La Unión Internacional Contra el Cáncer (UICC) asegura que en México este padecimiento representa la tercera causa de muerte y se estima que cada año se detectan 128 mil casos nuevos. Los más comunes son los padecimientos de piel, pulmón, mama y colorrectal, que aparecen en cualquier etapa de la vida, aunque afectan sobre todo a personas de la tercera edad.
Ante esta situación, y dado que Veracruz es el tercer estado de la república con mayor población de adultos mayores, investigadores de la Universidad Veracruzana realizan esfuerzos encaminados a la cura de varios tipos de cáncer.
Su objetivo es medir los alcances de la enfermedad, participar en su detección oportuna y prever su impacto en la población veracruzana, aportando conocimientos para que sean incorporados a las estrategias de combate a este padecimiento.
Factores de riesgo para desarrollar cáncer gástrico
Clara Luz Sampieri Ramírez, adscrita al Instituto de Salud Pública (ISP) de esta casa de estudios, desarrolla una línea de investigación relacionada con el cáncer de estómago desde un punto de vista de la salud pública.
Al respecto explicó que en prevención primaria de cáncer de estómago, efectuaron un estudio transversal con 49 pacientes con este padecimiento que eran atendidos en el Instituto Estatal de Oncología (IEO) y 162 donadores del banco de sangre del mismo instituto.
A través de éste detectaron que la omisión del desayuno es un factor fuertemente asociado con el desarrollo de cáncer de estómago. También encontraron evidencias sobre los posibles riesgos que conlleva el consumo de alimentos irritantes y la ingesta de jugos cítricos en ayunas.
Hasta el momento, este reporte de investigación científica es el primero del que se tiene conocimiento en toda América.
En prevención secundaria y terciaria del cáncer de estómago, Sampieri Ramírez indicó que realizaron una investigación con la colaboración de pacientes con cáncer gástrico y gastritis superficial, atendidos igualmente en el IEO, a quienes se les midió los niveles de enzimas denominadas metaloproteasas.
El estudio tuvo la finalidad de evaluar su utilidad como marcadores moleculares de cáncer de estómago. Como parte del mismo ubicaron a cinco posibles candidatos que podrían ser indicativos del efecto de los tratamientos en pacientes con este tipo de cáncer –radioterapia y quimioterapia–. El paso siguiente será continuar con la investigación para conocer su utilidad para el diagnóstico en etapas tempranas.
Cabe mencionar que este reporte científico es el primero que se efectúa en población mexicana.
En actividades docentes, específicamente con la experiencia educativa Biología del Cáncer del Área de Formación de Elección Libre (AFEL), la académica junto con sus estudiantes lleva a cabo una difusión de las recomendaciones para la prevención del cáncer. Refiere que de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) al menos un tercio de todos los casos de cáncer pueden prevenirse.
Recordó que el Fondo Internacional para la Investigación del Cáncer y el Instituto Americano de Investigación del Cáncer hacen las siguientes recomendaciones: ser más exigentes en lo que se come, incrementando el consumo de alimentos de origen vegetal; mantener un peso corporal saludable; evitar el consumo de alcohol y tabaco; ser físicamente activo en la vida diaria.
Enfatizó que el cáncer se puede prevenir adoptando estilos saludables de vida, y que en caso de desarrollarlo puede ser curable si se detecta a tiempo.
Virus de hepatitis asociado a desarrollo de cáncer de hígado
En el mismo ISP, la investigadora Rebeca García Román realiza un trabajo sobre carcinoma hepatocelular (cáncer de hígado) en el que estudia los factores que están asociados a su desarrollo.
Tras hacer investigaciones con modelos murinos (ratas de laboratorio), García Román trasladó su trabajo a seres humanos, no únicamente en quienes mostraban carcinoma hepatocelular, sino también en aquellos que presentaban algunas lesiones asociadas al cáncer de hígado como son cirrosis, esteatosis (acumulación anormal de grasa), fibrosis y hepatitis viral como la B.
En su estudio encontró que alrededor de 121 muestras de personas con este tipo de lesiones y a través de la prueba de hibridación in situ, 60 por ciento de ellas tenían el virus de hepatitis B; sin embargo lamentó que al no mencionarse esto en los boletines epidemiológicos, ocasiona un subregistro por no buscarse qué virus provocó el fallecimiento del paciente.
Señaló que las enfermedades hepáticas como la cirrosis, entre otras, son causantes de un alto índice de mortalidad y Xalapa se encuentra, a nivel municipal, en segundo lugar en este renglón.
Al referirse a los factores de riesgo de cáncer de hígado, la universitaria mencionó que son varios pero en el caso específico de México se han documentado los virus de hepatitis C y después la B, así como el alcoholismo.
Del total de casos analizados detectó que la mayoría del 40 por ciento de pacientes que no tuvieron hepatitis B son mujeres que en su expediente no refieren alcoholismo, y ése es un punto de llamar la atención porque surge la pregunta: Si no consumen alcohol y no tienen el virus de hepatitis B ¿de qué se están enfermando?
Esto la llevó a indagar más a fondo y encontró que en los años ochenta se le llamó esteatosis hepática (hígado graso) o esteatohepatitis (no alcohólica), enfermedad conocida como hígado graso no alcohólico.
Asentó que esta enfermedad se produce en personas que tienen obesidad, síndrome metabólico, resistencia a la insulina o diabetes mellitus tipo 2, lo que incrementa los carbohidratos y grasas en la dieta que hacen que el hígado se llene de ésta, generando enfermedades hepáticas que pueden llegar a causar cirrosis y carcinoma hepatocelular.
Indicó que Veracruz no cuenta con estadísticas que permitan conocer el número de personas con esteatosis relacionada con el consumo de alcohol, mientras que por otra parte sí es alto el índice de diabetes mellitus 2, síndrome metabólico y de resistencia a la insulina, lo que hace sonar las alarmas.
Sobre las recomendaciones, mencionó la importancia de tener una buena alimentación basada en alimentos que contengan antioxidantes, principalmente frutas, verduras, crucíferos (col, rábano, berros, nabo, coliflor, entre otros), evitar el sedentarismo que puede causar que el metabolismo sea disminuido, incrementar la frecuencia de ejercicio y que la población mayor de 16 años acuda a aplicarse la vacuna contra la hepatitis B, ya que la Cartilla Nacional de Vacunación (CNV) sólo registra para menores de 16 años, pero deben acudir todos ya que es importante cubrirla de manera universal.
Cáncer de próstata, con mayor prevalencia en México
En el Centro de Investigaciones Cerebrales (Cice) también se contribuye al enriquecimiento del conocimiento; es ahí en donde la científico María Elena Hernández Aguilar, realiza el estudio de las bases neurales del cáncer de próstata.
Mencionó que ésta es una de las enfermedades con mayor prevalencia en hombres mayores de 60 años. En 2008 se ubicó como la tercera causa de muerte en el país, en donde cada año se suman más de 100 mil personas con el padecimiento; a partir de 2014 se ha colocado como la primera causa de muerte, no sólo en México sino a nivel mundial.
A pesar de que se han hecho esfuerzos por tratar de controlar estas muertes, Hernández Aguilar aceptó que los tratamientos existentes no han sido del todo exitosos. Aunque a la fecha no hay una respuesta concreta al porqué, posiblemente podría estar relacionada a la hormona prolactina.
Debido a lo anterior, dio a conocer que la línea de su investigación está enfocada en evaluar en qué momento esta hormona –que se sabe controla la función normal de la próstata– cambia al grado de promover la generación de las enfermedades prostáticas como la displasia o la neoplasia intraepitelial, al grado que puede ser considerada como un factor de riesgo en el hombre.
Su trabajo se extiende a otro mecanismo de control que involucra al sistema nervioso periférico, que comprende todos los nervios que salen del sistema nervioso central y regulan funciones motoras (músculo esquelético) y autónomas, que son aquellas que no se controlan de manera voluntaria como es el caso de la próstata.
Desde este punto de vista, la función de la próstata está regulada por dos nervios que provienen de los segmentos torácicos conocidos como nervio hipogástrico, y de los segmentos lumbares y sacros emerge el otro nervio que se conoce como nervio pélvico; ambos convergen en el ganglio pélvico, de donde surge la enervación que llega a la próstata y toda el área pélvica.
La investigadora consideró que la degeneración que sufre este sistema conforme el individuo envejece, puede ser uno de los aspectos involucrados en la aparición de las enfermedades prostáticas, lo que confirma el hecho de que la interrupción de la información proveniente de estos dos nervios, que simula la degeneración nerviosa en la vejez, induce alteraciones que son similares a las reportadas por el sistema hormonal.
Con el resultado de sus estudios, María Elena Hernández considera que uno de los mecanismos mediante los que el sistema nervioso periférico promueve la presencia de las enfermedades en la próstata, es impedir las acciones de la testosterona al inducir la caída de sus receptores.
Subrayó que estos resultados muestran que sí existe una interacción entre el sistema nervioso periférico y el hormonal, no sólo es controlar las funciones normales de la próstata, sino también su relación como inductores del cáncer de próstata.
Consumo de tomate ayuda a prevenir cáncer de próstata
En otra investigación que se realiza en el Cice para conocer la participación de los antioxidantes en el cáncer, así como la relación entre estrés y obesidad con el cáncer, Deissy Herrera Covarrubias expuso que han estudiado la fisiopatología del cáncer prostático en un modelo hecho en ratas.
En el laboratorio encontraron que hormonas como la prolactina o la testosterona, al incrementarse en el organismo por tiempo prolongado pueden afectar el epitelio de la próstata y producir cambios malignos como pleomorfismo celular, morfología nuclear anormal, núcleos hipercromáticos, variaciones en la relación núcleo-citoplasma, gran número de mitosis y pérdida de la polaridad, lo que caracteriza a la displasia prostática severa o neoplasia intraepitelial prostática.
Sin embargo, indicó que existen alimentos que son protectores contra las alteraciones de la próstata, como es el caso del licopeno, que es un pigmento vegetal que da el color rojo a los tomates y sandías, entre otros.
El grupo de investigación ha evaluado su efecto benéfico en ratas tratadas con prolactina y/o testosterona, encontrando que el licopeno reduce la proliferación celular y atenúa los cambios morfológicos que acompañan a la displasia.
Además, el licopeno controla el desarrollo de la hiperplasia y displasia severa al detener la proliferación celular, contribuyendo a que sea menos severa, lo que hace suponer que este producto vegetal no sólo puede ser preventivo, sino que puede atenuar los cambios morfológicos que conllevan a displasias prostáticas haciéndola menos agresiva.
No obstante estos hallazgos, Herrera Covarrubias consideró que es necesario realizar más ensayos clínicos a gran escala para estar en posibilidades de evaluar plenamente el valor potencial del licopeno en la prevención, así como su utilización en el tratamiento contra el cáncer, y para conocer también cuál es la dosis óptima y eficaz en los humanos para obtener efectividad.
En aumento cáncer de mama
Para Fausto Rojas Durán, también del Cice, es de suma importancia profundizar en los estudios de cáncer de mama puesto que registros epidemiológicos muestran que va en aumento, junto con la tasa de mortalidad.
Rojas Durán desarrolla la línea de investigación “La neurobiología del cáncer de mama”, que dijo ocupa el primer lugar como causa de muerte por neoplasia maligna en mujeres mayores de 25 años, y es ya un grave problema de salud pública en México, por lo que entender esta patología se hace indispensable.
Dijo que uno de los mecanismos que se están estudiando es el de los micro ARN, que son pequeñas biomoléculas de entre 20 y 25 nucleótidos que están implicados en la patología del cáncer de mama y en muchos otros procesos.
Mencionó que de los más de mil micro ARN que a la fecha se conocen, se sabe que algunos tienen una participación en el desarrollo de cáncer de mama, y es precisamente uno de ellos, el miR-335, el que estudian y han encontrado que cuando lo introducen dentro de la línea de cáncer de mama (proceso conocido como transfección), éste es capaz de disminuir la migración de las células comparando con las que no fueron transfectadas con este miR.
Lo anterior lo comprobaron mediante un experimento sencillo conocido como raspado y cicatrización, que consiste en cultivar las células, transfectarlas, hacer raspado de las células con una punta, y cada determinado tiempo evaluar cómo van migrando las células hacia el interior del espacio que se raspó.
Lo anterior arrojó como resultado que cuando se pierde la expresión de miR-335 en las células MCF-7, éstas son más propensas a invadir y migrar, pero cuando se les introduce este miR tienen el efecto opuesto, por lo que pueden participar en los procesos de invasión y metástasis (migración de las células malignas de su lugar de origen a otros órganos).
Cáncer cervicouterino e ignorancia
En el Instituto de Investigaciones Psicológicas también se llevan a cabo estudios sobre cáncer, como el desarrollado en relación con la prevención del cáncer cervicouterino (Cacu), locus de control y realización del Papanicolaou.
Sobre el particular, la investigadora Yamilet Ehrenzweig Sánchez informó que efectuaron un estudio con el propósito de identificar la relación entre los conocimientos sobre la prevención del Cacu, la realización de la prueba de Papanicolaou en mujeres mexicanas con diferentes niveles de escolaridad y el locus de control.
La investigadora explicó que “locus” significa “lugar” y que el término al que ella alude es un modelo sociocognitivo en el que se establece que cada persona “cree que los resultados obtenidos, en este caso en salud, se deben a sus propios comportamientos”.
Indicó que se estudió una muestra de 208 mujeres de entre 30 y 64 años de edad, y que quienes cuentan con escolaridad media superior y superior conocen más sobre la utilidad de la prueba y cuándo realizarla. En cambio todas las mujeres saben poco de los factores de riesgo del Cacu, incluso aquéllas con educación superior.
Se pudo conocer que quienes cuentan con educación superior se realizaron la primera prueba antes de los 30 años y sólo seis de cada 10 mujeres con escolaridad básica o media superior lo hicieron después de los 30 años.
Ehrenzweig Sánchez señaló que al dividir a las mujeres en dos grupos, según su conocimiento sobre la prevención del Cacu, se encontró que más de la mitad de quienes tienen mayores conocimientos se hicieron la primera prueba antes de los 30 años.
También se dividió a las mujeres en dos grupos, según sus puntajes de locus de control, encontrándose un mayor porcentaje de mujeres que no se habían hecho la prueba o que se la habían realizado después de los 30 años de edad.
Con base en lo anterior, la investigadora consideró importante tomar las medidas necesarias para informar a las mujeres sobre los factores de riesgo del Cacu, y así contrarrestar las falsas creencias al respecto.