Desde los tiempos de los cazadores recolectores hasta las sociedades neolíticas –y más especialmente en los países desarrollados contemporáneos– los humanos hemos aportado (voluntaria o involuntariamente) alimento a una multitud de especies animales, alterando comunidades y ecosistemas.
Un estudio publicado en la revista Ecology Letters, explica que algunas especies son más hábiles en la explotación de estos restos de comida que otras, lo que puede afectar a la estabilidad de las comunidades y a las redes tróficas mediante la alteración de la competencia por interferencia –la que se produce por la disponibilidad de la comida, la reproducción o un hábitat concreto, por ejemplo– y las interacciones depredador y presa.
Las especies que se aprovechan de la comida de origen humano han aumentado su número en lugares concretos, principalmente debido a la relativamente mayor previsibilidad espacio-temporal de esos desperdicios o subsidios alimentarios.
«Muchos procesos ecológicos que afectan a poblaciones, comunidades y ecosistemas, tales como la resiliencia, los umbrales de extinción, dinámicas de transición y las diferentes formas de competencia cuando se modelizan las cascadas de extinción, pueden explorarse mediante la comparación de los sistemas subsidiados y no subsidiados”, señala Daniel Oro (IMEDEA CSIC-UIB), co-autor del estudio.
Algunos ejemplos de situaciones en las que se ponen a disposición de las especies animales grandes cantidades de subsidios tróficos incluyen los descartes de la pesca, restos orgánicos de los vertederos o de atropellos, los muladares –que contienen suficientes residuos comestibles para atraer entre un 20% y un 30% de todos los mamíferos y aves en una región, especialmente las especies omnívoras y carnívoras– o las semillas que se ofrecen a las aves en los comederos de los jardines del primer mundo.
Otros estudios han demostrado que esta comida extra afecta a varios rasgos de historia de vida (por ejemplo, la fecundidad y la supervivencia) y aumenta la capacidad de carga de los ecosistemas.
De manera más sutil, las actividades humanas como la agricultura, la silvicultura y la ganadería han subsidiado de forma involuntaria a algunas especies, mientras que al mismo tiempo han perjudicado a otras, desde insectos hasta grandes depredadores.
Según el experto, “la investigación orientada hacia la evaluación de los efectos de los subsidios tróficos antrópicos sobre la dinámica de las poblaciones animales puede mejorar enormemente nuestra comprensión del papel de la disponibilidad de alimento en los estudios ecológicos y evolutivos de las comunidades y redes alimentarias más allá de las limitaciones de los estudios experimentales”.
El desperdicio alimentario, un problema global para el ecosistema
Aunque las especies subsidiadas por las actividades humanas y sus efectos en las cadenas tróficas se han identificado en las últimas décadas, el papel de los humanos en la configuración del mosaico de los recursos tróficos en los ecosistemas sólo ha sido analizado en los últimos años.
Actualmente, entre el 30% y el 40% de toda la comida producida en el mundo se desperdicia, lo que ha potenciado que las políticas ambientales ya regulen muchas actividades humanas con el objetivo de evitar la sobreexplotación o para fomentar el reciclaje de los residuos de alimentos.
Tales acciones, como la regulación de los vertederos o la prohibición de los descartes pesqueros, constituyen experimentos naturales que permiten a los investigadores comparar los rasgos de historia de vida y la dinámica poblacional de las especies y comunidades con y sin los efectos de los subsidios tróficos.
La relativamente alta previsibilidad en el espacio y tiempo de los suministros de alimentos subsidiados hacen que este recurso alimenticio sea de más fácil acceso en comparación con las fuentes naturales.
Una fuente de alimento abundante y predecible debería mejorar la fisiología, es decir, la condición corporal y la masa corporal y el rendimiento individual de cría, mientras que los riesgos de mortalidad tales como la susceptibilidad a patógenos –excepto en algunos casos, como los vertederos– y la vulnerabilidad a la depredación deberían disminuir.
Sin embargo, algunas especies oportunistas cosmopolitas (carroñeros facultativos), tales como cucarachas, ratas, zorros o las gaviotas, son ejemplos paradigmáticos de las especies que se benefician de este tipo de subsidios a los alimentos antropogénicos predecibles. Estas especies explotan los alimentos de origen humano, han aumentado su número y se consideran «sobreabundantes», y puede comportarse como especies invasoras, provocando cambios en las cadenas alimentarias y los ecosistemas.
La comparación de los ecosistemas subsidiados y no subsidiados puede ayudar a predecir los cambios en biodiversidad y los servicios ecosistémicos que han sufrido el impacto de otros agentes del cambio global.