En la Zona Arqueológica de Tingambato, en Michoacán, se descubrió una cámara funeraria de más de 1,000 años de antigüedad, con el entierro de un personaje aún no identificado, acompañado de 19,000 cuentas de piedra verde, concha y huesos humanos.
De acuerdo con arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), la complejidad en la arquitectura de la cámara mortuoria y la riqueza del entierro, que datan del periodo Clásico (200 a 900 d.C.), indican que se trata de los restos de un personaje de alto rango de la antigua urbe de Tingambato.
Aún no se ha podido identificar la filiación cultural del entierro, pero se infiere que, posiblemente, la cámara corresponde a la tradición funeraria de Occidente, a la que pertenecen las tumbas de tiro y las de El Opeño, aunque éstas comenzaron a construirse durante el periodo Preclásico (300 a 200 a.C.), con continuidad en un lapso del Clásico (400 a 600 d.C.).
Desde 2011 a la fecha, el INAH desarrolla el denominado Proyecto Especial Michoacán, en las zonas arqueológicas de Tzintzuntzan, Ihuatzio, Tres Cerritos, Huandacareo y Tingambato, fue en esta última donde hace unos meses se registró el hallazgo de la cámara funeraria, que mide 3.60 por 4.00 metros, y se encontró a 2.70 metros de profundidad.
El arqueólogo Melchor Cruz, coordinador de los trabajos de conservación e investigación en Tingambato, informó que las características de la que han denominado Tumba II y la riqueza del entierro indican que Tingambato debió tener una mayor importancia en la historia prehispánica de la región, que la dada hasta el momento, “puede tratarse de un centro rector del periodo Clásico mesoamericano, en la región central de lo que hoy es Michoacán”.
Detalló que el espacio funerario se compone de un techo de lajas trabajadas en formas angostas y alargadas, encimadas una en otra, pegadas con lodo, y colocadas en dirección contraria a las manecillas del reloj; en tanto que los muros son de piedra recubierta con un repellado elaborado con fibras vegetales. Este sepulcro se suma al descubierto en 1979 por el arqueólogo Román Piña Chan, denominado la Tumba I de Tingambato.
Melchor Cruz refirió que la cantidad de cuentas de concha que se hallaron en la cámara, hablan de posibles relaciones entre los antiguos pobladores de Tingambato con pueblos de la costa, por lo que también se advierte que fue un punto estratégico dentro de una ruta comercial hacia la Cuenca de Pátzcuaro.
“El acomodo del entierro fue toda una parafernalia: hasta arriba encontramos cientos de cuentas talladas en formas rectangulares y cuadrangulares, caracoles de dos a ocho milímetros de tamaño; algunos de estos materiales probablemente formaron collares, cubrían la osamenta humana a la altura del tórax y los brazos; debajo de los restos del individuo encontramos una cama de lajas colocadas sobre el piso de la cámara funeraria”.
Fue en julio de 2011, a través del Proyecto Especial Michoacán, que luego de tres décadas se retomaron las exploraciones en Tingambato, paralelas a trabajos de mantenimiento mayor de los antiguos edificios.
El descubrimiento se registró mientras se podaba la hierba y se buscaban vestigios de arquitectura prehispánica; un trabajador metió el pie en un hoyo hecho por una tuza y se le hundió unos 10 centímetros hasta que su zapato se topó con algo duro, para verificar de qué se trataba, el arqueólogo Melchor Cruz, introdujo la mano y tocó una piedra laja, entonces pensó que podría tratarse de una tumba.
Esta es la segunda tumba que se descubre en ese sitio. El especialista comentó que a diferencia de la cámara mortuoria hallada en 1979, ésta tiene un sistema estructural más complejo, caso de los muros de la cámara, los contrafuertes o desplantes del techo y la cubierta.
Según estudios de Melchor Cruz, las tumbas I y II fueron construidas antes de la nivelación del terreno para edificar la gran plataforma de Tingambato, que data de alrededor de 450 d.C.; de confirmarse esta hipótesis, “el sitio sería más antiguo de lo que se ha propuesto hasta el momento, su ocupación podría haber comenzado en el año 200 d.C.
“Hasta ahora —continuó el arqueólogo— las investigaciones indican que el poblamiento de Tingambato comenzó en el año 450 después de Cristo, cuando regularizaron el terreno, construyeron una gran plataforma y sobre ella edificaron sus templos, casas y edificios civiles”.
Dichos grupos, indicó el investigador, habitaron Tingambato hasta 600 d.C., a partir de entonces se ha identificado que hubo una influencia teotihuacana que perduró hasta 900 d.C., que quedó de manifiesto en edificaciones con talud-tablero y la construcción de habitaciones alrededor de patios hundidos.
En este sentido, Melchor Cruz destacó que como resultado del Proyecto Especial Michoacán, también se descubrió un patio hundido, dentro de un área adjunta a la Tumba II; “es el segundo que se halla en este sitio arqueológico, aunque no ha sido posible atribuir su construcción a un grupo indígena específico”
A partir de las recientes investigaciones el arqueólogo propone que los dos patios hundidos de Tingambato pudieran dar referencias de la arquitectura de sitios del Bajío, como Plazuelas y Peralta, en Guanajuato, tomando como base las investigaciones del arqueólogo Efraín Cárdenas, especialista en la región, quien plantea la edificación de los patios hundidos para el periodo de 350 a 750 d.C.
Melchor Cruz concluyó que aún faltan muchas investigaciones para definir con claridad los primeros grupos culturales que habitaron Tingambato. “Durante más de 30 años no hubo exploraciones arqueológicas por lo tanto no tenemos suficiente información; el hecho de encontrar una segunda tumba y otro patio hundido nos lleva abrir nuevas líneas de investigación para verificar la importancia de este sitio que parece haber sido mucho más relevante y multicultural de lo que hasta ahora se sabe”.