El objeto ‘libro’ es siempre centro de debates o furiosas batallas. Desde la quema pública por la herejía que podían contener, hasta el reparto masivo en escuelas o estadios deportivos como si fueran el antídoto del mal. Hoy, el libro no sólo protagoniza una lucha por la supervivencia en el papel: el concepto mismo de la lectura está cambiando.
Para Oscar Traversa, profesor de la materia “Antropología de la Comunicación”, en la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, hay que remitirse al impacto que generó en la lectura la aparición de la fotocopia, que implicó “no sólo una lectura fragmentaria, sino también la pérdida de contacto con el objeto de origen”. Traversa explica que una fotocopia de un libro es “un fragmento transformado, ni siquiera es un trozo de ese libro”. Se produce, así, una ruptura con la unidad, “propia de un cierto momento de la historia en el que la operación de fragmentación pone en duda hasta a las propias partes”. Fragmentos, rupturas, multiplicidad son todas características de ese nuevo momento al que se refiere Traversa.
Lectura digital
A medida que avanza la digitalización de los textos -principalmente diarios, revistas o libros- cambian los modos de lectura que desarrollan las personas. “Estos objetos -señala Traversa a Argentina Investiga- existen en la actualidad sobre papel y sobre internet. Lo que observamos es que los lectores adultos, cuya incorporación al mundo de la digitalización fue tardía, prefieren leer cierto tipo de materiales sobre papel y otros en digital. Los mayores viven la lectura como un acto ceremonial de apropiación, un acto de contacto con el objeto fetichizado”. En cambio, según esta investigación, “alguien más joven, de alrededor de treinta años, prefiere leer en la pantalla y considera más atractivo hacerlo de ese modo”. “Donde encontramos mayor coincidencia es en la lectura de la noticia, que es tremendamente fácil de leer en soporte digital”, agrega.
En cambio, en relación a la lectura literaria y todo tipo de ficción narrativa, se sigue imponiendo el mundo del papel. “Es difícil establecer las razones, pero eso está allí. Posiblemente la apropiación del objeto, la cercanía del objeto, sea una de ellas”, afirma el profesor.
Los primeros señalamientos en este campo de investigación, en opinión de Traversa, marcan una diversidad en cuanto a la elección de momentos y privilegios de ciertos modos de lectura. “Estamos, todavía, en una etapa de transición y no de definición de los actos de lectura, y quizás esta etapa sea muy larga”, destaca el semiólogo.
Del texto al hipertexto
Existen visiones negativas del fenómeno de la lectura digital, sobre todo de la lectura en la web. Los críticos señalan una tendencia hacia la lectura superficial y no comprensiva, en oposición a la lectura concentrada y duradera de otras épocas. La hiperconexión, es decir la recepción y el procesamiento de información en forma constante por diversos medios, y el hipertexto tentarían a la desviación permanente de la atención.
Sin embargo, Traversa relativiza esta mirada: “Yo era un lector hipertextual sin hipertexto, porque estaba moviéndome de texto en texto de modo permanente. Quizás, amigos míos pueden descansar sobre un mismo texto durante muchísimas horas. Es posible que cierta configuración del material digital presente la posibilidad de un movimiento de mariposa más fuerte. Pero, en realidad, lo que determina ese movimiento no es la inducción del medio, como suele pensarse”.
La mirada que destaca la determinación del soporte técnico sobre los procesos culturales no es nueva, y tiende a ser la primera respuesta frente a fenómenos complejos. Por eso, los investigadores de la cultura pretenden complejizar las preguntas: “La carga informativa no es una cuestión nueva; lo nuevo es su expansión. Cualquier persona a la que se le hubiera ocurrido visitar una biblioteca de tamaño considerable se encontraba con una diversidad enorme y, posiblemente, necesitara unos días de entrenamiento para no perderse y concentrar sus esfuerzos en algo”.
Y frente a quienes se lamentan por el caos que puede implicar la abundancia informativa que habilita el soporte digital, Traversa retruca: “Yo le asigno más virtud que defecto a esa diversidad, porque hubo momentos de la historia en que la carencia de información y la dificultad de acceso eran serias. La web ayudó a llegar a lugares que antes eran difíciles”.
El libro no va a morir
Cuando a mediados del siglo XV el alemán Johannes Gutenberg dio a conocer el primer libro tipográfico de la historia, la humanidad se conmovió hasta sus cimientos. Desde aquel hito hasta la actualidad mucho ha pasado. Y hoy la pregunta que cae de maduro es brutal y directa: ¿va a morir el libro en papel? “Yo diría que van a caducar ciertas modalidades de lectura, por lo que ciertas características que han transitado por las tecnologías de papel ya no estarán. Quizás también se modifiquen los criterios de publicación y muchos empiecen a notar que algunas cosas irán hacia el papel y otras sólo a lo digital, es decir, va a cambiar el equilibrio actual”, sostiene.
Desde este punto de vista, lo que se produce son transformaciones en las modalidades del consumo cultural: “Es muy posible que el papel no muera nunca y que adquiera un estatuto distinto al que tiene ahora. Posiblemente, las modalidades de la digitalización también cambien y no sean las mismas que hay hoy, porque las potencialidades tecnológicas son de enorme magnitud”, señala el docente. Por lo tanto, resulta interesante, también, prestar atención al devenir de lo que Traversa denomina ‘los reservorios de la memoria’, objetos que van desde los libros hasta los discos ópticos, los pendrives o la web misma. La transformación es permanente.
La dificultad para predecir este tipo de procesos es una constante en el análisis cultural. “Todavía hay apasionados de la radio -agrega Traversa- y es un medio que se sigue viviendo con una intensidad extraordinaria. Estaban quienes auguraban que la televisión iba a desplazar a la radio, pero no fue así”, ejemplifica. Por lo tanto, el escenario se va modificando a medida que los medios influyen unos sobre otros. Aparecen nuevas modalidades, no sólo de producción sino de consumo y lectura.
Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires