Mientras que en 1990 cuatro de cada 100 niños tenían sobrepeso u obesidad, en 2012 ocho de cada 100 presentan tal situación. “En tan sólo 20 años se duplicó esta tendencia, y de no estabilizarse, para 2020 estaremos triplicándola”, advirtió Beatriz Salazar Vázquez, profesora del Departamento de Bioingeniería de la Universidad de California, San Diego.
La especialista participó en el Simposio sobre Obesidad que organizó la Universidad Veracruzana (UV) con la ponencia “La obesidad pediátrica. Un camino de fácil acceso y difícil regreso”, donde puntualizó que de 1990 a la fecha en México se ha duplicado el número de niños obesos.
Añadió que la prevalencia de obesidad en la población infantil varía en cada continente; en África, por ejemplo, es de cinco por ciento; por el contrario, en América la presencia es de 30 por ciento, “lo cual debería ser preocupante no sólo para quienes nos dedicamos a la salud, sino para el público en general”.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública, en la mayor parte de los estados de la República (incluido Veracruz), los niños escolares tienen alta prevalencia en obesidad, añadió la también investigadora de la Facultad de Medicina de la Universidad Juárez del Estado de Durango.
Entre las causas de que un infante sea obeso están las metabólicas, endócrinas, de herencia, ambientales, sedentarias, hábitos alimenticios inadecuados y de comportamientos.
En ese sentido, compartió los estudios que ha realizado con niños, con el afán de contribuir a erradicar la obesidad y el sobrepeso: “Nosotros estamos pensando que la solución a la obesidad no es correr, sino dejar de comer, y hemos propuesto un programa que se llama ‘Buenas costumbres por un futuro saludable’, que se está llevando a cabo en la ciudad de Durango, donde participan 52 niños con sus respectivas familias.”
El programa tiene que ver con indicaciones sobre la fisiología de la saciedad –sensación de estar satisfecho para que la persona deje de comer–; entre las recomendaciones están: beber agua antes de comenzar a comer, comer despacio (de preferencia utilizando un reloj de arena), no hablar y comer al mismo tiempo, no repetir porciones, no llenarse demasiado, no comer ni botanear entre comidas y evitar bebidas azucaradas.
El estudio de Salazar Vázquez inició en noviembre del año pasado y los niños –que usaron el reloj de arena– bajaron de peso en los primeros cuatro meses.
Finalmente, la conferencista apuntó: “El sobre preso y la obesidad son siempre problemas de salud física, psicológica y social. Lo que conviene es evitar que se desarrolle, enseñando a los niños hábitos recomendables de alimentación y ejercicio físico”.