La mayoría de los fenómenos cósmicos se producen a lo largo de miles de años, haciendo imposible estudiar su evolución en una escala de tiempo humano. Las supernovas son la gran excepción, ya que estas potentes explosiones hacen que una estrella brille tanto como toda una galaxia durante varios días.
Aunque las explosiones de supernova son muy poco frecuentes – sólo se producen unas pocas cada siglo en una galaxia convencional – se pueden llegar a observar a simple vista si se producen lo suficientemente cerca de nuestro planeta. De hecho, cuando se descubrieron se pensaba que se trataban de nuevas estrellas – ‘nova’ significa ‘nuevo’ en latín.
Los astrónomos empezaron a estudiar las supernovas mucho antes de que se desarrollase una teoría que las relacionase con explosiones estelares, ya entrado el siglo XX. La primera observación de la que se tiene constancia se remonta al año 185 de nuestra era, cuando los astrónomos chinos descubrieron una ‘estrella invitada’ que permaneció visible durante varios meses cerca de las estrellas Alfa y Beta Centauri.
La materia expulsada durante las explosiones de supernova arrastra el polvo y el gas de su entorno, creando pintorescas envolturas gaseosas que permanecen visibles durante mucho tiempo. Los astrónomos piensan que el objeto que se muestra en esta imagen, el remanente de supernova RCW 86, es todo lo que queda de aquella explosión descubierta en el año 185.
Los tonos azules y verdes en los bordes de la burbuja representan las emisiones en rayos X del gas calentado a millones de grados por las ondas de choque generadas por la explosión. El color rojo difuso muestra las emisiones en el infrarrojo del polvo caliente que compone el medio interestelar en el entorno de RCW 86. Los puntos amarillos que salpican la imagen se corresponden con jóvenes estrellas que brillan con intensidad en la banda del infrarrojo.
Esta imagen combina los datos recogidos en la banda de los rayos X por los observatorios espaciales XMM-Newton de la ESA y Chandra de la NASA (representados en azul y en verde) con las observaciones en el infrarrojo de los telescopios espaciales Spitzer y WISE de la NASA (en amarillo y rojo).
El remanente de supernova RCW 86 se encuentra a unos 8.000 años luz de nuestro planeta.