“Los fármacos psicobióticos ya no son ciencia ficción"

La neurobióloga californiana Elaine Hsiao durante su estancia en Barcelona. / Marta Palomo, Sinc


La joven neurobióloga Elaine Hsiao (Orange, California, 1985) ha recibido un premio de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EE UU y está en la lista de la revista ‘Forbes’ de los menores de 30 años más brillantes. En 2013, su experimento más aplaudido consiguió mejorar la conducta autista de ratones de laboratorio alimentándolos con bacterias que viven en nuestros intestinos. Los resultados fueron espectaculares, pero ella es cauta a la hora de especular sobre su aplicación en humanos. Ha visitado Barcelona para participar en la 4ª Cumbre Mundial de microbiota intestinal para la salud.

Numerosos estudios científicos sugieren que las bacterias del microbioma, que habitan en el interior del cuerpo en general, y del intestino en particular, influyen en los pensamientos, los estados de ánimo y la conducta. ¿Es así?

Sí, pero no debemos olvidar que toda esta información proviene de modelos animales. En estos trabajos los investigadores comparan ratones completamente libres de microbios con otros que han sido inoculados con bacterias concretas. Si observan diferencias en su conducta, pueden afirmar que son debidas al microbioma.

¿Cuál es el poder de este microbioma sobre los humanos?

Aún es demasiado pronto para saber qué papel desempeña en nuestras vidas y enfermedades. De momento, se han empezado estudios con cohortes de muchos individuos diagnosticados de depresión o ansiedad para comparar su microbioma con el de la población sana. Una vez sepamos si es o no diferente, deberemos volver hacia atrás para investigar si los microbios son la causa de la enfermedad o si son un efecto colateral.

¿Cómo es posible que millones de bacterias diferentes actúen de manera tan coordinada que las consideremos un único órgano, el microbioma?

Todavía no lo sabemos, pero es algo que nos interesa mucho, ya que la microbiota del intestino está compuesta por unas 10.000 especies. Apenas ahora empiezan a publicarse estudios sobre la ecología de esta comunidad. De momento, sabemos que para interaccionar con el cerebro, algunas especies pueden actuar conjuntamente con otras como si fueran un único equipo.

¿Qué beneficio obtienen las bacterias de esta interacción con el cerebro humano?

Aunque pueda parecer que los microbios cuidan de nosotros, en realidad solo se preocupan de sí mismos, de su propia supervivencia y reproducción. Esta influencia que tienen sobre el cerebro tiene sentido exclusivamente si así logran mejorar sus propios intereses.

¿Por ejemplo?

Tiene sentido que el microbioma sea capaz de regular nuestro apetito, porque sus microbios sobreviven gracias a los nutrientes que ingerimos. Otros aspectos, como la influencia en el comportamiento social, podrían tener como beneficio –y ahora estoy especulando– potenciar su propia propagación.

¿Cómo investigan en su laboratorio la conexión entre cerebro e intestino?

Trabajamos con un modelo de autismo en ratón. A partir de evidencias epidemiológicas en humanos sabemos que una respuesta inmune importante de la madre durante etapas concretas del embarazo aumenta el riesgo de autismo en el bebé. Aplicando este conocimiento a hembras de ratón, podemos obtener una descendencia con síntomas típicos del trastorno del espectro autista.

¿Cómo es un ratón con este trastorno?

Estos animales presentan alteraciones en el cerebro y en la conducta que son muy parecidas a las de los humanos con autismo. Por ejemplo, hacen movimientos repetitivos e interaccionan y se comunican menos entre ellos.

¿Qué relación tiene el autismo, un trastorno en el neurodesarrollo, con la microbiota intestinal?

Hasta el momento, la mayoría de investigaciones demuestran que el microbioma de las personas con autismo es diferente al de las demás. Pero si comparamos los estudios entre sí, los resultados no concuerdan. Todavía no existe un consenso sobre qué especies cambian, o están o no presentes en este trastorno neurológico. El autismo es un trastorno muy heterogéneo al que se le suman dietas y fármacos variados que también afectan al microbioma.

En su famoso estudio de 2013, publicado en la revista Cell, lograron cambiar la microbiota intestinal de estos roedores. ¿Cómo lo hicieron?

Alimentamos a ratones recién destetados, de tres semanas de edad, con un probiótico que contenía la bacteriaBacterioides fragillis, y demostramos que cambiando su microbiota intestinal podíamos mejorar las alteraciones de su conducta autista. Pese a eso, seguimos sin saber qué es causa y qué es efecto.

Según sus resultados, los ratones autistas tratados con B. fragillis mejoraron de manera sustancial su capacidad de comunicación. ¿Estos cambios fueron definitivos?

No estamos seguro de cuánto tiempo pueden llegar a durar estos efectos beneficiosos. En nuestro estudio testamos a los animales al cabo de doce semanas, así que sabemos que como mínimo dura este tiempo, pero aún no hemos evaluado intervalos más largos.

¿Podemos acercarnos a la farmacia más cercana y comprar un probiótico que contenga B. fragillis?

No. Esta bacteria no está disponible comercialmente. Se trata de una especie comensal del ser humano, forma parte de nuestra flora intestinal normal.

Los resultados que relacionan cambios en el microbioma con mejoras en el autismo en animales son numerosos y muy espectaculares. ¿Por qué no hay un montón de ensayos clínicos en humanos ya funcionando?

Aunque los efectos que hemos obtenido, nosotros y otros investigadores, son muy prometedores, no debemos olvidar que son en ratones y que no demuestran ninguna relación causal. Antes de plantearnos cualquier salto a humanos debemos identificar todos los tipos de bacteria implicados, validar su aplicación clínica y evaluar su seguridad.

Un estudio publicado en el año 2000 demostraba efectos beneficiosos del tratamiento con un antibiótico en niños con autismo. ¿Podría ser esta una opción de futuro?

La idea del uso de antibióticos es interesante, pero necesitamos muchas más evidencias, ya que este estudio era muy pequeño (once niños) y los beneficios desaparecieron tan pronto como se detuvo el tratamiento. De todos modos, ahora sabemos que estos fármacos afectan de una manera muy importante a la microbiota y que tienen efectos secundarios en nuestra salud, así que, al margen de su uso en infecciones, debemos pensar en otras alternativas.

Además del autismo, otros trastornos neurológicos e inmunológicos también están asociados a alteraciones de la flora intestinal. ¿En el futuro dispondremos de terapias basadas en microbios?

Espero que sí, y no solo tratamientos basados en bacterias aisladas, sino  también mediados por las sustancias que producen, y hasta con microorganismos sintéticos. De todos modos, estos seres llevan a cabo muchísimas funciones diferentes y pueden estar asociados a numerosos efectos secundarios, por lo que primero debemos desentrañar los mecanismos más básicos de su biología.

De momento, ya tenemos comercializados productos con prebióticos y probióticos. ¿Llegaremos a poder comprar psicobióticos?

Estamos aprendiendo tanto sobre cómo las bacterias afectan al cerebro y la conducta, que los psicobióticos no son ciencia ficción.

(Marta Palomo/SINC)

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