Atalanta (Vanessa atalanta) preparada para absorber néctar. Se puede observar el apéndice bucal, llamado espiritrompa, que tiene forma alargada para llegar al fondo de la flor. / José Luis Ordóñez

Atalanta (Vanessa atalanta) preparada para absorber néctar. Se puede observar el apéndice bucal, llamado espiritrompa, que tiene forma alargada para llegar al fondo de la flor. / José Luis Ordóñez


Investigadores del CREAF, el Museo de Ciencias Naturales de Granollers (MCNG) y la Universidad de las Islas Baleares han estudiado durante 17 años cómo interactúan las flores y las mariposas. Cuando son adultos, estos insectos obtienen el alimento necesario para vivir del néctar de las flores.

Sin embargo, los datos obtenidos en el Parque Natural de los Aiguamolls del Empordà indican que en los últimos años hay una menor coincidencia entre el momento en que las plantas alcanzan el máximo de la floración y el momento en que también la abundancia de las mariposas es mayor. El responsable de este fenómeno es el cambio climático: las temperaturas aumentan y la sequía es cada vez más acusada. Este clima provoca que haya desajustes entre las 12 especies de mariposas estudiadas y las flores de las que se alimentan.

Este clima provoca que haya desajustes entre las 12 especies de mariposas estudiadas y las flores de las que se alimentan

«Las mariposas son organismos con gran dependencia del clima», declara Constantí Stefanescu, investigador del CREAF y del MCNG. Su ciclo consta de tres fases de desarrollo antes de la mariposa adulta –el huevo, la oruga y la crisálida–, que se ven muy afectadas por las temperaturas externas.

«En general, una temperatura más elevada acelera el ritmo de desarrollo desde el huevo hasta la emergencia de la mariposa, pero esta relación depende de más factores. Por ejemplo, puede verse afectada negativamente por la falta de lluvia y el deterioro de las plantas de las que se alimenta la oruga» explica Stefanescu.

¿Por qué esta situación puede ser preocupante en el clima mediterráneo? Porque la sequía aparece en el estudio como el factor más importante para explicar la asincronía entre mariposas y flores y justamente, con el escenario actual de cambio climático, la sequía irá empeorando en esta región.

En casos extremos, se ha encontrado que la separación entre los lepidópteros y las flores puede llegar a ser de 160 días y, si esto continúa, podría conllevar grandes descensos en las poblaciones de las mariposas. A su vez, si se redujera la eficiencia de polinización de las mariposas (y otros grupos de insectos por el mismo motivo) aparecerían bajadas en las poblaciones de plantas.

Las orugas podrían sufrir más fuertemente el desacoplamiento

La sequía afecta a todas las mariposas adultas, ya sean generalistas o especialistas para una planta concreta

El estudio, publicado en la revista Oikos, afirma que la sequía afecta a todas las mariposas adultas, ya sean generalistas o especialistas para una planta concreta. No obstante, el investigador del CREAF recuerda: «La dependencia más fuerte entre plantas y mariposas se da durante la fase de oruga, sobre todo si sólo se alimentan de una única especie de planta. Por lo tanto, en este momento la falta de sincronía podría ser más importante».

Las mariposas son más bien generalistas en cuanto a las especies de flores que visitan para obtener néctar (pueden visitar más de un tipo de flor), pero en cambio pueden ser auténticas especialistas a la hora de elegir una especie de planta para hacer la puesta.

Esta planta será la que utilizarán las orugas para desarrollarse y se llama planta nutricia. Un desacoplamiento entre la fase de oruga y el crecimiento de la planta nutricia puede tener unos efectos catastróficos sobre la supervivencia de las orugas y, por tanto, sobre la abundancia final de las mariposas adultas.

Referencia bibliográfica:

Donoso I., Stefanescu C., Martinez-Abraín A. and Traveset A. «Phenological asynchrony in plant-butterfly interactions associated with climate: a community-wide perspective». (2016) Oikos. DOI: 10.1111/oik.03053

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