Científicos de Bonn estudian un mecanismo a través del cual la ansiedad persiste o no en nuestro cerebro, el cual está determinado por la producción de una sustancia que se llama dinorfina, este descubrimiento podría ayudar a desarrollar nuevos tratamientos contra el estrés postraumático.

El estudio llamado “Dynorphins regulate fear memory: from mice to men, fue publicado en el Journal of Neuroscience, y dice que el sentimiento de ansiedad es muy efectivo para prevenir que las personas se involucren en situaciones de riesgo porque es una mecanismo de defensa, pero en general, los que sufren un evento traumático, tienden a evitar el lugar o cualquier cosa que les recuerde el incidente, porque les provoca ansiedad y miedo, con el tiempo y si no sufren otra situación opresiva, gradualmente la ansiedad y el miedo desaparecen.

“La memoria de algún evento traumático no se borra simplemente, si no que implica un arduo proceso de aprendizaje en el que el afectado cae en la cuenta que ya no debe tener miedo porque el peligro o trauma que vivió ya pasó”, dijo el doctor Andras Bilkei-Gorzo del Institute for Molecular Psychiatry de la University de Bonn.

Sin embargo, el estrés psicológico provocado por situaciones extremas como la guerra, accidente, secuestro o las catástrofes climatológicas, pueden provocar estrés crónico durante meses o más; en estos casos y otros de menor impacto, parece que hay personas que olvidan o superan su ansiedad con más facilidad que otras.

Los científicos de la Unversity of Bonn, tratan de dar una respuesta, “fuimos capaces de  demostrar que la dinorfina juega un papel muy importante para dejar pasar o liberarse de la ansiedad, nos dimos cuenta que entre mayor es la producción de dinorfina, menor es la ansiedad”, dijo el doctor Andreas Zimmer, director del Institute for Molecular Psychiatry.

La dinorfina pertenece al grupo de los opioides endógenos (producidos por el cuerpo humano), junto con la endorfina, la cual tiene un efecto analgésico y eufórico, relacionado con las actividades que nos dan placer, como comer, hacer ejercicio o la actividad sexual. Por el contrario, la dinorfina es conocida por poner freno o amortiguar los estados de ánimo.

Este efecto se comprobó en un grupo de ratones genéticamente alterados para no producir dinorfinas, estos fueron sometidos a estrés con una pequeña descarga eléctrica, lo animales sin la capacidad para producir la dinorfina mostraron los signos de la ansiedad por mucho más tiempo que los animales que sí la producían. También se observó que el gen origina una variante en la secreción de esta sustancia, es decir, que no todos los individuo producen la misma cantidad de dinorfina, de ahí que cada quién supere la ansiedad a diferentes ritmos.

Esta variabilidad fue comprobada con un grupo de 33 voluntarios divididos en dos grupos, el primero con personas con una tendencia genética a producir más dinorfina y el otro, menos. Los estímulos visuales a los que fueron sometidos para provocar ansiedad, persistieron durante más tiempo en las personas del segundo grupo que en las del primero, que mostraban signos mucho menores de ansiedad, como sudoraciones y palpitaciones.

Con estos resultados y otras observaciones que se hicieron en la estructura del cerebro y las partes involucradas en la ansiedad, lo investigadores buscarán algunas alternativas para tratar a personas que sufren de ansiedad crónica o que no pueden olvidar el trauma que sufrieron.

 

Bibliografía

Andras Bilkei-Gorzo, Susanne Erk, Britta Schürmann, Daniela Mauer, Kerstin Michel, Henning Boecker, Lukas Scheef, Henrik Walter, and Andreas Zimmer. (2012). “Dynorphins Regulate Fear Memory: from Mice to Men”. The Journal of Neuroscience.

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