La basura es un fenómeno del que nadie podría afirmar que se encuentra exento y del que con mucho ahínco se habla: expertos sobre el tema recalcan sus perjuicios; programas ambientalistas apelan a la concientización de masas para, si no evitarla, acumularla donde se debe; el sector empresarial la sigue poniendo en nuestras manos; y la sociedad sigue produciéndola a toneladas por minuto y a inconsciencia.
Pero, ¿qué es la basura? Ésta, es una pregunta que bien podría responder alguien familiarizado con el tema, sin embargo se la responde a sí mismo el escritor argentino nacido en 1928, Noé Jitrik (Premio Xavier Villaurrutia en 1981 por su novela Fin de ritual), en una breve pero nutrida reunión con profesores y estudiantes de la Universidad Veracruzana en el Centro de Investigaciones Lingüístico-Literarias de esta universidad.
“Todo, salvo lo que no lo es, es basura”, afirma Jitrik en esta frase que da título a un interesante ensayo que, si bien aún no está dado a la imprenta, permitió vislumbrar algunas inquietudes intelectuales que bien podrían parecer cotidianas, pero que a través de un libre ejercicio de disertación pusieron de relieve puntos interesantes y nuevas perspectivas en el caso de un tema tan trillado como lo es el de la basura.
Al cuestionársele a Jitrik si sus ideas tenían algún compromiso social con las causas ambientalistas, respondió: “Si algún ambientalista serio escuchara esta charla, me reclamaría no abordar los puntos importantes de este problema social. Por el contrario, más bien lo que hice, fue jugar con la ‘basura’ como signo semiótico, es decir, qué significa, qué cosa es. Si desecho, escoria o resto, no discutir los efectos de su impacto”.
Para esto, Jitrik comenzó su charla proponiendo distintas maneras en cómo los individuos perciben este malestar social y con singular analogía propone que Dios es como la basura por su carácter de ubicuidad. Si bien para algunos la basura es algo completamente ignorado, por otro lado existen personas que gozan de ella, que la tienen presente como una deidad menor, puesto que de ella viven, aun ‘en’ ella viven.
Incluso hasta en la basura hay estratos. Noé identifica la basura útil (como la que puede ser reciclable) y la inútil (como los repudiados reactivos nucleares que necesitan tratamientos para volverlos inofensivos). “Es también sinónimo de lo peor que hay en una sociedad, al grado que esta palabra es utilizada como adjetivo calificativo en distintos idiomas”, piensa Noé.
¿Y acaso hay diferencia entre el desecho, la escoria y los restos? El desecho es lo que queda de algo, con posibilidad de ser utilizado quizá por otro organismo. La escoria, como el caso de los contaminantes nucleares, es simplemente algo que no tiene mayor función que ser un agente de peligro para todo sector, ya sea de una población como de un ecosistema. ¿Pero los restos? Jitrik los llama retóricamente sinécdoque de la basura, es decir, son sólo una parte de ésta.
Propone que nuestra memoria es un depósito donde se almacenan todos los restos de pensamiento (todo lo que tiene capacidad de ser pensado por nosotros; como una especie de “gramática de imágenes del inconsciente”) que a la hora de llevarlos a un plano como lo es el de la escritura o el del lenguaje se convierten en materia verbal; es decir ya no son restos sino, que bien ordenado, forman lo que decimos (en el caso del lenguaje, donde pensamos primero y luego hablamos), al igual que la Literatura (en el nivel de escritura), cuya calidad, si es buena, sobrevive y “las palabras resplandecen”, aseguró Jitrik, “pero si no lo es, el libro vuelve a las estanterías de librerías viejas, en donde pasan a rezagarse para después convertirse en simple y llanamente, basura” dijo por último.