El cultivo de perlas negras, segundo recurso económico de la Polinesia francesa después del turismo, se enfrenta desde el año 2000 a una crisis muy importante: exceso de producción, desplome de los precios, caída de una actividad que había dinamizado incluso numerosos atolones lejanos… Por todo ello, investigadores del IRD y sus socios(1) tratan de mantener y perpetuar el sector.

De manera particular, los científicos estudian desde 2008 el lago del atolón de Ahe, al norte de Tahití. Han llevado a cabo estudios sobre los recursos del plancton disponibles para alimentar a las ostras perlíferas y sobre la circulación de las aguas del lago.Sus trabajos ofrecen a los perlicultores las herramientas necesarias para que puedan tomar las decisiones más apropiadas y llevar a cabo una explotación sostenible del «tesoro de Tahití».

El cultivo de la perla negra es, hoy en día, después del turismo, la segunda actividad económica de la Polinesia francesa. Además, esta joven industria (2) experimentó una crisis muy importante a comienzos del año 2000. El precio del gramo de perla se ha ido desplomando a lo largo de los últimos 25 años desde los 100 dólares USA a menos de 5. Las causas son el exceso de producción y la desorganización de los circuitos comerciales. Actualmente, la perlicultura se encuentra en una fase de recuperación e intenta restablecer el equilibrio entre la oferta y la demanda. Las granjas de perlas dependen totalmente del ecosistema del «lago» y tienen un fuerte impacto sobre este. A la vez, deben afrontar otras dificultades.

Perpetuar el sector

¿Cuáles son las mejores condiciones de explotación para optimizar la capacidad y la calidad de la producción? La calidad y el calibre de una perla están directamente relacionados con la atención que le procuran los productores durante su ciclo de cultivo; no obstante, el medio ambiente en que se desarrolla su crianza es siempre un factor determinante. Para definir las condiciones óptimas de este cultivo en función del medio ambiente de cada lago, investigadores del IRD y sus socios(1) han desarrollado desde 2008 un vasto programa de investigaciones en el atolón de Ahe, situado  a 500 km al noreste de Tahití. El lago de Ahe cubre 145 km² y, en mayo de 2012, contaba con cerca de 80 concesiones perlícolas.

El lago de Ahe y la perlicultura

Con el objetivo de evaluar los recursos alimentarios disponibles para las ostras perlíferas del Pacífico Sur, llamadas Pinctada margaritifera, los investigadores estudiaron las variaciones en el lugar y en el tiempo de las comunidades planctónicas del lago durante un año, así como el aprovechamiento de estas por las ostras. Resultado: los moluscos retienen menos de un 1% de toda la producción primaria del lago, es decir, de su producción  de materia orgánica vegetal. que está constituida por un 80% de organismos de talla muy pequeña, inferior a dos micrometros, que las ostras asimilan mal. Además, consiguieron caracterizar la red trófica planctónica gracias al uso de técnicas nunca antes aplicadas en atolones y gracias a los numerosos socios integrados en el proyecto. Finalmente, este estudio y el modelo alcanzado de circulación de las aguas han permitido comprender de qué modo concreto las condiciones medioambientales influyen en la dispersión de las larvas nadadoras de las ostras y, por consiguiente, por qué algunas zonas del lago son más propicias que otras para la cosecha de los embriones de las ostras  jóvenes.

Una débil contaminación química

El impacto ecológico de la industria perlífera sigue siendo poco conocido. Miles de ostras  fueron introducidas artificialmente  en varios lagos. Esponjas, anémonas y otras especies invasivas epibiontes, (es decir, que viven sobre otros organismos, como las ostras), fueron importadas, aumentando con ello el riesgo sanitario de contaminación. Las poblaciones humanas que viven alrededor del lago  también  pueden contaminar el lago. Sin embargo los trabajos de los investigadores realizados en el atolón de Ahe no han puesto en evidencia ningún signo directo de contaminación química del medio ni de eutrofización (es decir, de proliferación de algas, a causa de una aportación excesiva de  materias nutritivas(3),  que haga disminuir significativamente el oxígeno de las aguas.

Los trabajos en el atolón de Ahe han permitido a los perlicultores conocer mejor el medio ambiente de este lago, lo que posibilitará a medio plazo mejorar, mediante nuevas técnicas, las prestaciones técnicas y económicas de la perlicultura en la Polinesia. 

Notas :

  1. Estos trabajos han sido realizados conjuntamente con la Dirección de Recursos Marinos de la Polinesia francesa, el IFREMER, la CNRS y las universidades de la Polinesia francesa, de Lille1, de Caen, de la Rochelle y de Aix-Marseille.
  2. En comparación con la industria de las perlas blancas y doradas de Asia y Australia, con más de 100 años de existencia, el cultivo de la perla negra, desarrollado a partir de los años 60, es relativamente reciente.
  3. Esencialmente, del fósforo y del nitrógeno originados por las actividades humanas.
  4. La Polinesia cuenta con 250.000 habitantes.

*¿Sabía que…?

Desde los 2 o 3 años, a las ostras perlíferas se les injerta una minúscula canica de nácar (extraída de la concha de bivalvos de agua dulce, el «nucleus»), y un trozo del abrigo interno de la misma ostra, (el «injerto»). Durante los siguientes 18 meses, alrededor del núcleo y a partir del nácar del injerto, se irá formando y crecerá una perla.

El nacimiento de la perlicultura :

El cultivo de la perla negra en la Polinesia francesa ha modificado profundamente los paisajes y el modo de vida de miles de habitantes en el archipiélago de las Tuamotu, dando trabajo a unas 7.000 personas(4). Hasta mediados del siglo XX, las ostras Pinctada margaritifera silvestres se recolectaban solamente por su nácar. En ocasiones, se descubría en ellas una perla natural. El primer injerto fue realizado en 1961. La primera explotación perlífera, en 1968. En las dos décadas siguientes, la actividad económica fue aumentando progresivamente, hasta que la perla negra consiguió el estatus de gema de gran calidad en el mercado mundial de la joyería. A finales de los 80, el archipiélago experimentó una avalancha de personas en pos de la perla negra. Fueron miles de polinesios, pero también de extranjeros, los que llegaron para trabajar en este recóndito lugar antes de que sufriera su declive en los inicios del siglo XXI.

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