El físico japonés, natural de Toyohashi y apodado cariñosamente como “Toshi”, ganó el Nobel de Física en 2002 “por sus contribuciones pioneras a la astrofísica, en particular para la detección de neutrinos cósmicos”, junto a los investigadores Raymond Davis Jr. y Riccardo Giacconi.
En la década de los 80, Koshiba construyó un detector de neutrinos en una mina de zinc en su país, basándose en el trabajo realizado por Davis.
Llamado Kamiokande II, el detector consistía en un enorme tanque de agua ultrapura rodeado de detectores electrónicos que recogían los destellos de luz producidos por la interacción de estas partículas cósmicas con los núcleos atómicos de las moléculas de agua.
John Learned, experto en neutrinos de la Universidad de Hawai (EE UU) y colaborador de Koshiba, dice que el físico japonés “representaba para muchos la gran tradición del soldado samurái en la ciencia: una visión a largo plazo, ferozmente competitivo y asombrosamente capaz”.