El contraste en cuanto a formación desde la niñez, el entorno familiar y experiencias profesionales, fueron los renglones elementales abordados durante la entrevista realizada por Silvia Lemus a los cineastas Alejandro González Iñárritu y Rodrigo García Barcha, durante la Cátedra Interamericana “Carlos Fuentes” efectuada en las instalaciones de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI).
Ambos directores fueron condecorados con el premio a la creatividad “Carlos Fuentes” y aunque García Barcha no pudo asistir a recibir la medalla correspondiente, sí estuvo presente gracias a una entrevista que le realizó la propia Lemus.
Así, las vivencias de Iñárritu, expresadas en vivo, se compaginaron con fragmentos de la grabación, y los asistentes escucharon las diferencias y coincidencias que existen entre ellos.
Mientras la infancia del hijo de Gabriel García Márquez transcurrió en medio de notables personajes de los contextos cultural y político, en González Iñárritu la máxima preocupación de su padre fue conseguir los recursos monetarios para solventar las necesidades de la familia.
“Los amigos de mis padres fueron Cortázar, Buñuel, Neruda, Fuentes. Una infancia muy de clase media en ciudades como México o Barcelona, privilegiada pero no de jet set”, mencionó García Barcha.
En cambio, Alejandro nació en la Colonia Narvarte de la Ciudad de México y la mayoría de los visitantes a casa fueron los acreedores. Lejos de la tranquilidad financiera, para satisfacer la curiosidad por los viajes a los 17 años de edad se embarcó en un buque carguero para trabajar como limpiapisos en Veracruz.
Mientras Alejandro fue el menor de cinco hermanos, “el más feo y prieto”, Rodrigo y su hermano suplicaban por la compañía de una hermanita. En casa de este último, las frases sentenciosas procedentes de Gabriel García Márquez le marcaron de por vida y todos leían. Eran los tiempos en que la televisión no registraba una presencia tan contundente.
Otro renglón destacado en la entrevista fue la experiencia con los libretistas. “Mis experiencias, en cuanto a colaboradores para las historias, han sido distintas”, expresó González Iñárritu. “Cuando estás filmando, lo haces de una forma que proyecte tus inquietudes, realidades, los temas que en ese momento te perturban, eso enriquece la experiencia. Recuerdo mucho la música que empleo en cada película, que termina por permear la historia misma y determina el final de lo que estás haciendo”.
La afición por el arte no surgió en Alejandro a instancias de su padre, que no era un gran lector, o por un ambiente enfocado a la literatura. “Fue la necesidad de hacer algo para sacudirme de la superioridad de mi hermano mayor, que era el que acaparaba toda la atención. Leer, para mí, fue rebelarme ante la norma de la casa”.
Con respecto a lo femenino en la obra de García Barcha, salta a la vista porque siempre se vio rodeado de mujeres fuertes y de recia personalidad, a lo que González Iñárritu indicó que “Rodrigo es mujer pero aún no lo sabe”, porque ellas son mucho más complejas y profundas que los hombres. “Nosotros somos muy primitivos y básicos”, indicó.
“Los comentarios masculinos tienen una sola dimensión; ellas tienen una percepción mucho más sensible. Rodrigo retrata bien estos personajes. En mis películas, los personajes femeninos tienen un peso más allá del sexo, aunque los principales sean básicamente hombres.”
Por su parte, Rodrigo estableció que prefiere el formato corto y la disyuntiva bajo presión. Esa brevedad me compromete a buscar el momento crítico en un espacio de tiempo muy corto. “Me inclino hacia los personajes que son su propio enemigo y que se ven atrapados por su propia personalidad”.
Alejandro destacó su menosprecio por los personajes de una sola premisa y un solo matiz. Los seres humanos “somos una contradicción absoluta y ello nos orilla a contradecirnos incluso en lo que quisiéramos ser y hacer. No se puede ser bueno del todo y malo del todo; me gusta cuando un personaje se contradice porque somos buenos y malos al mismo tiempo”.
Continuó diciendo que ha sido demasiado excesivo en sus películas, “pero en las realizaciones largas, la vejiga es lo que te mata. Es que todos debemos hacer pipí y en ocasiones sólo pienso en eso cuando hay que estar cinco horas ante una realización. En Babel había dos historias más, que hubo necesidad de suprimir porque extendían demasiado la obra. El primer libreto para Amores perros era muy largo, de 158 páginas, y eso incrementa los costos notablemente”.
Finalmente, el público asistente aplaudió cálidamente a la entrevistadora y los realizadores.