Sandra Isabel JIménez Mateos
El 5 de agosto de 1914, en Cleveland, Ohio (EE UU), brilló el primer semáforo eléctrico del mundo. Se colocó en la esquina de la calle 105 Este y la Avenida Euclid, y tenía solo dos colores, rojo y verde, con un zumbador para avisar de los cambios.
Diez años después llegó el turno del Viejo Continente. En la Potsdamer Platz de Berlín, donde por aquel entonces estaba el cruce más transitado de Europa, la empresa alemana Siemens instaló una torre compuesta por cinco semáforos, que se puede ver en esta fotografía.
Los orígenes del semáforo se remontan a 1868, año en el que se instaló el primero del mundo en la Plaza del Parlamento de Londres. Se trataba de un modelo que durante el día funcionaba con un sistema de brazos automatizados y por la noche con una linterna de gas inflamable.
Desde entonces, el semáforo no ha parado de evolucionar. Tras los primeros prototipos eléctricos, en 1933 Copenhague estrenó un semáforo que incluía la primera luz peatonal y 19 años más tarde, Nueva York empezaba a utilizar los famosos modelos que incluían los mensajes para peatones “no caminar”, que pronto también empezarían a usarse en Alemania, pero con las palabras “espera” y “ya”.
En 1961 aparecería el mítico muñeco peatonal diseñado por el psicólogo Karl Peglau en la Alemania Oriental. La mujer peatón tuvo que esperar hasta 2004.