Jared Diamond (EE UU, 1937) comenzó estudiando el funcionamiento de la vesícula biliar. Su curiosidad lo llevó a aventurarse en áreas como la ornitología, antropología, ecología, geografía y biología evolutiva. De este popurrí surge una de las mentes más brillantes e interesantes de nuestro tiempo, ganador del Premio Pulitzer por su libro Armas, gérmenes y acero, publicado en 1997.
Ese mismo año Diamond publicaba también ¿Por qué es divertido el sexo?, un libro que puede parecer menor en comparación con su hermano en ambición y extensión. No se dejen engañar. Diamond explica la evolución de la sexualidad humana con su pasión y humor característicos y desde un punto de partida que pocos lectores se habrán planteado antes: aunque a nosotros no nos lo parezca, somos el animal con la vida sexual más extravagante. Y, en parte, por eso hemos llegado hasta aquí.
¿Por qué el ser humano tiene un pene gigantesco en comparación con el de otros primates? ¿Por qué tenemos sexo en privado y no en público?
¿Por qué los hombres no dan el pecho a sus bebés, cuando tienen pezones funcionales? Si no los usan, ¿por qué tienen pezones? Ya puestos, ¿para qué sirven los hombres? ¿Por qué el ser humano tiene un pene gigantesco en comparación con el de otros primates? ¿Por qué tenemos sexo en privado y no en público?
Son algunas de las preguntas a las que Diamond responde en su libro más ameno, que sirve como una estupenda introducción a la filosofía de un autor que, sin resultar denso, tiende a obras enciclopédicas y poco ‘veraniegas’. Los lectores que quieran introducirse en el fascinante trabajo de Diamond no encontrarán un mejor punto de partida, con la salvedad del también breve –aunque más complejo– Sociedades comparadas.
Mucho más que sexo
Diamond nunca da puntada sin hilo. ¿Por qué es divertido el sexo? es mucho más que el clásico compendio de curiosidades científicas. El investigador defiende que entender cómo ha evolucionado la sexualidad humana sirve también para comprender otros de nuestros rasgos característicos, como la cultura, la capacidad de hablar, la relación entre padre e hijo y hasta el dominio de herramientas.
Diamond mantiene que nuestra estrafalaria sexualidad fue esencial para la evolución
“Los paleontólogos atribuyen normalmente la evolución de estos rasgos a nuestra adquisición de cerebros más grandes, así como a la de la postura erecta. Yo mantengo la teoría de que nuestra estrafalaria sexualidad fue asimismo esencial para su evolución”, sostiene Diamond en el prefacio del libro.
Durante el camino en el que Diamond nos convencerá –o no– de esa idea, descubriremos que los hombres son capaces de lactar, que el pene en erección de nuestros ancestros medía unos 4 centímetros y que las mujeres ‘ocultaron’ su ovulación a sus parejas para proteger a sus crías del infanticidio, y con ello abrieron las puertas al sexo recreativo, la monogamia y los cuidados familiares.