiento y normas psicoanalíticas. De ese material se llega a los pensamientos oníricos latentes y a los complejos ocultos del paciente a través de asociaciones con síntomas y memorias… El verdadero significado del sueño, que reemplaza al contenido manifiesto, siempre es claramente inteligible.
A lo largo de su obra más conocida, La Interpretación de los Sueños, Freud utiliza sus propios sueños como ejemplos para demostrar su teoría sobre la psicología de los sueños. Freud distingue entre el contenido del sueño «manifiesto» o el sueño experimentado al nivel de la superficie, y los «pensamientos de sueño latentes», no conscientes que se expresan a través del lenguaje especial de los sueños.