En la actualidad, el 43 por ciento de las personas que trabajan en la agricultura son mujeres y, sin embargo, demasiadas mujeres no tienen acceso a la tierra, apunta Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, al conmemorarse el 15 de octubre el Día Internacional de las Mujeres Rurales.

Así, reclama que “ahora es el momento de pasar a la acción con reformas legales de modo que las mujeres, inclusive las viudas, puedan ser dueñas de la tierra que trabajan”.

El primer Día Internacional de las Mujeres Rurales, se festejó el 15 de octubre de 2008, después de que fue establecido por la Asamblea General en su resolución 62/136  de 18 de diciembre de 2007, para reconocer «la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural».

La Directora Ejecutiva de ONU Mujeres refiere que aunque muchas mujeres rurales, especialmente las que poseen pequeñas parcelas y son cabeza de familia, dependen de la agricultura de subsistencia, tienen un acceso limitado a la tierra, el agua, los fertilizantes y las semillas, el crédito y la formación. Esta discriminación dificulta su trabajo en la producción de alimentos más de lo que debería ser, y viola sus derechos humanos básicos y amenaza la seguridad alimentaria colectiva.

“Debemos respetar y proteger los derechos de las mujeres rurales. Cuando las mujeres tienen acceso a la tierra, hay mejoras en el nivel de vida de la familia, en la productividad agrícola y en la igualdad de género. Además, se logran mayores progresos contra la pobreza, la violencia de género y el VIH/SIDA, en beneficio de todos. También hay pruebas de que los países donde las mujeres no tienen derechos a la tierra ni acceso al crédito tienen un promedio de 60 por ciento y 85 por ciento respectivamente de niños malnutridos”, prosigue Phumzile Mlambo-Ngcuka.

Pondera que las mujeres, inclusive las mujeres indígenas, son a menudo quienes custodian la gestión y el uso sostenible de los recursos naturales y de la preservación y conservación de las cosechas tradicionales y de la biodiversidad en nombre de las generaciones actuales y futuras.

Al tiempo que se pronuncio por “promover el pleno empleo y los trabajos decentes para las mujeres rurales, en la agricultura y en otras áreas”, también mencionó que se debe reducir la cantidad desproporcionada de trabajo sin remuneración y la carga de cuidados que afectan a las mujeres y las niñas rurales, lo que implica aumentar las inversiones en las infraestructuras y los servicios sociales, como los cuidados infantiles, y las tecnologías que liberan tiempo y reducen el trabajo, como las cocinas limpias que ahorran combustible.

A esto agrega que una mayor participación de los hombres y de los niños en el cuidado de la familia permitiría igualmente a las mujeres y las niñas tener más tiempo para dedicar a la educación, la formación y las actividades económicas.

Las mujeres rurales desempeñan un papel fundamental en las economías rurales de los países desarrollados y en desarrollo. En la mayor parte del mundo en desarrollo participan en la producción de cultivos y el cuidado del ganado, además de proporcionar alimentos, agua y combustible para sus familias y participan en actividades no agrícolas para diversificar los medios de subsistencia. Además, realizan funciones vitales en el cuidado de los niños, los ancianos y los enfermos.

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