Los biocombustibles no son la solución al problema energético del país, porque la producción requerida a partir de alimentos –maíz, trigo, caña de azúcar y semillas oleaginosas– ni siquiera alcanzaría a cubrir el 10 por ciento del consumo actual de gasolina –784 mil barriles diarios–, aseveró el doctor José Ricardo Gómez Romero, Profesor Distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Al participar en la mesa redonda Biocombustibles: ¿solución o problema? del II Simposium en Nanotecnología y Calidad Ambiental, realizada en la Unidad Azcapotzalco, Gómez Romero, Premio Nacional de Ciencias y Artes,se manifestó por “la búsqueda de alternativas que resulten más viables”.
En ese sentido consideró necesario reorientar la investigación energética, pero en un caso extremo su apuesta “se inclinaría por la energía atómica”, porque “los biocombustibles contaminan, producen dióxido de carbono; por lo tanto, no se resuelve problema alguno, ni en cantidad, ni en calidad”.
La energía más sustentable y limpia hasta hoy conocida, sostuvo, es la atómica, pero su desarrollo, en el caso de México, “se frenó ante los temores que provoca –entre ciertos sectores– su posible peligrosidad, lo cual sin duda es un tema polémico que debiera discutirse por los especialistas”.
El investigador adscrito al Departamento de Química de la Unidad Iztapalapa expuso que la producción obedece a fines políticos; es el caso de Brasil, una nación que carece de petróleo y carbón, pero con una importante producción agrícola y forestal, cuyo tratamiento químico les permitió transformarla en su fuente de energía.
El doctor Joaquín Pérez-Pariente descalificó la producción de agrocombustibles porque “significa cultivar campos para dedicarlos a quemarlos en los autos”, además de que “representa la pérdida de grandes extensiones de tierras fértiles, terrenos que a escala global serán cada vez más escasos para destinarlos al cultivo de alimentos”.
El director del Instituto de Catálisis y Petróleo Químico del Consejo de Investigación Científica de España expuso que es urgente ponderar “el criterio social que dicta emplear los cultivos para la alimentación humana”.
Desaprobó las razones técnicas y ambientales argumentadas por algunos especialistas debido a que “es falso que no contaminen, pues muchos estudios publicados en revistas de investigación sobre el tema, determinan que su producción genera más dióxido de carbono que si usamos un combustible fósil”.
El doctor Jorge Arturo Aburto Anell definió su postura respecto al tema en el sentido de que “será sólo un apoyo en el uso de combustibles automotores, porque la producción de biomasa es insuficiente”.
El jefe de proyectos del Instituto Mexicano del Petróleo dijo que las investigaciones para determinar los tipos de materiales biológicos disponibles en México –maíz, caña de azúcar y oleaginosas– para producir etanol y biodisel iniciaron en el 2006, determinándose su escasez de abasto para la generación de biomasa.
Ante ese adverso panorama se estudian biocombustibles de segunda generación –compuestos a partir de lignocelulósica y que no compiten con la utilización de suelos agrícolas: paja, hierbas, tallos, caña, raíces y madera, entre otros– para ofrecer una solución práctica a retos tecnológicos y científicos.
Los acuerdos establecidos con diversos centros de investigación pretenden ofrecer a las empresas privadas soluciones tecnológicas para participar en la producción de los combustibles –etanol y biodisel– a fin de que sean ofertantes del producto para Petróleos Mexicanos.