Luego de cinco años de que la comunidad rarámuri de Papajichi, en Chihuahua, perdió en un incendio la pintura del siglo XVIII de su santa patrona: la Virgen de Guadalupe, este 12 de diciembre dicha imagen de culto y devoción regresará mediante una réplica a la misión jesuita de San Ignacio, donde será recibida entre danzas, música y comida que formarán parte de la celebración que se hará en su honor.

Debido a la pérdida de 80% de la pintura durante el siniestro —registrado en 2007 en la también conocida como Capilla de la Virgen de Guadalupe de Papajichi—, fue imposible su restauración y se optó por una reproducción, que fue hecha por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

 “Con júbilo, la población indígena podrá hacer los festejos tradicionales del 12 de diciembre para la Virgen Morena, que comenzarán desde este martes 11, con bailes, rezos y cantos que un grupo de danzantes realizan desde sus viviendas hasta reunirse en la iglesia”, informó la antropóloga Lourdes Pérez Martínez, subdirectora del Centro INAH Chihuahua.

 “Ya en el templo, dijo, por turnos (primero hombres y luego mujeres) entrarán para adorarla con cantos y danzas, luego saldrán a descansar un momento y posteriormente repetirán el ritual de forma continua hasta la mañana del miércoles, cuando el párroco oficiará la misa con la que se dará por terminada la fiesta”.

La obra de sumo valor religioso para la comunidad tarahumara de la Sierra Madre Occidental —asentada a 40 minutos de la cabecera municipal de Guachochi—, será entregada por la directora y la subdirectora del Centro INAH Chihuahua, Elsa Rodríguez García y Lourdes Pérez Martínez, respectivamente, así como por el restaurador Jorge Rodríguez Jiménez, quien realizó la réplica. Será recibida por Alejandro Hernández, gobernador rarámuri de la comunidad y autoridades eclesiásticas.

La reproducción de la imagen de la Virgen de Guadalupe fue realizada durante octubre y noviembre de este año, a partir de fotografías proporcionadas por la comunidad, que permitieron conocer los trazos y detalles que conformaban la obra original de autor anónimo.

De 300 kilogramos, la pintura muestra al centro a la Virgen de Guadalupe con sus manos entrelazadas al nivel del pecho; su vestimenta rosada está decorada con motivos florales, en tanto, su manto azul está cubierto de estrellas doradas.

Las nubes que la rodean se abren ante el resplandor de la Virgen, conformado por rayos dorados que están a su alrededor. Su rostro ligeramente inclinado hacia la derecha muestra sus ojos entreabiertos y dos pequeñas franjas de cabello negro saliendo por debajo de su manto.

El restaurador Jorge Rodríguez Jiménez, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, explicó que las fotos fueron ampliadas mediante un proyector, con el objeto, primero, de alcanzar el tamaño que tuvo la pintura original (cuatro metros de alto y tres de ancho).

“A través de un proyector fue reflejada la figura de la Virgen a escala sobre una superficie roja vertical —que a su vez descansa sobre tela de lino—, que fue preparada a la usanza colonial, es decir, mediante el uso de sustancias iguales o similares a las originales, entre ellas cola de conejo, carbonato de calcio y aceite de linaza, así como un colorante similar al almagre (usado en obras de los siglos XVI al XVIII) que da la pigmentación rojiza.

“Posteriormente —abundó el restaurador—, a lápiz se trazó cada una de las líneas para formar las figuras, y una vez terminado se les dio color con pinturas al óleo, de las que fue necesario aplicar tres capas o veladuras hasta conseguir el tono semejante al original”.

Jorge Rodríguez Jiménez  agregó que luego se realizó la labor más difícil, la colocación de hoja de oro, que destaca en los motivos florales de la vestimenta de la Virgen, en la orilla y estrellas del manto, así como en la corona de picos que porta y en los rayos que conforman su resplandor.

 “El fijado de dorados en reproducciones es muy complicada, ya que con facilidad la hoja de oro tiende a arrugarse al momento de la aplicación por ser extremadamente delgada, por ello es necesario ponerla con herramientas especiales y por personas profesionales y experimentadas”, anotó el restaurador del INAH.

El fondo de la imagen guadalupana se compone de un marco dibujado, dos columnas, dos querubines —en la parte superior— que sostienen un cortinaje rojo, y un banco —en la parte inferior— con placas que simulan al mármol y un supuesto cordón de flores de madera.

El restaurador Rodríguez Jiménez mencionó que debido a que dichos elementos eran difusos en las fotografías, hubo necesidad de reproducirlos a partir de comparaciones con otra pintura de San Francisco Javier, localizada en otra misión jesuita, cuyos fondos son similares.

Asimismo, del bastidor original que no fue alcanzado del todo por el incendio, dos travesaños que estaban deteriorados se reemplazaron por otros hechos con cedro, lo que dará estabilidad a la pieza.

La Misión de San Ignacio de Papajichi fue construida por la orden jesuita en 1725, y tuvo como advocación inicial a San Ignacio, sin embargo, tiempo después —se desconoce el momento exacto— la Virgen de Guadalupe se convirtió en su santa patrona, por lo que al templo también se le comenzó a llamar como Capilla de la Virgen de Guadalupe de Papajichi.

Cabe señalar que recientemente (de mayo a agosto) la parte arquitectónica del inmueble también fue atendida con trabajos de conservación y mantenimiento, a través del Programa de Empleo Temporal, impulsado por el INAH y la Secretaría de Desarrollo Social. Con esta intervención se hizo el retiro de escombros, acarreo de materiales (tierra, arena, graba y piedra), construcción de adobes para el levantamiento de muros dañados, reparación de techumbres, sustitución de vigas y reposición de banquetas.

 

Tesgüino en honor de la Virgen

 

Desde este martes, los rarámuri de Papajichi comenzaron a bailar con sus característicos taparrabos, sus camisas de manta y sus tocados hechos con pañoletas de colores y espejos, al ritmo de los tambores y violines que gente de la misma comunidad hace sonar de manera continua hasta este  12 de diciembre, en que su Virgen de Guadalupe “regresa a casa”.

 “Para esta celebración, la población también efectúa la preparación —desde una semana antes— de la bebida tradicional que comparten durante el festejo conocida como tesgüino, hecha a base de maíz fermentado. De igual forma sacrifican algunos animales, como vacas y chivos, de los que consumen su carne en estos dos días de celebración, acompañada de salsa, frijoles y tortillas”, indicó la antropóloga Lourdes Pérez Martínez, subdirectora del Centro INAH Chihuahua.

La ingesta de carne entre los tarahumaras, concluyó la investigadora, es algo poco común, por lo que el hecho de que sea consumida en esta fecha destaca la importancia del festejo.

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