Inmerso en su persistente nostalgia, Mané escucha música al estilo Piano Bar, recordando la época en que siendo joven e indocumentado esa música acompañaba su acercamiento a las chicas que le atraían. Nuestro personaje, siempre inclinado a dejarse llevar por asociaciones y yuxtaposiciones de ideas y sentimientos muchas veces contradictorios, se sorprende a sí mismo pensando que el salmón es un pez que nada contra la corriente y de subida. La melodía que ahora escucha es Mañana de carnaval.

            Dejándose llevar por sus divagaciones, Mané se considera afortunado pues –a pesar de la crisis económica- de vez en cuando en su casa se come salmón, en diversas preparaciones, incluyendo el guiso en salsa verde, salmón agridulce y otras variantes que su compañera idea para deleite de la familia.

            Una razón para tratar de incluir el salmón en la dieta familiar es que –le han dicho- éste es rico en aceite omega-3, el cual es recomendable para coadyuvar a mantener los lípidos y el colesterol en niveles que no pongan en riesgo la salud. Sin embargo, en los últimos tiempos ha crecido la preocupación por el peligro que puede suponer el consumo de salmón genéticamente modificado (SGM), al que podemos llamar simplemente salmón transgénico.

            Debido a que en la actualidad la ciencia y la tecnología se han orientado preponderantemente en función de su impacto en el acrecentamiento de las ganancias de las corporaciones transnacionales, y en general de la acumulación de capital, esas grandes empresas hacen pasar sus productos como inocuos y hasta benéficos (medicamentos, alimentos, etcétera), sin antes verificar que éstos en efecto no impliquen riesgo alguno para la salud o la vida humanas, ni para el entorno.

            Mientras escucha Cien años al piano (pasaste a mi lado, con gran indiferencia, tus ojos ni siquiera voltearon hacia mi…), en su mente aparece la imagen  de los vigorosos salmones saltando sobre las aguas, río arriba (y sin embargo sigues, unida a mi existencia…). Mané reflexiona sobre la forma en que se organiza, practica y orienta la actividad científica y tecnológica en el mundo contemporáneo. Él sabe que el quehacer científico no se da en el vacío, sino que se realiza en un contexto sociohistórico determinado, el cual influye en el uso que se haga de los productos tecnocientíficos, y también –consecuencia de las tensiones derivadas de los conflictos de clase- en la forma en que se acuñan los conocimientos, los métodos mismos con que éstos se obtienen, y  sabe que las interpretaciones que se hacen de esta actividad y sus resultados se encuentran impregnadas de ideología. Así, no es nada inocente afirmar que la ciencia, la forma en que se practica la investigación científica y las aplicaciones derivadas de este quehacer, son neutras, es decir que en sí mismo el conocimiento científico no responde a ideología alguna, sino que se produce en una especie de limbo.  Esta visión predominante, apoyada en el positivismo extremo que aún prevalece en los ámbitos académicos, resulta engañosa, o más bien funciona como una cubierta conveniente, por ejemplo, para que los riesgos que entraña el empleo y/o consumo de determinados productos no sean considerados en toda su dimensión, como en el caso de los organismos genéticamente modificados. Así, sucede que cuando se cuestiona, por ejemplo, el consumo de alimentos transgénicos, el aparato propagandístico manejado en gran escala por las empresas transnacionales, hace aparecer el debate como un asunto de opinión y no de conocimiento basado en evidencia, en datos duros, ajeno hasta donde se pueda de juicios valorativos. Y dice Mané que esto es así porque no existe práctica humana alguna que no esté sujeta a juicios de valor de diverso signo, ni a determinaciones políticas e ideológicas, en mayor o menor medida. Sin embargo, afirma nuestro personaje, el científico consecuente trata de deslindar las afirmaciones de hecho, de los juicios valorativos, esclareciendo para sí mismo cuáles son los valores e intereses que orientan su trabajo. (y sin embargo sigues, unida a mi existencia y si vivo cien años, cien años pienso en ti…)

-Por favor, Mané, no la hagas cardiaca y ya dinos cuáles son las pretensiones del salmón.

-Muy bien amigos, presten atención, responde Mané mientras escucha La Barca.

(Dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esa razón, porque yo seguiré siendo cautivo, de los caprichos de tu corazón…)

            Como ustedes saben, la mayoría de plantas y animales que el hombre ha cultivado y domesticado para aprovecharlos, son genéticamente diferentes de sus parientes silvestres, como resultado de ese proceso de domesticación, si podemos decirlo así. Este proceso se ha basado principalmente en la selección, por ejemplo, de granos y animales para obtener ciertas características favorables –y heredables- como serían la resistencia a plagas y parásitos o un mayor rendimiento. Estas diferencias entre individuos, en última instancia, obedecen a la diferencia entre sus genomas y a la forma como se expresan estas diferencias en el individuo.

            En la mayoría de los casos, la variación genética entre individuos surge de eventos azarosos, generalmente mutaciones, sobre los cuales no se tiene control. Estos cambios aleatorios en el genotipo, por lo común tienen efectos no favorables pero –con menor frecuencia- tales variaciones pueden conducir a fenotipos mejorados que entonces pueden incorporarse en programas de mejoramiento genético. Este tipo de manejo genético para introducir mejoras en la agricultura y la ganadería se ha  empleado desde hace miles de años, aun cuando es un proceso cuyos efectos ocurren con lentitud.

(Supiste esclarecer mis pensamientos, me diste la verdad que yo soñé, ahuyentaste de mi los sufrimientos, en la primera noche que te amé…)

-En este punto, amigos, tienen que considerarse las pretensiones del salmón GM, o más bien de la corporación denominada AquaBounty Technologies’AquAdvantage Atlantic, que produce un salmón único pues crece con gran rapidez y tiene mayor valor nutricional que el salmón no modificado, a partir de cambios específicos de su genoma incorporando genes de otras dos especies de  peces: uno para la producción de la hormona de crecimiento, y el otro para facilitar su expresión. Y es a este salmón así “producido” al que se llama salmón genéticamente modificado (GM), o salmón transgénico.

            Aunque en realidad, técnicamente hablando, todas las plantas y animales son transgénicos y todos los animales y plantas domesticados han sido genéticamente modificados.

            Aparentemente no hay nada inherentemente riesgoso en la intervención transgénica, comparada con los programas tradicionales de selección genética. Para algunos especialistas, estos dos procesos deben verse como complementarios, y afirman que cualquier evaluación científica de los organismos genéticamente modificados debe enfocarse en la seguridad que garantice el producto al consumirse y no cuestionar el procedimiento mismo. No hay razones a priori, dicen, para suponer que los salmones transgénicos producidos por AquAdvantage son más o menos perjudiciales para quienes los consumen, que los salmones cultivados por medios tradicionales.

(Hoy mi playa se viste de amargura, porque tu barca tiene que partir, a buscar otros mares de locura, cuida que no naufrague tu vivir…)

Sin embargo, dice el profesor Tillmann Benfey, de la Universidad de New Brunswick, que la aprobación para el consumo del salmón de AquAdvantage depende de que su consumo no implique riesgos para la salud del consumidor y de que no tenga efectos nocivos en el ambiente.

            A ritmo de Sabor a mi, en piano, Mané se inspira y se chuta las siguiente conclusión:

            El verdadero pex de este asunto es que no lo pensamos en términos de sistemas complejos; creemos que todo el asunto se refiere a los inocentes salmones genéticamente modificados, considerados aisladamente, y nos preguntamos si su consumo puede afectarnos de una manera inmediata y directa. Pero ese salmón forma parte de un sistema complejo cuyo devenir depende de la articulación e interacción entre sus partes, y éstas a su vez están determinadas por las propiedades del sistema en su conjunto. Y se sabe que los sistemas complejos tienden a comportarse en forma caótica en el sentido que pequeñas variaciones en alguna de sus partes pueden tener efectos impredecibles, y posiblemente de gran magnitud, en la totalidad del sistema.

            Y en el caso de los organismos genéticamente modificados (OGM) es precisamente esta la situación; a diferencia de los organismos manipulados genéticamente por los medios tradicionales, los OGM irrumpen bruscamente en el medio, en tanto que los otros son introducidos a un ritmo mas lento y esto marca también una diferencia. En opinión de Mané, los cambios a nivel genético de los organismos que se han dado en la historia evolutiva de los seres vivos y los cambios introducidos por la manipulación genética tradicional, por ser introducidos en el medio gradualmente se da el margen para que se vayan adaptando al medio, y éste se acomode a estos cambios. Ello no obstante, tómese en cuenta que en la evolución no todos los cambios genéticos han sido favorables a la especie o al medio y lo mismo puede decirse de los muchos fracasos de la manipulación genética tradicional.

            En el caso del salmón GM debemos admitir que no se sabe cual será su impacto en el medio ambiente, ni tampoco conocemos cual será su efecto en los consumidores, pues ignoramos, por ejemplo, si su ingestión podría provocar pequeños cambios acumulativos en el organismo que tal vez sólo se hagan patentes después de años; ni podemos asegurar que no puedan tener efectos que sean manifiestos hasta  la siguiente generación.

La introducción súbita de un organismo genéticamente modificado puede provocar efectos caóticos en el medio en que es introducido, efectos que por su misma naturaleza son impredecibles.

            Entonces lo que aplica, resume Mané, es un principio precautorio: si no conocemos con certeza los riesgos que implica el consumo de organismos transgénicos, y estos riesgos pueden traducirse –al menos hipotéticamente, con base a estudios de laboratorio- en daños graves e irreversibles para los individuos o para el medio, es mejor abstenerse de su producción hasta no conocer más sobre estos efectos.

             Por otro lado, también habrá que incluir consideraciones éticas para regular en forma democrática el desarrollo de la ciencia y la tecnología aplicando tal vez principios como el de la justa proporción, una de cuyas versiones sostiene que no todo lo que sea posible hacer –técnicamente hablando- es deseable o necesario hacer. Mucho menos si esa posibilidad técnica está fundida con intereses particulares y con fines destructivos, pues en el fondo las pretensiones del salmón AquAdvantage se reducen sencillamente al incremento de las ganancias de la empresa al costo que sea; pero decirlo así es redundante: la empresa capitalista, el capitalismo en fin, solamente puede sobrevivir y reproducirse a costa de la destrucción y devastación de la naturaleza, y de la vida misma. Pero esto es ya  sabido desde hace casi siglo y medio.

            Mientras escucha al piano la melodía Cómo han pasado los años, Mané, sumido en su crónica tristeza,  piensa en sus niveles de colesterol, imagina los salmones avanzando con vigor río arriba, recuerda que la vida es corta y, con ánimo goloso, pide amablemente a su compañera que prepare para la comida –si hay con qué- salmón en pipián, aunque sea transgénico pues parece que no hay de otro.

(Cómo han pasado los años, que mundo tan diferente, y aquí estamos frente a frente, como dos adolescentes, que se miran sin hablar…)

(Este texto fue elaborado a partir de información obtenida de: Tillmann Benfey: On the potential benefits and risks of genetically modified fish entering the marketplace. http://www.thescientist.com//?articles.view/articleNo/40086/title/Opinion–Sizing-Up-GM-Salmon)

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