Las hembras de oso pardo ahora cuidan a sus crías un año más de lo que lo hacían antes, para protegerlos de los cazadores. Lo habitual era que las madres cuidasen a los oseznos durante 1.5 año, pero ahora realizan esa tarea durante 2.5 años, sobre todo en las zonas donde los cazadores suponen una mayor amenaza, revela un estudio publicado en la revista Nature Communications, en el cual los investigadores analizaron datos de los últimos 20 años en especímenes de oso pardo (Usus arctos) en Suecia.
“Las leyes de caza protegen a las hembras y sus cachorros. Cuanto más tiempo cuidan las osas a sus crías, más tiempo están protegidos de los cazadores. Aunque signifique que se reproduzcan menos”, explica Joanie van de Walle, autora principal del trabajo e investigadora en la Universidad de Sherbrooke (Canadá).
Las hembras de esta especie de úrsido paren cada dos años —en el mejor de los casos— por lo que esta medida retrasaría la reproducción de la especie a cada tres años. Sin embargo, en las zonas donde la caza es intensa “el beneficio de cuidar a los oseznos durante más tiempo supera el coste de reproducirse menos veces”, confirma Van de Walle.
“Cuidar a los oseznos durante más tiempo supera el coste de reproducirse menos veces”, explica la investigadora
El número total de especímenes no debería verse afectado por este cambio de comportamiento. Pero sí se alterará la estructura de la población de osos, que se compondrá de más hembras reproductivas. Como consecuencia, “los machos y las hembras no reproductivas serán más vulnerables a los cazadores”, explica la investigadora.
Otras especies animales –como los peces y los jabalíes– aceleran sus ciclos de cría y aumentan el número de descendientes por evento reproductivo, para combatir el impacto de la caza intensiva. El hecho de que la regulación de la caza desacelere la reproducción de los osos se opone al patrón de otras especies europeas.
Referencia bibliográfica:
Van de Walle, Joanie et al.: “Hunting regulation favors slow life histories in a large carnivore”. Nature Communications, marzo de 2018. http://nature.com/articles/doi:10.1038/s41467-018-03506-3