Un grupo de investigación multidisciplinario se dio a la tarea de modelar y reconstruir en 3D urnas cinerarias —aún por fechar— que fueron recuperadas en un salvamento arqueológico.
El proyecto de investigación incluyó la intervención de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), del Hospital General de México “Dr. Eduardo Liceaga” y del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (Ccadet).
Ello debido a que el proyecto incluyó desde el rescate de las urnas y el análisis de los restos contenidos en ellas, hasta el desarrollo de un algoritmo y tecnología especializada en la modelación 3D. Además, en una siguiente etapa se creará equipo para realizar microexcavaciones guiadas.
La obra y sus hallazgos
El doctor José Luis Punzo Díaz, profesor investigador en el INAH, explicó que al comenzar los trabajos para la construcción de una presa de riego en una comunidad cercana a Huetamo, Michoacán, aprovechando el vínculo existente con la Comisión Nacional del Agua (Conagua), se realizaron algunos trabajos de exploración en la zona.
“Realizamos varias excavaciones en las zonas que iban a ser afectadas por los diques y las cortinas de la presa, así como en las áreas de inundación. Al realizar la excavación en un sitio arqueológico denominado Los Tamarindos, en el cual, pese a su pequeña superficie, se encontró una enorme cantidad de urnas cinerarias, las cuales albergan las cenizas y huesos triturados de diversos individuos”.
Detalló que al final de la excavación se obtuvieron 42 urnas funerarias en un espacio de 38 metros cuadrados. “Una vez que se llevó a cabo el trabajo arqueológico en campo, el material obtenido se trasladó al laboratorio, donde se aplicó una microexcavación para identificar los elementos contenidos en la urna”.
Ventana a una nueva colaboración
De acuerdo con Punzo Díaz, al realizar el proceso de microexcavación, identificaron que se trataba de una tarea complicada debido a que el contenido de las urnas se integraba por huesos muy pequeños, muy triturados y con gran cantidad de cenizas, sobre todo, por la enorme cantidad de ofrendas que se encontraban en el interior.
“Ese contenido nos llevó a reconsiderar la manera en la que estábamos trabajando, así que nos acercamos a la doctora Ingris Peláez Ballestas, del Hospital General de México Dr. ‘Eduardo Liceaga’, para platicarle la problemática y nos ayudara a buscar una estrategia distinta de registro y conservación de las piezas”.
Entrevistada también por la Agencia Informativa Conacyt, la doctora Ingris Peláez Ballestas explicó que el primer acercamiento con el doctor Punzo Díaz se dio debido al interés que ella tiene por la paleopatología —estudio de las enfermedades padecidas por personas y animales en la antigüedad—, estudios que serían posibles gracias a los huesos contenidos en las urnas.
“Cuando el doctor se acercó a mí me dijo que buscaba mi ayuda para entender qué sucedió con las personas contenidas en las urnas, cómo murieron y por qué les ocurrió eso. Asimismo, mi participación consistió en identificar por qué tenían cierta distribución los entierros y el material contenido en ellos (…) Creemos que los entierros son de un mismo periodo, aún estamos en el análisis pero mi función es tratar de identificar por qué hay 42 entierros en una misma temporalidad”.
Asimismo, señaló que se sumó a los trabajos aun cuando las urnas se encontraban en el sitio del hallazgo y desde donde identificaron que al tratarse de urnas tan pequeñas, sería una tarea difícil. “Una vez que tuvimos las urnas en el laboratorio, se plantearon la necesidad de encontrar alternativas diferentes a la microexcavación y la sugerencia fue a través de imágenes como las que se utilizan en el área médica”.
Explicó que gracias a que el Ccadet cuenta con una unidad que trabaja dentro del hospital, se acercó al doctor Alfonso Gastélum a quien pidió ayuda para identificar la mejor forma de obtener imágenes de las urnas sin destruir el material en su interior.
Fue en ese momento cuando comenzó su participación en el proyecto, la cual continúa hasta la fecha; derivado de ella se comenzó con la modelación 3D e incluso se avanzó esa modelación a la impresión de los objetos que contiene la urna a través de impresoras 3D.
El desarrollo tecnológico que derivó en una nueva metodología arqueológica
En charla para el programa En Entrevista de Radio con Ciencia, producción de la Agencia Informativa Conacyt, Alfonso Gastélum Strozzi dijo que en un primer acercamiento se analizaron las condiciones del estudio, principalmente las dimensiones de las piezas y el tipo de materiales que contenía la urna.
Tras esos análisis, se determinó que la mejor opción era la tomografía computarizada —que se realizó de manera inicial a nueve urnas—. “Ya que se obtienen las imágenes se observa que la cantidad de piezas no es homogénea y la cantidad de piezas como cascabeles o aros tampoco está presente en todas las urnas. Al concluir que el acomodo de las urnas difiere, más algunos resultados del trabajo de la doctora (Peláez Ballestas) en torno al tipo de hueso, se decide hacer la reconstrucción tridimensional de todas las piezas para obtener lo que nosotros llamamos descriptores de forma”.
De acuerdo con el propio investigador, esta necesidad de modelar en 3D el contenido de las urnas, dio paso a la creación de un nuevo algoritmo y a la construcción de nueva tecnología para cumplir la tarea.
“Había dos problemas por resolver; por un lado, desarrollar tecnología para realizar una microexcavación guiada y que en el momento en el cual se esté excavando, a través de medios de visión por computadora se dé información a quien realiza la excavación para que identifique en qué lugar y posición se encuentra la pieza que está extrayendo —información de suma importancia para los investigadores. Ante ello, básicamente se desarrollará un sistema que permita observar en tiempo real los datos de la excavación en una computadora”.
El segundo problema, dijo, el cual se atendió de manera inmediata, es lograr que a través de la tomografía se obtengan medidas de forma y de la distribución que pudieran ayudar a describir qué pasó en esa urna antes de excavarla, identificar por qué en algunas hay cascabeles y en otras no.
“Así, los especialistas sabrán antes de excavar en qué urna deben trabajar y en cuál no, de acuerdo a lo que estén buscando. Por ejemplo, el doctor Punzo Díaz es experto en cascabeles y a él solo le interesan las urnas donde hay cascabeles; nosotros le podemos decir en cuáles sí y en cuáles no, para que no las tenga que excavar todas”.
Explicó que el trabajo desarrollado en esta etapa va más allá de ello, ya que no solo se limitan a obtener la imagen que indique exactamente en dónde y en qué posición se encontraban los objetos dentro de la urna, sino que permitirá realizar una reimpresión 3D de los objetos con la finalidad de que el investigador pueda tocarlos, manipularlos, moverlos y así tenga más elementos para realizar sus fechamientos.
“A través de estas técnicas nosotros podemos apoyar, mediante tecnología, a los investigadores para que tengan más elementos al analizar las piezas de sus hallazgos”. Añadió que para lograrlo se diseñó un algoritmo especializado para la modelación en 3D, el cual ya se concluyó.
Asimismo, se está trabajando un paquete que los investigadores puedan tener en sus laboratorios, el cual contenga una interfaz de usuario más amigable para que ellos mismos puedan modelar de una forma más fácil sin la necesidad de que estén manejando el programa para ellos.
Al respecto, el doctor Punzo Díaz manifestó que la colaboración del doctor Gastélum es de gran valía porque dio paso a una nueva metodología en el análisis arqueológico que se hace a los salvamentos. “La investigación no invasiva en arqueología es una tendencia que tiene muchos años desarrollándose y hay trabajos donde se han desarrollado técnicas parecidas (…) No obstante, lo que es realmente novedoso es que se trata de un desarrollo tecnológico hecho a la medida para este proyecto”.
Sin embargo, reconoció que la técnica (y el desarrollo) bien podrían ser objeto de transferencia tecnológica para estudios similares en el campo de la arqueología en México e incluso a nivel internacional.
Con él coincidió la doctora Peláez Ballestas al manifestar que en el campo es muy novedosa esta técnica. “Para nosotros esa fue parte de la misma sorpresa, que esto no se hacía en el campo de la arqueología aun cuando la tendencia nos llama a buscar opciones de tecnología no invasiva (…) Esta tecnología es muy novedosa porque nos permitirá hacer excavaciones dirigidas, además de ello el costo del desarrollo tecnológico es muy bajo considerando que surge de esquemas de colaboración ya existentes», aseveró.
¿Qué es un salvamento arqueológico?
De acuerdo con la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, promulgada en 1972 por el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez, siempre que el gobierno federal y el del Distrito Federal (ahora Ciudad de México) realicen obras públicas, deberán realizar los rescates arqueológicos correspondientes.
El artículo 18 de dicha Ley señala: “El gobierno federal, los organismos descentralizados y el gobierno del Distrito Federal, cuando realicen obras, estarán obligados, con cargo a las mismas, a utilizar los servicios de antropólogos titulados, que asesoren y dirijan los rescates de arqueología bajo la dirección del Instituto Nacional de Antropología e Historia y asimismo entreguen las piezas correspondientes a este instituto”.
Estipula también: “Los productos que se recauden por los conceptos anteriores y otros análogos formarán parte de los fondos propios de los institutos respectivos. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público cuidará que dichos institutos tengan oportunamente las asignaciones presupuestales suficientes para el debido cumplimiento de sus funciones y responsabilidades”.
Para cumplir dicha regulación, incluso el INAH cuenta con una Dirección de Salvamento Arqueológico, misma que suma más de 40 años de experiencia. En ese contexto, el doctor José Luis Punzo Díaz, profesor investigador en el INAH, explicó que la legislación vigente en el país marca que todos los bienes arqueológicos, construidos previo a la cultura hispana, deben ser objeto de protección legal, ya que son bienes de la nación.
Es decir, cualquier obra de infraestructura mayor o menor, que se hace en el país, tiene la obligación de contar con una liberación de los vestigios arqueológicos que se encuentren. De tal suerte que presas, carreteras y las líneas de transmisión eléctrica, entre otras obras públicas, deben contar con esa liberación.
A ello, dijo, se le conoce como salvamento arqueológico. “Un salvamento arqueológico se valora en dos medidas, áreas completas de exclusión de trabajos, es decir, donde definitivamente no se puede llevar a cabo la obra y, por el otro lado, las áreas de salvamento, donde se lleva a cabo una intervención arqueológica, se recuperan todas las piezas existentes y posteriormente se realiza la obra”.