Los dueños de unos telómeros largos viven más tiempo, pero también tienen sus inconvenientes. Estas regiones de los cromosomas, situadas en sus extremos, protegen a las células del envejecimiento y su longitud se relaciona con una mayor longevidad y mejor salud. Pero ahora, una investigación publicada en la revista científica Nature Genomics revela que dos variantes genéticas (TERT y TERC) relacionadas con la prolongación de los telómeros están asociadas con un mayor riesgo de desarrollar glioma, un cáncer mortal de cerebro.
Este hallazgo es producto de un estudio liderado por la Universidad de California en San Francisco (EE UU) en colaboración con la Facultad Clínica Mayo (EE UU) y la Universidad de Leicester (Reino Unido).
“Tener los telómeros largos puede ser bueno para reducir algunos problemas de salud y retrasar el envejecimiento. Sin embargo, también favorece que algunas células vivan más, lo que es un distintivo propio del cáncer”, explica Kyle Walsh, uno de los autores del trabajo en la Universidad de California.
Las variantes a las que se refiere la investigación, pertenecientes a dos genes distintos, son muy comunes entre la población general, con un 51% y 72% de prevalencia, respectivamente. Pero, según los autores, el beneficio que proporciona tener unos telómeros largos –la robustez celular que aportan– triunfa sobre el riesgo de aparición del glioma.
“TERC y TERT aumentan el riesgo de glioma un 30% y un 40% cada una. Pero debido a que los gliomas son infrecuentes, incluso una persona con mayor probabilidad de la normal sigue teniendo pocas probabilidades de desarrollar este tipo de tumor”, aclara Walsh a Sinc.
Margaret Wrensch, autora principal del estudio y científica de la universidad californiana, señala un dato curioso: “No es raro que las personas diagnosticadas con glioma comenten que nunca antes han estado enfermas”.
Dos genes, una misma vía
Durante la investigación, los autores analizaron el genoma de 1.644 pacientes de glioma y 7.736 individuos sanos. Además se incluyó información de algunos participantes en el proyecto Atlas del Genoma del Cáncer. Los resultados del análisis confirmaron la conexión entre TERT y los gliomas, relación ya hallada en trabajos anteriores. Pero esta vez, además, se identificó la otra variante, TERC, como nuevo factor de riesgo de este tipo de cáncer.
“Dado que ambos genes están implicados en la misma vía, que es la regulación de la telomerasa –enzima que mantiene la longitud del telómero–, creemos que son subyacentes a la aparición del glioma”, declara el Walsh.
Según los investigadores, este estudio debe extenderse más allá de los gliomas, ya que la variante TERT también está implicada en el cáncer de pulmón, de próstata, de testículo y de mama; y las de TERC en leucemia, cáncer de colon y mieloma múltiple. “También –añade Walsh– se las ha relacionado con un aumento del riesgo de fibrosis pulmonar idiopática, una enfermedad progresiva de los pulmones”.
Sobre la posibilidad de que esta relación entre los telómeros y el glioma sea simplemente casualidad, Walsh es rotundo: “Hemos establecido umbrales muy estrictos para declarar que se trata de una asociación estadísticamente significativa. Una asociación como la de TERC solo ocurriría por azar en menos de una ocasión entre un millón”, concluye el experto.
Referencia bibliográfica:
Kyle M Walsh et al. “Variants near TERT and TERC influencing telomere length are associated with high-grade glioma risk”. Nature genomics. 8 de junio de 2014.