Tres sahumadores prehispánicos hallados al frente de la escalinata de lo que fue el Templo Mayor de Tenochtitlan, sirvieron como representación de los tres niveles del universo: bóveda celeste, tierra e inframundo, que concebían los mexicas, de acuerdo con el estudio de estas piezas y otros materiales de tipo botánico que integraban un par de ofrendas.

Dichas oblaciones, encontradas por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el año pasado, como parte de la séptima temporada de excavaciones del Proyecto Templo Mayor, dirigido por el arqueólogo Leonardo López Luján, se cree que fueron depositadas para consagrar la construcción del Templo Mayor, al haber sido localizadas en un espacio correspondiente al “eje central” de la edificación.

De acuerdo con los arqueólogos Diego Matadamas e Israel Elizalde, responsables de la excavación del par de ofrendas —denominadas 145 y 146— en el predio Mayorazgo de Nava Chávez, el “eje central” era la línea imaginaria que dividía el Recinto Sagrado de Tenochtitlan en dos partes y pasaba justo en medio del Templo Mayor, entre los adoratorios de Huitzilopochtli (dios de la guerra) y Tláloc (dios de la lluvia), mismo que los tenochcas utilizaban para establecer la dualidad en elementos arquitectónicos y rituales.

El especialista agregó que dicha línea también era utilizada por otras poblaciones mesoamericanas, por ejemplo, tal simetría es apreciable en los templos mayores de las zonas arqueológicas de Tenayuca, Estado de México, y Tlatelolco, Ciudad de México.

Por su parte, Israel Elizalde explicó que “el ‘eje central’ era el espacio donde convergían los tres niveles del universo: bóveda celeste, tierra e inframundo, por lo que consideran que los tres sahumadores —de alrededor de 70 cm de largo— que integran la Ofrenda 145, fueron depositados precisamente en ese sector para representar los tres planos del cosmos.

Ambas ofrendas fueron descubiertas de enero a abril de 2012. Primero fue la 146, hallada al nivel de la etapa constructiva IVb de Templo Mayor (1469-1481 d.C.). “Asimismo, encontramos el relieve de un águila hecha en basalto —de 73.5 cm de largo, 63 de ancho y 20 de espesor— cuya figura está de perfil y en la terminación de lo que serían las alas hay representaciones de cuchillos de pedernal; ésta si bien no formaba parte de la ofrenda en sí misma, fungía como indicador de su existencia”, explicó Diego Matadamas Gómora.

“Al retirarla —continúo— descubrimos una caja de sillares que al interior tenía sedimento con restos botánicos, los cuales actualmente son analizados en laboratorio por la bióloga Aurora Montúfar, a fin de  determinar a qué especies vegetales corresponden”.

El investigador del INAH indicó que el águila entre los mexicas era considerado un animal solar, “era el símbolo por excelencia del Sol y de Huitzilopochtli, y en este caso al tener las plumas rematadas con cuchillos de pedernal, hace alusión a los guerreros”.

“Por debajo de la Ofrenda 146 —agregó el arqueólogo Matadamas— se localizó un relleno constructivo de tierra que cubría la ofrenda 145, correspondiente a la etapa constructiva IVa (1440-1469 d.C.), conformada por los tres sahumadores (llamados en náhuatl tlémaitl, que significa “mano de fuego”) cuyas cazoletas estaban boca arriba con dirección al Templo Mayor”.

Si bien las piezas se encontraron fragmentadas debido a la presión del sedimento, estaban todas las partes. Dos de ellas poseen restos de policromía blanca en el mango y naranja debajo de la cazoleta; asimismo, en el sahumador sin pigmentación se hallaron restos de alguna resina, probablemente copal, que por lo general era la que se quemaba en estos recipientes de cerámica.

“Fray Bernardino de Sahagún —comentó Israel Elizalde Méndez— narra en Los Primeros Memoriales la manera en que eran utilizados los sahumadores por la población mexica. En su relato dice que estos materiales eran sujetos por los individuos con una mano, y con la otra sacaban de sus bolsas el copal que depositaban en el interior de las cazoletas, mismo que quemaban para producir humo blanco aromático”.

Diego Matadamas comentó que luego del registro pictográfico y digital de cada uno de los fragmentos de los sahumadores (a los que se les asignó un número), las piezas fueron recuperadas y sometidas a limpieza, reintegración del objeto, restauración y restitución cromática.

“Para su mejor conservación, la caja de sillares rearmada y el relieve del águila fueron colocados nuevamente donde se encontraron; en tanto, los sahumadores se encuentran bajo resguardo en el depósito de colecciones”, concluyó el especialista.

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