“Estar preocupado es ser inteligente, aunque de un modo pasivo. Solo los tontos carecen de preocupaciones”. Sin entrar a valorar esta cita del poeta y dramaturgo alemán Goethe (1749-1832), un estudio reciente apunta una nueva consecuencia de la presión arterial.
El trabajo, liderado por investigadores de la Universidad de Jaén y la Universidad de Granada, apunta que la predisposición a preocuparse se relaciona con la tensión arterial y la sensibilidad del reflejo barorreceptor, fundamental en la estabilización de la presión sanguínea y ejercido por receptores situados en las arterias aorta y carótida.
Estudios anteriores ya mostraron que cuando esta aumenta o es alta se produce una disminución en la percepción de dolor, las quejas somáticas musculoesqueléticas y la intensidad de las respuestas ante estímulos emocionales negativos.
“Dos mecanismos fisiológicos podrían explicar este efecto inhibitorio de la presión arterial sobre el dolor y las emociones negativas: los opiáceos endógenos y la estimulación del reflejo barorreceptor”, explica a Sinc Gustavo A. Reyes del Paso, autor principal de la nueva investigación y científico de la institución andaluza.
En este trabajo, publicado en la revista Biological Psychology, participaron 57 mujeres –36 con alta preocupación y 21 con baja preocupación– seleccionadas a partir del Penn State Worry Questionnaire, que evalúa la tendencia general a preocuparse.
A partir de ahí, se midió la presión arterial sistólica y diastólica y la sensibilidad del reflejo barorreceptor durante un periodo de reposo, un periodo de preocupación autoinducida y durante la evocación de un reflejo defensivo mediante estimulación auditiva intensa (para generar una reacción emocional negativa).
En contra de lo que se pudiera pensar, los resultados muestran que las participantes de baja preocupación presentan una mayor presión arterial sistólica y diastólica y mayor sensibilidad del reflejo barorreceptor durante el periodo de reposo y el periodo de preocupación que los participantes de alta preocupación.
“Además, durante la evocación del reflejo de defensa, los participantes de baja preocupación incrementaron en mayor grado su presión arterial (sistólica y diastólica) que los participantes de alta preocupación”, añade Reyes.
Tensión arterial ‘protectora’
Estos resultados muestran que el rasgo de baja preocupación se asocia a una presión sanguínea más alta y a una mayor eficacia del reflejo barorreceptor, así como una mayor preocupación se relaciona con una tensión arterial más baja.
Los datos también revelan que los incrementos en la presión arterial durante la estimulación desagradable activan los barorreceptores, los cuales producen un efecto inhibitorio sobre el cerebro que reduce los estados emocionales negativos.
“Este mecanismo de alivio emocional generado por la estimulación del reflejo barorreceptor a partir de los incrementos en tensión arterial podría explicar algunos casos de hipertensión esencial o primaria –surge sin causa conocida–”, concluye el experto. “La persona puede aprender de forma implícita a aumentar su presión sanguínea como modo de aliviar la tensión y el malestar emocional”.
A pesar del efecto ‘protector’ de la presión sanguínea alta sobre la preocupación y los estados emocionales negativos, los autores subrayan que la hipertensión es el principal factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares y, “aunque pueda tener beneficios secundarios, se debe de luchar contra ella”.
Referencia bibliográfica:
Luis Carlos Delgadoa, Jaime Vilab, Gustavo A. Reyes del Paso. “Proneness to worry is negatively associated with blood pressure andbaroreflex sensitivity: Further evidence of the blood pressureemotional dampening hypothesis”. Biological Psychology 96 (2014) 20– 27.