Las señales magnéticas que emiten el núcleo, el manto, la corteza, los océanos, la ionosfera y la magnetosfera de la Tierra se van a analizar con un nivel de detalle sin precedentes gracias a la misión Swarm («enjambre», en inglés) de la ESA.

Su lanzamiento se efectuó el viernes 22 de noviembre desde el cosmódromo de Plesetsk, a unos 800 km al nordeste de Moscú (Rusia). Los tres satélites idénticos que componen la misión han viajado a bordo de un cohete Rockot para ponerlos en órbita a 490 km de altitud.

«Swarm está a punto de llenar un vacío en nuestra visión del sistema de la Tierra y en nuestra vigilancia del cambio global», señala Volker Liebig, director de la ESA para la observación de la Tierra. «Nos ayudará a entender mejor el campo que nos protege de las partículas y la radiación procedentes del sol.»

Tras una fase de tres meses de puesta en servicio, dos de las naves orbitarán en paralelo, decayendo desde los 460 km a 300 km a lo largo de cuatro años. La tercera se mantendrá a una altitud de 530 km. Los tres satélites –construidos por Astrium–, tienen 9,1 m de envergadura, incluyendo una pértiga desplegable de 4 m, y miden 1,5 m de ancho.

Juntos registrarán desde el espacio la dinámica del núcleo terrestre, los procesos de la geodinamo y la interacción núcleo-manto. El estudio del escudo magnético de la Tierra permite analizar y modelizar los procesos que tienen lugar en su interior, ayudando a los científicos a comprender mejor la ‘dinamo’ de nuestro planeta, que parece estar ralentizando su actividad.

El magnetismo de la litosfera –la capa sólida superficial terrestre–, la conductividad eléctrica del manto en tres dimensiones y la huella magnética de la circulación de los océanos también serán objeto de estudio de la misión.

La influencia del Sol

Por otra parte, para analizar la influencia del Sol sobre la Tierra, Swarm medirá las corrientes eléctricas en la magnetosfera y en la ionosfera, así como el impacto del viento solar sobre la atmósfera superior.

Los datos de las naves llegarán a la estación de seguimiento de Kiruna (Suecia), pero la misión se controlará desde el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC) que la ESA tiene en Darmstadt (Alemania). Los datos científicos se procesarán, distribuirán y archivarán en el Centro para la Observación de la Tierra (ESRIN) de la ESA en Frascati (Italia).

El misterioso campo magnético terrestre

Aunque no se puedan observar a simple vista, el campo magnético y las corrientes eléctricas en el interior y en el entorno de nuestro planeta generan una serie de fuerzas que tienen un gran impacto en la vida cotidiana. 

El campo magnético es como una enorme burbuja que nos protege de la radiación cósmica y de las partículas cargadas que bombardean la Tierra a través del viento solar. Sin este escudo protector, la atmósfera no existiría como tal, y la vida en el planeta sería prácticamente imposible. 

Aún bajo la protección del campo magnético, las tormentas solares pueden provocar apagones e interrupciones en las comunicaciones, o dañar los satélites artificiales. Una buena muestra de lo que ocurre cuando las partículas cargadas del viento solar chocan con los átomos y con las moléculas de nuestra atmósfera superior son las auroras boreales y australes.

El campo magnético terrestre se encuentra en un estado de continua evolución. El polo norte magnético se desplaza de forma acelerada, y cada pocos cientos de miles de años se invierte la polaridad del campo, lo que provocaría que las brújulas empezasen a apuntar hacia el sur. Además, la intensidad de este campo  también varía constantemente y, según los últimos datos, parece estar debilitándose de forma considerable.

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