Un estudio de la Universidad de Salamanca ha comprobado que en el noroeste de España existe una elevada cantidad de plomo y cromo en el propóleos, sustancias resinosas que utilizan las abejas para cubrir y proteger la colmena y que en los últimos años se han convertido en un producto habitual de la industria cosmética y alimentaria dadas sus propiedades saludables.
La investigación trata de desarrollar un sistema de control de calidad rápido de los propóleos y ha comenzado por analizar su composición mineral. Además de hallar elementos beneficiosos para la salud, como aluminio, calcio, hierro, potasio, magnesio y fósforo, los científicos se han encontrado con dos sorpresas potencialmente tóxicas para el ser humano, los elevados niveles de plomo y cromo.
Ante estos resultados, pendientes de publicación en una revista científica pero presentados hoy en Salamanca, “pretendemos llamar la atención sobre la necesidad de contar con una legislación específica para ofrecer mayor seguridad a los consumidores”, afirma María Inmaculada González Martín, catedrática del Departamento de Química, Analítica, Nutrición y Bromatología de la Universidad de Salamanca en declaraciones a los medios de comunicación recogidas por DiCYT.
En colaboración con la Universidad de Vigo, se han recogido 91 muestras en dos regiones españolas, Castilla y León y Galicia, y en la Región del Bío-Bío de Chile. Teniendo en cuenta que la legislación europea considera de que el contenido máximo en plomo de los alimentos debe ser de 0,1 partes por millón (ppm), el 80% de los propóleos de Castilla y León estaría contaminado, el 58% de los gallegos y el 87% de los chilenos.
Sin embargo, al analizar las cifras concretas, los propóleos recogidos en Castilla y León están mucho más contaminados, puesto que llegan a 15 ppm de plomo por los 2 ppm tanto de Galicia como de la Región del Bío-Bío. En el caso del cromo, los castellanos y leoneses alcanzan las 5,7 ppm por las 3 de las otras dos regiones.
El ser humano, origen de la contaminación
Los investigadores no han encontrado diferencias entre explotaciones convencionales y ecológicas, así que creen que la fuente de contaminación se debe a la acción del ser humano y que puede estar relacionada con el uso de pesticidas, la quema de combustibles fósiles, la contaminación de las aguas e incluso en relación con la pintura que se aplica en algunas colmenas. Ante la gran diferencia que existe entre dos comunidades próximas como Galicia y Castilla y León, es probable que en los resultados influya el clima y las características particulares de las explotaciones apícolas.
Además, los investigadores destacan que las mieles de esas mismas colmenas no tienen ningún tipo de contaminación, probablemente, porque “las abejas no procesan los propóleos, mientras que sí elaboran la miel y en ese proceso retiran los elementos contaminantes”, aclara Ana María Vivar Quintana, otra de las científicas que ha realizado el estudio.
El hecho de que esta sustancia acumule elementos tóxicos está relacionado con la presencia en el producto de compuestos como los flavonoides, que en sí mismos son muy positivos para la salud por sus propiedades biológicas antioxidantes, pero que en este caso ayudan a fijar el plomo.
Otro aspecto importante es que los análisis que ha llevado a cabo el equipo de investigación se realizaron tomando muestras directamente de las colmenas, es decir, no se trata de los productos elaborados que llegan al consumidor y que, hoy por hoy, ante la ausencia de legislación al respecto, se desconoce en qué condiciones se ponen a la venta, según los investigadores.
El equipo de científicos lleva varios años analizando los productos apícolas y para ello ha desarrollado un método más rápido y más barato que los convencionales, que se basa en la utilización de técnicas de espectroscopia de infrarrojo cercano (NIR por sus siglas en inglés), que no destruyen las muestras. Además del Departamento de Química Analítica, Nutrición y Bromatología, participan en el trabajo el área de Tecnología de los Alimentos de la Escuela Politécnica Superior de Zamora y la Facultad de Ciencias Agrarias y Ambientales.
Efectos tóxicos
En la actualidad, los investigadores están extendiendo el estudio a Asturias y Extremadura para estudiar posibles diferencias. Aunque “el apicultor tiene muy difícil poder hacer algo porque las abejas viajan hasta tres kilómetros alrededor de las colmenas”, sí se podría recomendar que los propóleos se obtuvieran sólo de algunas regiones determinadas donde la contaminación fuese menor. Aunque se trate de pequeñas cantidades, un elemento como el plomo se acumula y su efecto tóxico puede causar trastornos gastrointestinales, neurológicos e inmunológicos, especialmente en niños, advierten los expertos.
“España es un país con una apicultura muy desarrollada, pero centrada en la miel, siempre se le ha dado muy poca importancia al propóleo”, a pesar de que sus efectos antisépticos, antivirales y antiinflamatorios lo han convertido en un producto muy popular en los últimos años.
Más avanzados en cuanto a su valoración, incorporación a productos y legislación están algunos países de América Latina, especialmente, Brasil, en el que las normas impiden que los propóleos contengan ningún resto de plomo, y Argentina, en el que sólo se permite 0,1 ppm.
(JPA/DICYT)