La sana alimentación, la ejercitación de forma regular y una excelente trayectoria escolar, son vistas como acciones muy ajenas entre sí, no obstante al complementarse dan como resultado un proceso de aprendizaje excelente, explicó la directora de la Facultad de Nutrición de la Universidad Veracruzana (UV), Yolanda Romero.

         “Nosotros consideramos lo que señala la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana para la Salud, que un estilo de vida saludable incluye dos cosas: practicar actividad física y hábitos alimentarios sanos. Eso implica llevar un estilo de vida saludable, obviamente hay recomendaciones para cada uno de estos aspectos.”

         La entrevistada añadió que una alimentación sana facilita todos los procesos, incluso el estudiante está menos expuesto a enfermedades y eso implica menos ausencias en su vida estudiantil.

         “Aquel estudiante que lleva un estilo de vida saludable, que se preocupa por su organismo, por su actividad física, por su alimentación, por su consumo de agua, por sus horas de sueño completas, no necesita más, es el ideal.”

 

Ejercicio, por lo menos tres veces a la semana

Subrayó que especialistas en la actividad física aconsejan que se practique de forma prescrita, pues no todos los ejercicios son ideales para todas las personas, y por ende tampoco tienen el mismo efecto.

         “Lo que nosotros recomendamos es que mínimo se ejercite 30 minutos, si no puede diario entonces cada tercer día, en el deporte o actividad que más le guste, como natación, futbol, caminata, lo que sea parte de su personalidad.”

         La actividad física tiene muchos beneficios, sobre todo en la prevención de enfermedades cardiovasculares (como un infarto), y aunque dedicarle tiempo es uno de los grandes pretextos, basta tener motivación y compromiso con el “autocuidado de la salud”.

         “Es compromiso personal, es asunto de conciencia. Si yo sé que 30 minutos de ejercicio cada tercer día beneficia a mi organismo, lo tengo que hacer, en lugar de sentarme media hora a ver la televisión o estar frente a la computadora.”

         Otra recomendación de Yolanda Romero fue dormir ocho horas diarias, a lo que sumó que “el ejercicio físico ayuda a tener un sueño más tranquilo”.

 

Comidas y colaciones, las grandes aliadas

En materia de alimentación, citó que sobre todo los estudiantes de nuevo ingreso cambiarán de rol, pues vienen del nivel educativo medio superior, con esquemas más rígidos y se insertarán en el Modelo Educativo Integral y Flexible de la UV.

         A esto se añade que muchos estudiantes cambiarán de domicilio, pues dejarán de vivir en casa de sus padres o familiares para trasladarse (o acercarse) a la ciudad donde está el campus de la UV que le corresponde.

         “El hecho de llegar a la Universidad, de venir de fuera, de no conocer los lugares donde pueden comer de manera más saludable, y la economía (que también es un factor determinante), son grandes cambios.”

         Ante este escenario, recomendó eliminar el consumo de refrescos (también conocidas como bebidas gaseosas); el de azúcares y sal; incrementar la ingesta de frutas y verduras frescas y de temporada (éstas son económicamente más accesibles), y tomar el agua simple que el cuerpo requiera.

         También sugirió disminuir el consumo de carnes rojas y promover más la ingesta de carnes blancas, sobre todo del pescado, pues éste es una rica fuente de Omega 3 y ayuda a controlar los niveles de colesterol en la sangre, por citar algunos de los beneficios.

         La entrevistada aclaró que no son tres, sino cinco las comidas que un ser humano debe ingerir al día: el desayuno, la comida, la cena y dos colaciones intermedias (también llamadas provisión de comida, itacate, puntalito, entre otras).

         “Para las colaciones recomendamos frutas y ensaladas. Ése es un hábito que no tenemos muy fortalecido, tanto estudiantes como académicos, pero es lo recomendable: dos colaciones al día, una matutina y otra vespertina.”

         Si bien el desayuno y la cena deben ser sustanciosos, y con alto contenido de frutas, hojas verdes y verduras, recomendó que la cena sea más ligera.

         Aunque para muchos las verduras no son muy de su gusto, al no comerlas “se están perdiendo de antioxidantes y vitaminas y minerales”, enfatizó.

 

El hábito del buen comer

La nutrióloga citó que el hábito de una alimentación saludable se forma desde la edad temprana, en preescolar y escolar, “si (el menor) no lo tolera la primera vez, lo dejamos un tiempo y volvemos a la carga, ahora en otra presentación, hasta que el niño se vaya haciendo a la idea de la importancia que tienen las frutas y vegetales en la alimentación diaria”.

         Sobre la llamada comida chatarra o industrializada, dijo que su consumo también es cuestión de hábitos, pues “hemos sido influidos por estilos de vida que no son propios de nuestra cultura, como ejemplo están el hot dog, la hamburguesa, la pizza y todos los productos hipercalóricos que son muy fáciles de encontrar.

         Aclaró que no se trata de dejar de comer estos alimentos, pero sí de no hacerlo en exceso.

         En esta “transculturación” alimenticia se ha dejado de lado el consumo de alimentos propios de esta región, por ello es más fácil y común encontrar y comprar un hot dog, que un taco de ensalada de nopales, pese a las grandes bondades nutritivas que éste ofrece.

         “Yo creo que aquí sí implica trabajar en la orientación alimentaria, porque no se compara el precio que pudiera tener una pizza o un hot dog, que lo que vale una ensalada de nopales.”

         Por ello también habló de la producción de alimentos y aprovechó para invitar a los estudiantes a visitar los tianguis, donde es posible adquirir alimentos sanos, variados y a un costo accesible.

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