En nuestra realidad actual es necesario que los jóvenes universitarios que se forman en la cultura física tomen conciencia de la necesidad de enseñar deporte a la población en general, destacó Ana Isabel Díaz Villanueva, académica e investigadora del Departamento de Ciencias del Movimiento Humano, Educación, Deporte, Recreación y Danza de la Universidad de Guadalajara (UdeG), al participar en el Coloquio Veracruzano de Otoño 2013, organizado por la Universidad Veracruzana (UV).
La también presidenta de la Academia de Ciencias Sociales, Pedagógicas y Administrativas de la UdeG, presentó la ponencia “El deporte para reconstituir el tejido social”. Explicó que la cultura física en nuestro país tiene alrededor de 50 años como objeto de estudio, por ello las ciencias sociales deben reflexionar acerca de los discursos del cuerpo.
Planteó una definición de cultura física como “la cultura del cuerpo”, sin embargo no existe un consenso mundial sobre el concepto.
Si el deporte actual es una opción para reconstruir el tejido social, dijo, “se recompone por una noción que vamos captando de la familia, el barrio donde nacimos y el estatus socioeconómico, así como la escuela a la que asistimos, sin dejar a un lado la religión que profesamos; todo ello forma parte de la noción de cuerpo en las ciencias sociales”.
Otro elemento que determinará cómo somos corporalmente, es el hecho de que somos el resultado de una sociedad de consumo, capitalista, y el estado de bienestar de que se hablaba en años anteriores ha sido desplazado por el modelo neoliberal, extendido por todo el planeta a través de la globalización.
“Somos un país neoliberal en el que debemos pensar en cómo podemos suplir todos los elementos que eran parte de las obligaciones del Estado mexicano”, abundó. “Ahora si no sabemos inglés es porque uno no se organiza, sin tomar en cuenta que quizá no tenemos dinero para tomar dichas clases, o tomar ballet o clases de piano, por ejemplo”.
Advirtió que para realizar un análisis debe distinguirse la existencia del concepto de deporte contemporáneo, que surge de la sociedad posmoderna.
Señaló que existen nuevas formas de consumo corporal originadas en una nueva construcción del yo, “que se ha caracterizado por ser egocéntrico, individual, cosificado y aislado, que además se ha favorecido con la aparición de las redes sociales”.
El deporte de competición se ha institucionalizado, advirtió, “evidente por el simple hecho de que la FIFA cuenta con más países agremiados que la ONU y la mayor empresa que garantiza millonadas a los países es el Comité Olímpico Internacional”.
Los estados nacionales también lo aplican a su favor porque utilizan al deportista exitoso y cotizado para promover su imagen, “se toman la foto con el presidente en turno y cuando se le acaba la fama es con el que sigue y así sucesivamente, se ha convertido en una forma de consumo”.
La aparición de modas también incide en la concepción del cuerpo, comentó, “primero fueron aerobics de alto impacto, luego de bajo impacto, luego metieron baile, kick–boxing, luego pilates, hay una barbaridad de combinaciones, yo encontré yogi-pilates con una persona, para variar, sin formación universitaria y menos de las carreras de cultura física y deporte”.
En ese sentido, Díaz Villanueva resaltó que “este foro es un gran beneficio porque le están agregando una característica social al deporte, no sólo nos debe importar ganar medallas o los deportes de alto rendimiento, los profesionistas de la cultura física tienen que empezar a preocuparse con tanta gente que no se mueve, nosotros somos la solución en la medida de lo posible y puede ser un trabajo muy hermoso, no sólo ser espectadores sino enseñar a la población a que a través del juego se hace posible una mejor calidad de vida”.
Nuestra intención, precisó, es contribuir a formar sujetos activos y potencialmente lúdicos, no usar a la actividad física del deporte como castigo sino apuntar hacia una salud física y emocional.
Finalmente enfatizó que es necesario generar políticas públicas en el país en materia de salud física y deportiva que permitan al sujeto reconocerse como parte de la reconstrucción de un tejido social sano, en armonía y con calidad de vida.