La reapertura de la cueva de Altamira (Cantabria), tras doce años cerrada al público, no está exenta de polémica. Estudios científicos previos desaconsejaban esta opción; sin embargo, el patronato que custodia las pinturas rupestres quiere compartir este patrimonio cultural con la sociedad. Marián del Egido, nueva directora del Museo Nacional de Ciencia y tecnología (MUNCYT), ha sido la coordinadora del proyecto que desde el 26 de febrero permite la entrada de cinco personas a la cueva cada semana hasta el mes de agosto.

¿Cómo surgió la idea de reabrir la cueva de Altamira?

Fue consecuencia de un mandato del Patronato de Altamira en agosto de 2012. No es una iniciativa en el marco de una investigación científica. Se sale de este foco específico para abrir la conservación del patrimonio cultural a un ámbito más social y más moderno.

¿Cuál fue el papel que tuvieron los conservadores en el plan para hacer posible las visitas? 

Los conservadores del patrimonio cultural tenemos la responsabilidad de conservar, pero también de proveer a la sociedad de la capacidad de disfrutar de este patrimonio que es de todos. Teníamos la misión de hacer posible este difícil equilibrio.

¿Cómo se consigue ese equilibrio sin dañar las pinturas?

De lo que se trata es que no seamos solamente los investigadores los que podamos acceder. Vamos a reducir todo lo posible el impacto que producen las personas en las cuevas, minimizando el tiempo de los investigadores. Ese tiempo se lo ofrecemos a la sociedad. Altamira forma parte de nosotros. Es nuestro patrimonio, nuestra cultura. Sabemos que mucha gente no puede disfrutar de la cueva, por eso estamos testando un sistema transparente, aleatorio y social, que permite que solo cinco personas a la semana entren y lo vean. Esas semanas los investigadores no entramos, así que no se aumenta la carga de la cueva porque entre otra gente.

¿Han tenido en cuenta los estudios científicos que las desaconsejan?

En el pasado ha habido muchos investigadores que han contribuido al seguimiento y diagnóstico del estado de conservación de la cueva de Altamira. Empezaron en los años 70, y especialmente en los 80, cuando la Universidad de Cantabria hizo un magnífico trabajo liderado por el profesor Eugenio Villar; y después, a partir de los 90 y primera década del 2000,  se ha continuado con el trabajo del grupo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dirigidos por los investigadores Sergio Sánchez y Cesáreo Sáez. Todos ellos han proveído información científica que permite el seguimiento y una adecuada evaluación del estado de conservación. Tenemos todos estos estudios científicos como libros de cabecera.

¿Están implicados estos investigadores en el proyecto?

En particular a Sergio Sánchez y Cesáreo Sáez se les invitó a continuar en este programa. Por razones diversas no pudieron, pero se tienen muy presente sus enfoques y sus conclusiones.

¿Cómo se protege a la cueva de las visitas?

Los niveles de protección de la cueva frente a las personas, los trajes que se tienen que poner, así como el sistema de iluminación portátil, todo está ideado para que no se excedan los umbrales en las condiciones físico-químicas y biológicas.

¿Por qué cinco personas a la semana?

En este momento estamos intentando evaluar si una visita experimental, puntual y muy controlada es compatible con una adecuada conservación de la cueva y cuál es el efecto. Para determinar el número de visitas hemos tenido en cuenta tanto los estudios de los que hablaba anteriormente como las mediciones que hemos hecho nosotros desde el año 2002. En función de todos los resultados, se ha estimado que sean cinco y que dentro de la cueva estén 37 minutos, y solo 8 específicamente en la zona de los techos policromos, que es quizá una de las zonas más delicadas.

Me imagino que todos los miembros de este proyecto han entrado en la cueva. ¿Tienen las mismas limitaciones de tiempo?

Los tiempos y formas de trabajo en la cueva estás muy controlados. Entramos con un mono de protección, hemos establecido un tiempo limitado y, como además los sensores están midiendo parámetros físicos y químicos, así como medidas biológicas de evolución de poblaciones, tenemos un límite máximo que nunca sobrepasamos. Hay ciertos días en los que no entramos.

A partir de agosto, cuando pase esta fase experimental, ¿qué está programado hacer?

Tendremos que ver los resultados del impacto que se ha producido, pero cada dos meses el equipo investigador se reúne. Si en el próximo encuentro vemos que en algunos de los parámetros no existe una buena recuperación de la cueva, habrá que modificar las condiciones de la visita. En cualquier caso, todos los resultados se entregarán en agosto de 2014 al patronato que es el que decide si las visitas continúan o no, y cómo hacerlo.

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