Un conjunto de 12 entierros dentro de cistas o cajas hechas con piedras de basalto, fueron descubiertas por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) al sureste del estado de Nayarit; por la gran cantidad de restos humanos que cada enterramiento contenía, los investigadores consideran que se trata de un panteón prehispánico de 1,000 años de antigüedad.
De acuerdo con Lourdes García Barajas y José Beltrán Medina, arqueólogos del Centro INAH-Nayarit, se trata de un contexto funerario único en su tipo que por primera vez es encontrado en la entidad, es decir, se trata de una tradición mortuoria que se desconocía para la región de Occidente, ya que anteriormente sólo se habían hallado tumbas de tiro o restos óseos dentro de urnas de barro, pero nunca contenidos dentro de cajas de piedra.
Los expertos detallaron que tanto al interior como alrededor de los contenedores mortuorios se hallaron osamentas completas —la mayoría de ellas quemadas según la coloración negruzca que presentan—, asimismo, se encontraron piezas óseas al interior de las vasijas de cerámica que estaban dentro de las cistas, por lo que hasta el momento, los especialistas no han determinado el número total de individuos que fueron inhumados.
El descubrimiento se registró a 40 centímetros de profundidad, como parte del salvamento arqueológico que investigadores del Centro INAH-Nayarit realizan en las obras de construcción de la autopista Jala (Nayarit)-Puerto Vallarta (Jalisco).
“A partir de junio de este año se comenzaron labores de prospección del lugar para localizar posibles vestigios arqueológicos en el primer tramo carretero, que va del kilómetro 0 al 27; fue así como en los kilómetros cuatro y cinco se ubicaron montículos y un conjunto de entierros”, comentó el arquitecto Othón Yaroslav Quiroga García, delegado del INAH en Nayarit.
Los entierros estaban en un área que se localiza al pie del volcán Ceboruco (de 2,280 m de altitud), que forma parte del Eje Neovolcánico Mexicano, cuya erupción más grande sucedió en el año 1000 de nuestra era; la piedra volcánica cubría los enterramientos, elemento que ayudó a determinar, de manera preliminar, la temporalidad de los vestigios prehispánicos.
“Cada una de las cistas —que están separadas entre tres y cuatro metros de distancia— están construidas con ocho piedras de basalto, en promedio, y tapadas con lajas que fueron fragmentadas intencionalmente como parte de algún ritual aún desconocido”, explicó la arqueóloga Lourdes García.
“Al retirar las lajas —agregó— nos percatamos de restos de pigmentación roja en las esquinas norte y oeste de las cistas, y debajo se hallaron osamentas quemadas, así como vasijas, cajetes trípodes, cuentas de cerámica, malacates esgrafiados, objetos de concha y punzones de hueso”.
A su vez, el arqueólogo José Beltrán Medina refirió que también en el interior de una de las cajas de basalto se encontraron tres figurillas femeninas tipo Mazapa; dos de ellas —de 30 cm de alto— son iguales y representan a mujeres ancianas con pigmentación roja, vestidas con blusa y falda, y portan un tocado, orejeras y pulseras.
“La figura restante es de menor tamaño —aproximadamente 20 cm de altura— y representa a un personaje joven con vestimenta y atavíos, pero carece de coloración rojiza”, indicó el experto.
A partir de las figurillas y demás elementos de cerámica que formaban parte de los entierros, los arqueólogos han fechado estos vestigios hacia el periodo Posclásico Temprano (900 -1100 d.C.), lapso para el que se tiene conocimiento de una fuerte y constante migración entre poblaciones prehispánicas del Occidente y del Altiplano, derivado de la red de comercio que se estableció entre ambas regiones.
Como parte de esos movimientos, grupos nahuas llegaron a la región de Occidente —aunque hasta ahora no se sabe si se asentaron en la zona o solo la utilizaron como un espacio de paso—, lo que sugiere a los arqueólogos la posibilidad de que el área donde se registró el hallazgo haya sido un asentamiento nahua y que los individuos enterrados pudieran ser de esa filiación, algo que aún se tendrá que investigar a fondo para corroborarlo, señalaron los arqueólogos del Centro INAH-Nayarit.
Como parte del salvamento arqueológico, los investigadores también descubrieron, en el área correspondiente a la Pitayera, una tumba de tiro aparentemente saqueada, ya que no se encontró ningún tipo de objeto ni restos óseos.
El arqueólogo José Beltrán refirió que dicho espacio funerario destaca por su construcción arquitectónica, conformada por un tiro rectangular —de cuatro metros de altura— y cuatro bóvedas, una de cada lado, “lo que es muy significativo, ya que es la primera vez que se encuentra una tumba de tiro en Nayarit con más de dos cavidades”.
Todos los huesos humanos recuperados en los 12 entierros, son llevados al campamento arqueológico montado en el área del descubrimiento, donde un antropólogo físico los estudiará a detalle, a fin de determinar el número de individuos, sexo y edad de cada uno, patologías y marcas de actividades que desarrollaron en vida. Asimismo, los objetos cerámicos son restaurados en el Centro INAH-Nayarit.
Las labores de salvamento arqueológico en el tramo del kilómetro 0 al 27 de dicha obra carretera, continuarán hasta mediados de diciembre próximo, concluyeron los arqueólogos Lourdes García y José Beltrán.