Tanto los animales como las plantas que hoy participan de nuestra vida cotidiana devinieron de un proceso de domesticación que cambió en cierta forma la historia de la humanidad. La pregunta sobre el cuándo y el por qué continúan intrigando a los científicos.
En el libro Domesticación: Moldeando la Naturaleza, escrito por Hugo D. Yacobaccio, investigador principal del Conicet en el Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en conjunto con Bibiana Vila, investigadora principal de la misma institución en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lujan (UNLU), se plantea un recorrido en el que se evidencia que los animales y las plantas, tal cual los conocemos ahora, no aparecieron de golpe, ni son consecuencia de alguna mutación que los sacó del reino silvestre y los volvió más mansos y cariñosos, sino que son el producto de una larga aventura de co-evolución con las personas de las cuales dependen, y que a su vez son dependientes de ellos.
Por medio de este proceso un ser vivo (animal o planta) modifica su estructura genética como resultado de su adaptación al entorno creado por el ser humano. Desde un punto de vista antropológico- dice Yacobaccio- “la domesticación es considerada como un hito en la historia de la humanidad, con un impacto comparable al control del fuego o a la rueda, y ha influido en las distintas civilizaciones al proveer de alimento, transporte, trabajo y abrigo”.
El primer animal que se domesticó fue el perro (Canis familiaris) que devino del lobo eurasiático (Canis lupus) hace aproximadamente quince mil años. En ese entonces los seres humanos eran cazadores-recolectores y los grupos sociales que formaban se movían continuamente en el espacio geográfico. Una hipótesis sobre la domesticación de los lobos indica que éstos se acercaron al espacio humano a comer las sobras que estos dejaban y fueron modificando su temperamento, ayudado por la actitud humana no agresiva, hasta que se convirtieron en los perros que hoy conocemos.
En el libro escrito por los investigadores se recalca un hecho interesante: durante el Paleolítico Superior- época en que se domesticó el lobo- en Europa y Asia las bandas de cazadores-recolectores predaban animales que estaban más allá de las capacidades cazadoras de los lobos, por ejemplo mamuts, los que proporcionaban suficiente carne para ambos.
Yacobaccio indica que en el caso de los gatos, estos son descendientes de un gato montés (Felis lybica), y se cree que fueron domesticados por primera vez alrededor de hace 7.500 años; los restos más antiguos de gatos se han hallado en Chipre. Se utilizaron como compañeros y mascotas, e históricamente sirvieron para controlar las plagas de ratas y ratones, incluso los egipcios a menudo los momificaban y los colocaban en cámaras de lujo en las pirámides, aparte de tener tres diosas felinas a las cuales adoraban.
“Los gatos se están convirtiendo en el animal doméstico más popular en el mundo occidental, ya que se valora su compañía y su servicio de controlador de roedores en las zonas campesinas rurales”, explica el investigador. Por otro lado, el libro dice que la domesticación de este animal no tiene evidencias de haber sido una actividad planificada por los seres humanos, por lo que se cree que fue el gato silvestre mismo quien colonizó el ambiente modificado, que la gente ofrecía con sus casas y sus aldeas.
Las plantas también se domestican
Al igual que con los animales, la domesticación de plantas cuenta con diferentes etapas. Algunos de estos procesos tienen que ver con la combinación de diferentes especies para sacar lo mejor de varios tipos de ellas.
“Como las plantas no caminan, ni se escapan, ni muerden, ni patean, pareciera que su domesticación se ha basado en un conocimiento del ciclo vital del vegetal y de una selección hacia la acumulación nutricia en las partes comestibles: hojas, tallos, tubérculos, frutos”, dice Yacobaccio.
Cada una de las etapas por las cuales se cuidan y cosechan los vegetales implica un manejo cada vez mayor que se traduce en una creciente inversión de energía en el cuidado, cultivo y finalmente, la domesticación que se da cuando el sistema reproductivo de la planta ha sido sustancialmente alterado mediante la intervención humana sostenida que se han vuelto dependientes de la asistencia de estos para su supervivencia. “Por eso, el término agricultura debe ser reservado sólo para el cultivo de plantas domesticadas, mientras que puede haber cultivo o plantado de plantas silvestres”, aclara.
Este proceso ayudó sustancialmente a las primeras sociedades a poder establecerse y pensar en construir ciudades, ya que no necesitaban moverse detrás del alimento sino que podían comenzar a sembrarlo donde ellos quisieran. “Aunque esto parezca sencillo, llevó miles de años de evolución, aprendizaje y educación”, concluye el investigador.
(CONICET/DICYT)