Al menos unos 180 cráneos de sacrificios humanos fueron encontrados cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán, lo cual desconcertó a los arqueólogos, porque este tipo de descubrimientos se había hecho sobre todo en los grandes centros ceremoniales. El descubrimiento realizado en Xaltocan incluso se considera como un acontecimiento en la arqueología de Mesoamérica.
El arqueólogo Christopher Morehart, de la Universidad Estatal de Georgia, Estados Unidos, refirió que el hecho es notable porque es la primera vez que tal cantidad de restos de víctimas decapitadas se encuentran fuera de una pirámide o conjunto de templos en el país, de acuerdo con información del diario Reforma, publicada el jueves 31 de enero de 2013.
Tanto los teotihuacanos, como los siguientes dominantes de la zona, los aztecas, realizaron ritos de sacrificios humanos, lo que se sustenta con los hallazgos de los restos de cientos de víctimas en las pirámides de esas culturas o en otras grandes estructuras, lo que hace tan extraordinario el descubrimiento en Xaltocan.
El lugar donde se encontraron los cráneos son sembradíos ubicados en lo que fue el lecho lacustre del lago de Xaltocan.«Es como un montículo en el paisaje sobre el cual uno podría fácilmente pasar caminando sin saber que estabas encima»», dijo Morehart. «El asunto interesante es ¿por qué vemos este tipo de acto de sacrificio que con frecuencia asociamos con algo como Teotihuacán o un gran centro? ¿Por qué vemos esto (…) en un lugar que no está asociado con esas ciudades?»».
Las cabezas fueron colocadas cuidadosamente en hileras o en pequeños montones, en su mayor parte con la cara hacia donde sale el sol. Los cráneos datan de entre 640 y 890 de nuestra era, cerca la ciudad-Estado de Teotihuacán, una de las grandes urbes prehispánicas, que para esa fecha ya había declinado su apogeo, el cual fue sobre los años 100 Antes de Cristo.
Christopher Morehart encabeza el equipo que realizó el hallazgo en la comunidad agrícola de Xaltocan, al norte de la Ciudad de México, refirió que la cifra sobre estos restos humanos es conservadora porque el inventario de los mismos aún no concluye.
De hecho, durante los trabajos iniciales, la expectativa no incluía un hallazgo de este tipo, porque el trabajo se centraba en un estudio de antiguos modelos agrícolas en la zona norte del Valle de México.
Los primeros visos de estos restos los tuvo en el año 2007, cuando durante una revisión a pie por el lugar observó hoyos abiertos por saqueadores en los que hallaron huesos humanos, a unos 30 centímetros de la superficie; con ese antecedente realizaron excavaciones de exploración y localizaron 30 cráneos, mientras que en el 2012 encontraron las grandes concentraciones de restos humanos, los cuales fueron analizados a partir de agosto en el laboratorio de osteología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Los resultados de los trabajos de 2007 fueron recién publicados en la revista académica Latin American Antiquity.
La antropóloga física Abigail Meza Peñaloza, del Instituto de Antropología de la UNAM, dijo que su equipo seguía limpiando y ensamblando los cráneos, de los cuales ya tienen confirmados unos 60, y todos parecen ser de hombres adultos, aunque de diferentes poblaciones.
Apuntó también que el hallazgo es extraordinario también por el tipo de decapitaciones que presentan los restos, más pegada a la nuca, mientras que los hallazgos realizados en Teotihuacán y el Templo Mayor de la Ciudad de México muestran que la mutilación se realizaba entre la tercera y cuarta cervical.
El sitio era utilizado con fines rituales, plenamente, porque aunque no se encontraron restos de casas o de vida doméstica, si se ubicaron en cambio figuras de dioses como Tláloc, incensarios, restos de maíz y polen de flores, como cempasúchil (la cual ayuda en la datación de los restos)
El lugar del hallazgo está ubicado a unos 15 kilómetros del sitio arqueológico de Teotihuacán y unos 40 kilómetros al noreste de Ciudad de México.
Morehart, coautor del artículo publicado bajo el título «El sacrificio humano durante el periodo epiclásico en el norte de la cuenca de México», señaló el interés por saber por qué Xaltocan se convirtió en un espacio para los sacrificios, lo cual –aventuró- pudo ser por sus recursos acuáticos, ya que en esa época hubo temporadas de sequía.
Para el arqueólogo estadounidense, «el significativo número de víctimas halladas y el conteo final (que) podría ser mayor es evidencia de que aquí ocurrió algo grande». Anota el diario Reforma.