Inmortal en la muerte es la vida

                                   Luis Cardoza y Aragón

 

En su continuo andar entre despierto y dormido, o tal vez mitad vivo y mitad muerto, Mané no sabe como encontrar la salida del laberinto en el que, sin que nadie lo obligara, el solito se adentró. Es que, a decir verdad, pese a toda su elocuencia sobre la ciencia y su valor, Mané frecuentemente se encuentra confundido al respecto.

            Claro que sabe bien que el quehacer científico no se reduce a los productos de la investigación, sino que comprende un complejo entramado que incluye los procesos de investigación, la metodología propia de cada disciplina, el trayecto  histórico de teorías y conceptos, el contexto social, las formas de comunicar la ciencia y, no de  menor importancia, el marco filosófico que da sentido a la práctica científica.

            Por eso le parece un poco extraño que en las facultades e institutos de investigación donde se forma a futuros científicos no se acerque a los estudiantes a la filosofía de la ciencia. Aunque cabe señalar que ciencia y filosofía se complementan: la ciencia sin la filosofía es ciega y la filosofía sin la ciencia es inútil, según dijeron alguna vez Abbot y Costello.

            –Oyes Mané, y ese tal Abott Cohello  ¿a que universidad pertenece?

-Abbot y Costello son dos sabios personajes egresados de la universidad de la risa, que buena falta hace el humor a la ciencia para renovar sus métodos y perspectivas filosóficas.

Mané se distrae fácilmente de sus dolorosas meditaciones cuando alguno de sus amigotes le hace alguna incómoda pregunta, así que opta por fingir demencia y hacerse como que ya es hora de su siesta lo que le permite seguir meditando con los ojos entrecerrados.

En ese estado, entre dormido y despierto, nuestro personaje es asaltado por un recuerdo que lo inquieta: de algunas lecturas que ha hecho recuerda que el ahora depreciado Carlos Marx siempre prestó gran atención a los rápidos y sorprendentes avances científicos y tecnológicos de su tiempo y, si bien preocupado por el impacto que estos avances tenían sobre los procesos de trabajo, pudo percibir su relación con otros dominios de la vida social.

Marx consideraba que toda sociedad se planteaba determinados problemas –surgidos de su interacción con el medio- y los abordaba de acuerdo a categorías conceptuales propias de esa particular formación social. Para decirlo en forma simplificada: las teorías científicas son producto no solamente del pensamiento teórico y la experimentación, sino en gran medida de las condiciones históricas vigentes.

La concepción de Marx sobre los métodos de las ciencias se fundamentaba en una epistemología contrastante con la teoría empirista clásica y con la teoría del conocimiento idealista y especulativa. Por otra parte, hasta donde Mané conoce, Marx fue el primer filósofo de la ciencia que distinguió entre lo que llamó el método de  investigación y el método de  exposición; distinción que posteriormente otros filósofos de la ciencia, como Imre Lakatos señalarían como la diferencia entre el método de descubrimiento y el método de justificación.

En palabras simplificantes, podría decirse que Marx afirmaba que en el método de investigación se hace camino al andar, que no hay un método general que pueda aplicarse a cualquier objeto en cualquier momento que garantice la obtención de alguna verdad (científica). Afirmaba que no hay una vía regia a la ciencia, y quién quiera llegar a sus luminosas cumbres, tendrá que escalar por sus escarpadas laderas. Y que, en última instancia, el método de investigación está determinado por la naturaleza del objeto (no puede estudiarse una formación social con los instrumentos de un laboratorio de química) y por la posición del sujeto (sus intereses, motivaciones y perspectiva ideológica).

Por otra parte, el método de exposición (o de justificación) es el que se emplea para exponer los resultados de una investigación cuando ya se recorrió el camino y, por tanto, constituye una especie de reconstrucción teórica del objeto donde se hacen explícitas las relaciones encontradas (v.g. relaciones causales).  Concentrarse solamente en el método de justificación puede crear  confusión y hacer creer a quien no está familiarizado con la investigación científica, que ésta es un proceso lineal que va de la A a la Z de un pretendido método científico universal, infalible, que puede aplicarse a cualquier objeto y seguirse como un manual o recetario de cocina.

Marx afirmaba que las escuelas filosóficas asociadas al positivismo lógico y al empirismo sólo consideraban al método de justificación como objeto de reflexión de la filosofía de la ciencia, ignorando el proceso mediante el cual se acuñan las teorías científicas, asumiendo (los positivistas y empiristas) que este proceso y el contexto histórico no tienen relación alguna con la validez de las mismas.

En fin, se dice Mané, entre tantas necesidades presentes en los procesos de formación de científicos está la de abordar la filosofía de la ciencia, estudiando las diversas perspectivas que existen al respecto, siendo la marxista una de las más destacadas –e ignoradas- al respecto.

Mané continúa en su sonambulesco deambular repitiendo versos escritos por él mismo en alguna noche de insomnio.

Entre estar vivo/ o estar muerto/ entre estar medio vivo/ o muerto y medio/ entre el medio vaso/ o el trago entero/prefiero la desdicha/ de ser hombre,/ hundido en la nada mísera/ de estar entre vivo/ y mitad muerto.

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