provechando para realizar observaciones científicas hasta el último momento, la misión Rosetta finalizará el 30 de septiembre con su descenso sobre una región de fosas activas en la ‘cabeza’ de 67P/Churyumov–Gerasimenko.
Esta región, conocida como Ma’at, se encuentra en el menor de los dos lóbulos del cometa. Alberga varias fosas activas de más de 100 m de diámetro y entre 50 y 60 m de profundidad, en las que se originan una serie de chorros de polvo.
Las paredes de las fosas también muestran unas enigmáticas estructuras granulosas de un metro aproximadamente, denominadas ‘piel de gallina’. Los científicos creen que podrían indicar la existencia de antiguos cometesimales, que al fusionarse en las primeras fases de formación del Sistema Solar dieron lugar al cometa.
El 30 de septiembre, Rosetta observará estas fascinantes estructuras desde más cerca que nunca: ese día, la sonda se dirigirá a un punto adyacente a una fosa bien definida, de 130 m de ancho, que el equipo de la misión ha bautizado de manera informal como Deir el-Medina, ya que cuenta con una estructura de apariencia similar al antiguo poblado egipcio del mismo nombre.
Igual que los objetos encontrados en el yacimiento arqueológico muestran a los historiadores cómo era la vida en el poblado, la fosa del cometa presenta indicios sobre el devenir geológico de la región.
Rosetta impactará en un punto muy cercano a Deir el-Medina, dentro de una elipse de unos 700 x 500 m.
La sonda lleva desde el 9 de agosto trazando órbitas elípticas cada vez más cercanas al cometa y, durante el último sobrevuelo, podría quedar a 1 km de la superficie, una distancia nunca antes alcanzada.
“Aunque Rosetta lleva sobrevolando el cometa dos años, nuestro mayor reto será mantenerla operativa sin problemas durante las últimas semanas de la misión en el entorno impredecible de este cometa, y tan lejos del Sol y la Tierra”, explica Sylvain Lodiot, responsable de operaciones de la sonda para la ESA.
“A medida que nos vamos acercando al cometa, ya estamos notando la diferencia en la atracción gravitacional: el periodo orbital de la sonda se está incrementando, por lo que debemos corregirlo mediante pequeñas maniobras. Por eso tenemos que llevar a cabo estas órbitas de descenso gradual, para poder enfrentarnos a estos problemas cuando tenga lugar el acercamiento final”.
El sobrevuelo final se completará el 24 de septiembre. A continuación, durante los siguientes días se llevarán a cabo una serie de maniobras necesarias para alinear a Rosetta con el lugar del impacto, ya que pasará de las órbitas elípticas alrededor del cometa a una trayectoria que acabará con su impacto sobre la superficie del cometa el día 30 de septiembre.
La maniobra de colisión tendrá lugar la noche del 29 de septiembre, iniciando el descenso desde una altitud de unos 20 km. Rosetta efectuará una lenta caída libre hacia el cometa para maximizar el número de mediciones científicas que se podrán tomar y enviar a la Tierra antes del impacto.
Algunos de los instrumentos científicos de Rosetta recogerán datos durante el descenso, ofreciendo imágenes únicas y otros datos sobre el gas, el polvo y el plasma a muy corta distancia. Aún no se ha determinado qué instrumentos se utilizarán ni su agenda, ya que esto depende de las limitaciones de la trayectoria final prevista y de la velocidad de datos disponible ese día.
Está previsto que el impacto se produzca en una ventana de 20 minutos alrededor de las 10:40 GMT, aunque aún no se sabe con certeza cuál será la trayectoria exacta de Rosetta ese día ni la influencia de la gravedad a tan poca distancia del cometa. Teniendo en cuenta que el 30 de septiembre la comunicación entre Rosetta y la Tierra tardará 40 minutos en transmitirse, esperamos obtener la confirmación del impacto en el control de la misión de la ESA en Darmstadt, Alemania, en una ventana de 20 minutos alrededor de las 11:20 GMT (13:20 CEST). Las horas concretas irán actualizándose a medida que la trayectoria se vaya precisando.
Si, cuando Rosetta despertó de su hibernación en el espacio profundo en enero de 2014, un pico ascendente en la frecuencia correspondiente confirmó que la sonda estaba operativa y transmitía su señal portadora, esta vez los controladores de la misión verán cómo esa señal desaparece definitivamente cuando Rosetta impacte en la superficie del cometa. A partir de ese momento ya no será posible recuperar dato alguno.
“El mes pasado celebramos el segundo aniversario de la llegada al cometa y el primero desde su máximo acercamiento al Sol a lo largo de su órbita, —recuerda Matt Taylor, científico del proyecto Rosetta de la ESA—. Cuesta creer que esta increíble odisea de 12 años y medio de Rosetta esté a punto de terminar y, aunque estamos planificando el último conjunto de operaciones científicas, ya estamos deseando ponernos a analizar el montón de datos disponible, a lo que dedicaremos las próximas décadas”.
Patrick Martin, responsable de la misión Rosetta de la ESA, añade: “Aunque esta misión pionera acabe, su enorme éxito ha dejado huella en los ámbitos técnico, científico y público, con logros increíbles que contribuirán a nuestra comprensión presente y futura del Sistema Solar”.