En enero de 2012, un test a ciegas realizado en la Universidad Pierre y Marie Curie en París desató la polémica acerca de la supremacía de los violines Stradivarius. El equipo francés proclamaba que los 21 violinistas profesionales evaluados elegían por igual los nuevos violines y los emblemáticos modelos italianos –entre los que se encontraban dos Stradivarius y un Guarneri–.
Entonces, varias voces se alzaron en contra de los resultados de este polémico trabajo en el que los artistas compararon los instrumentos en una habitación con sonoridad neutra durante 20 minutos.
“Las audiciones se llevaron a cabo en una habitación de hotel, pero los violinistas siempre necesitan evaluar cómo proyectará un instrumento en una sala de conciertos”, señaló al New York Times Earl Carlyss, ex miembro del cuarteto de cuerdas Juilliard.
Ahora, la revista PNAS publica un artículo que el mismo equipo ha diseñado para solventar alguna de las limitaciones de su investigación anterior. Con un diseño experimental distinto, los científicos han demostrado que, de nuevo, diez solistas de renombre no han podido diferenciar los violines modernos de los italianos centenarios.
“Stradivari ha sido uno de los dos fabricantes más importantes del mundo junto a Guarneri del Gesu y su reputación es bien merecida. Dicho esto, el nivel actual de la fabricación de violines es extraordinariamente alto y los nuevos instrumentos no han sido dañados ni reparados como alguno de los antiguos”, indica a Sinc Joseph Curtin, lutier (artesano de los instrumentos de cuerda) y uno de los autores del estudio.
Detalles del estudio
En esta ocasión, los violinistas debían escoger qué instrumento llevarían a una hipotética gira de conciertos entre doce violines, seis nuevos y seis antiguos –de ellos cinco Stradivarius–. Así, los músicos probaron los instrumentos a ciegas durante algo más de una hora en un aula de ensayo y en una sala de conciertos con 300 butacas.
Los investigadores recogieron que seis de los diez artistas elegían uno de los nuevos violines y lo preferían, de media, a su propio instrumento. Además, al preguntarles por la edad del violín, los solistas fallaron más que si lo hubieran pensado al azar.
Durante las sesiones en el Auditorio Coeur de Ville en Vincennes (Francia), los solistas tuvieron la opción de disfrutar de un acompañamiento a piano y de oír los violines de la mano de otros músicos. Y en todo momento, los artistas pudieron recoger sus instrumentos para compararlos con los evaluados.
“La saga de artículos no se detendrá”, afirma Curtin, quien anticipa dos trabajos más sobre el estudio de las proyecciones de la sala y la correlación entre las evaluaciones de los músicos y de los oyentes.
Referencia bibliográfica:
Claudia Fritz, Joseph Curtin, Jacques Poitevineau, Hugues Borsarello, Indiana Wollman, Fan-Chia Tao and Thierry Ghasarossian. Soloist evaluations of six Old Italian and six new violins. PNAS. 2014