La mariguana no debe considerarse como un medicamento porque no está aprobada por ninguna agencia regulatoria; tampoco es una sustancia inocua, pues sus daños al consumirla son similares a los que produce el tabaco o el alcohol, aunque eso no significa que sus compuestos no tengan aplicaciones farmacológicas, señaló la investigadora Silvia Lorenia Cruz Martín del Campo, especialista en neurobiología de las adicciones, del Departamento de Farmacología del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav).
Adicionalmente, reconoció que si bien en la literatura científica no se ha documentado ningún caso de muerte directamente asociada con el consumo de la droga, no debe considerarse que por ser “natural” resulta inocua.
“Tan natural es la sábila, el té de manzanilla o el THC, como el veneno de alacrán o el arsénico; el origen (natural o sintético) no determina nada respecto a las sustancias, sino su estructura química o su afinidad por diferentes centros en el cerebro”, expresó la investigadora.
Recordó que la planta contiene entre 500 y 700 compuestos activos, entre los cuales el más importante es el Delta 9 Tetrahidrocannabinol (THC), y en menor medida el canabidiol, que no está controlado en México.
Ambos compuestos, explicó, actúan sobre el sistema nervioso y el inmunitario, aunque sólo el primero tiene efectos psicoactivos. Asimismo, advirtió que si bien no se han registrado muertes directamente atribuibles al consumo de mariguana, es necesario valorar los efectos que produce al consumirla atendiendo al contenido de sus sustancias activas.
“El término mariguana medicinal es ambiguo, porque la droga se utiliza como un preparado de hojas, flores y resina para tener efectos psicoativos (alteración de estados mentales). No es igual mariguana que cannabis sativa, por lo que no debemos hablar de regular a toda planta, sino a compuestos específicos como el canabidiol o los cannabinoides”, expresó la investigadora.
Cruz Martín del Campo expuso que los efectos del consumo de la mariguana –que son más lentos pero duraderos cuando la planta se ingiere en brownies o pastelillos– deben valorarse en función de las proporciones de compuestos activos que contiene, entre otros factores como las dosis, lugar de cultivo, variedad de la planta, edad del consumidor, entre otros.
Comentó que si bien la exposición al cannabis sativa durante la adolescencia (en particular por los riesgos del THC) no es una causa directa para desarrollar esquizofrenia, sí puede facilitar que se manifieste este padecimiento neurológico.
“Favorece el inicio en personas con vulnerabilidad genética, inicia antes y empeora el pronóstico. Esto tenemos que decirlo, porque existen familias donde hay más riesgo de esquizofrenia. El riesgo de que se manifieste un trastorno de este estilo es del triple cuando hay una predisposición genética”.
Asimismo, subrayó que la corteza prefrontal se desarrolla por completo hasta los 21 años de edad, por lo cual el riesgo de adicción y daño cerebral para los jóvenes que consumen la droga es muy alto.
La experta en farmacología conductual recordó que el cannabis tiene prácticamente los mismos constituyentes que el tabaco, con la diferencia de que en vez de nicotina, contiene el THC, por lo cual al fumarla los efectos tóxicos son similares, ya que se dan por la misma vía.
Finalmente, la experta del Cinvestav sede sur mencionó que el canabidiol –que no es psicoactivo y bloquea un poco el efecto del THC– parece tener diversos efectos farmacológicos benéficos de tipo analgésico, antiinflamatorio y antineoplásico que ya son evaluados en estudios clínicos, pero están en sus fases iniciales.