La cúpula de la Estación Espacial Internacional llegó a su destino a bordo de un transbordador en 2010. Esta habitación con vistas, de fabricación europea, ofrece una panorámica verdaderamente inigualable.
Además de servir de zona de observación y trabajo para la tripulación que maneja los brazos robóticos, ofrece unas magníficas vistas de la Tierra, los objetos celestes y los vehículos que visitan la Estación.
Sin embargo, sus ventanas de sílice fundido y vidrio de borosilicato sufren a veces el impacto de minúsculos objetos artificiales: la basura espacial.
El astronauta de la ESA Tim Peake tomó esta fotografía desde el interior de la cúpula en abril del 2016. Muestra una marca circular de 7 mm provocada por el impacto de un minúsculo residuo, probablemente un resto de pintura o un fragmento de metal con apenas unos pocos micrómetros de diámetro. El fondo negro de la imagen se debe a la oscuridad del espacio.
Como explica Tim: “A menudo me preguntan si la Estación Espacial Internacional sufre impactos de residuos espaciales. Efectivamente: aquí lo vemos en una de las ventanas de la cúpula. ¡Menos mal que tiene cuatro capas de vidrio!”
Para hacer frente a estas eventualidades, la Estación cuenta con un amplio blindaje que abarca todas las áreas vitales para la tripulación y la tecnología, por lo que una colisión menor, como esta, no supone ningún riesgo.
Imagen de la cúpula de la Estación Espacial Internacional- Foto NASA/ESA
No obstante, aunque un pequeño impacto como el de la imagen es inocuo, la basura de mayor tamaño puede llegar a ser un problema. Un objeto de hasta 1 cm de diámetro puede destruir un instrumento o un sistema de vuelo crítico en un satélite, con más de 1 cm es capaz de atravesar el blindaje de los módulos tripulados de la Estación, y cualquier objeto de más de 10 cm podría acabar con un satélite o nave espacial.
“La ESA se encuentra a la vanguardia del desarrollo e implementación de directrices para minimizar la generación de residuos, ya que la mejor forma de evitar problemas con la basura que orbita la Tierra es no generándola”, comenta Holger Krag, director de la Oficina de Desechos Espaciales de la ESA.
“Estas directrices se aplican a todas las nuevas misiones de la ESA, e incluyen la pasivación de los depósitos de combustible y las baterías al finalizar una misión para evitar explosiones, así como métodos para garantizar que los satélites regresen a la atmósfera y se desintegren al cabo de 25 años desde el fin de su vida útil”.