“Hoy hablo, pues, y hablo con pena, porque desearía que lo que va a leerse no hubiera sido necesario escribirlo, que nada va ganando la patria con ello; hablo además con el dolor profundo de mi alma, al ver trocarse sobre mi pecho la levita azul del marino por la levita negra del ciudadano”. Así se lamentaba Isaac Peral en un manifiesto que escribió y publicó a costa de su propio bolsillo en 1891, en un medio satírico llamado El Matute, el único que accedió a difundirlo.
La tristeza y el descontento de Peral no eran injustificados. Un año antes, el Ministro de la Marina calificaba el previamente alabado submarino del inventor cartaginés de “cacharro inútil”, revela a SINC Juan Luis Torras, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Navales de Murcia.
Cuando han pasado 125 años desde la botadura de la nave, el 8 de septiembre de 1888, el caso de Peral sigue considerándose “el resultado de una miopía estratégica e industrial que nos privó de una ventaja competitiva en el escenario naval y de desarrollar una base industrial de construcción de submarinos”, explica el vicealmirante José Manuel Sanjurjo, académico de la Real Academia de Ingeniería (RAI).
“Casi podría afirmarse que, de haberse continuado con su línea de desarrollo, el resultado de la guerra del 98 habría sido otro”, sentencia.
A pesar de las innovaciones del diseño de Peral, con “propulsión eléctrica, medios de maniobra vertical y horizontal, un mecanismo para mantener la navegación a cota y su capacidad para disparar torpedos en inmersión”, según enumera Sanjunjo, la figura del inventor “se diluyó” tras los rifirrafes sufridos con sus superiores.
Plano del submarino
Por eso hoy “es difícil encontrar una publicación especializada que sitúe a Peral como uno de los innovadores del submarino”, lamenta el miembro de la RAI. No obstante, el esfuerzo conjunto de la ciudad de Cartagena y la Armada está logrando “colocar en el lugar que le corresponde a un innovador como Peral, del que todos deberíamos sentirnos orgullosos”, concluye.
Parte de los esfuerzos a los que se refiere Sanjunjo culminaron el pasado 12 de septiembre. Desde esta fecha el submarino, restaurado según los criterios Instituto del Patrimonio Cultural de España, se exhibe en el Museo Naval de Cartagena dentro de una sala acristalada de 1.200 metros cuadrados. La han bautizado “Sala Isaac Peral”.
Han sido necesarios años de perseverancia de los impulsores del Proyecto para la Restauración del Torpedero Submarino de Isaac Peral hasta que la nave, por fin, llegó al museo.
“Hace cinco años, buscando unos planos para construirme un modelo a escala del submarino, encontré más de 300 planos originales en el Archivo Histórico Nacional”, cuenta Jose Ignacio Chacón Bulnes, escritor del libro Submarino Peral, día a día de su construcción, funcionamiento y pruebas, y asesor de los trabajos de restauración, que se han basado en estos bocetos originales.
El mayor hallazgo ha sido el descubrimiento de la explicación detallada, escrita de puño y letra por Isaac Peral, sobre el funcionamiento del aparato de profundidades, que permitía la inmersión del submarino hasta la distancia deseada. Según Chacón, miembro de la comisión técnica, “este documento, que se creía destruido, nos detalla cómo funcionaba el más importante de los equipos del submarino”.
Al encontrar tan valioso material, decidió darlo a conocer. Sin embargo, “no quería una biografía más de Isaac Peral” sino que su propósito era “darle el protagonismo al submarino, el día a día de su construcción, funcionamiento, pruebas e historia. Por este aparato potencias extranjeras le ofrecieron cheques en blanco. Peral siempre les contestó que su invento no estaba en venta, pues pertenecía a todos los españoles”.
“El submarino es el icono de la ciudad de Cartagena y desde niño siempre tuve la curiosidad de saber cómo era por dentro –explica Chacón–. A medida que indagaba en su vida, cada vez sentía más admiración por este hombre”.
En abril de 2011, para concluir con su investigación, el científico y otro de los miembros de la comisión, Diego Quevedo Carmona, tomaron unas fotografías del interior del submarino que enseñaron posteriormente a Javier Sanmateo, biznieto de Peral, al que no agradó su mal estado de conservación. “Él habló con la Fundación Juanelo Turriano, que enseguida se interesó por la pieza –comenta Chacón–. Mientras, yo lo consulté con mi hermano José Manuel, a quien se le ocurrió la idea de trasladarlo a la antigua nave de fundición del arsenal de Cartagena”.
El verdadero proyecto de restauración comenzó entonces, con los trabajos y estudios que llevaron al traslado del submarino a su nueva ubicación, cuyo acondicionamiento fue dirigido por el hermano del investigador, el arquitecto Jose Manuel Chacón Bulnes, que también se encargó de la rehabilitación. Posteriormente, el arqueólogo José Antonio Martínez López llevaría a cabo la redacción y coordinación del plan museológico.
Dado que en 1965 la nave se extrajo del arsenal donde se mantuvo hasta entonces y pasó a las manos del Ayuntamiento, todo llevaba a pensar que “la Armada había regalado el submarino al pueblo de Cartagena”, puntualiza el investigador. El equipo investigó y descubrió que “el submarino siempre había pertenecido a la Armada, que solo autorizó un cambio de ubicación”, concluye Juan Ignacio Chacón.
Desde los años 60 se ha expuesto en las calles de Cartagena, “en dos lugares diferentes pero próximos al paseo del puerto o paseo Alfonso XII – explica José Manuel Chacón–. En 1991 se trasladó por carretera a la exposición universal de Sevilla”.
Cuando comenzaron las labores de traslado, el estado de conservación de la nave era “regular en un 60% del casco, malo en un 30% y muy malo en un 10%”, destaca el arquitecto. Hasta entonces, la superficie oxidada nunca había sido tratada con “rigor científico” y las operaciones de mantenimiento habían sido “las habituales para las superficies de chapa sobre acero”, por lo que la oxidación había dañado los materiales durante todas las décadas que se mantuvo a la intemperie.
Pruebas del submarino
Aunque su interior aún presenta algunos elementos estructurales originales, carece de las piezas que permitían su funcionamiento. También “quedan algunos vidrios de las portillas, alguna pieza o rueda dentada de la hélice de popa y una bancada de uno de los motores”, indica José Manuel Chacón.
Se conservan las cuatro hélices originales con sus ejes. Según su restaurador, “las de propulsión están mejor conservadas que las de profundidad”. Debido a que el inventor se vio obligado a desmontar el artefacto, “se perdió todo o casi todo. Sabemos que el tubo lanzatorpedos, por ejemplo, fue solicitado por la escuela de torpedos de Cartagena”, afirma el arquitecto.
A la hora de acondicionar la sala donde se exhibe el ingenio de Peral, era necesaria una coherencia entre los materiales empleados y la tecnología para crear una atmósfera donde cada elemento estuviera perfectamente integrado. Como indica el diseñador del emplazamiento, “la plataforma donde descansa el artefacto, la nave donde se aloja y el propio submarino participan de una misma escenografía”.
Hoy, el submarino Peral descansa bajo la mirada de los visitantes del Museo Naval de Cartagena. El marino y su máquina no recibieron el reconocimiento que se merecían, pero Juan Luis Torras alude a la profecía del dramaturgo y Premio Nobel de literatura Jose Echegaray: “La ciencia le hará justicia”.
Si no existía, él lo inventaba
“Inicialmente Isaac Peral no intentó diseñar un submarino tal y como lo entendemos hoy; su intención fue la de crear un torpedo sumergible”, asegura Sanjurjo. Y así precisamente denominó el cartaginés a su idea en 1884: proyecto de torpedo sumergible, cuyas primeras notas se escribieron “en secreto”, aclara el decano.
Una vez iniciada su construcción, la nave de Peral fue sufriendo modificaciones. “Él era un gran conocedor de los avances técnicos, estudió alemán para conocer en profundidad la electricidad y se interesó por los desarrollos de los torpedos, lo que hizo que fuera mejorando su proyecto con las grandes aportaciones de su invención”, asegura Torras.
Juan Ignacio Chacón coincide con el decano del Colegio Oficial de Ingenieros Navales de Murcia. “Peral compró lo último en tecnología de su época y cuando esa tecnología no llegaba, la desarrollaba o inventaba”, recalca.
Lanzatorpedos en inmersión
Las innovaciones del diseño de Peral fueron múltiples: “Propulsión eléctrica, medios de maniobra vertical y horizontal y un mecanismo para mantener la navegación a cota –enumera Sanjunjo–. Quizás lo más destacado fuera la capacidad de disparar torpedos en inmersión”.
El artefacto se alimentaba por medio de 613 acumuladores, contaba con dos motores de propulsión de 30 caballos de vapor y otros dos de profundidad de 4 caballos, que formaban parte del aparato de profundidades.
La prueba definitiva de su eficacia tuvo lugar el 7 de junio de 1890, cuando el submarino se sumergió a 10 metros de profundidad, navegó durante una hora y emergió en unas coordenadas preestablecidas. “Este logro hizo a Peral ser el primero en realizar la primera navegación submarina de la historia”, destaca Juan Ignacio Chacón.
La tripulación durante aquella demostración constaba de cinco oficiales y cinco marineros, “todos ellos expertos en mecánica, electricidad y torpedos”, puntualiza, acompañados por Peral, que ejercía de comandante.