La superficie de la Luna parece picada por la viruela en esta imagen tomada por la misión SMART-1 de la ESA. En ella se pueden ver con claridad multitud de cráteres, vestigios de los numerosos impactos que ha sufrido nuestro único satélite natural.
En el centro de la imagen se encuentra el polo norte de la Luna, fotografiado en detalle por la misión europea SMART-1. En esta región hay cráteres de todas las formas y tamaños. El mayor de ellos es Rozhdestvenskiy, encajonado entre los cráteres Hermite, al noreste, y Plaskett, al sudoeste.
La misión SMART-1 estudió la Luna entre los años 2004 y 2006, tomando unas 32.000 imágenes de detalles en su superficie. Para crear una fotografía que cubriese una gran región como ésta, que abarca unos 60°, fue necesario confeccionar un mosaico con cientos de imágenes individuales, lo que no fue nada fácil.
El mayor reto a la hora de crear este mosaico fue lidiar con las distintas condiciones de iluminación de cada instantánea. A pesar de que la cara oculta de la Luna a veces se conozca erróneamente como su “lado oscuro”, lo cierto es que los dos hemisferios experimentan unos periodos de día y noche equivalentes. La cara oculta tiene ‘días’ que duran unas dos semanas terrestres, al igual que la cara visible, y sólo es ‘oscura’ en el sentido de que era totalmente desconocida antes de la llegada de las primeras misiones espaciales.
El movimiento aparente del Sol a través del cielo lunar provoca distintas condiciones de iluminación en su superficie, haciendo que las sombras cambien de tamaño y orientación. Muchas de las imágenes utilizadas para confeccionar este mosaico están iluminadas desde distintos ángulos, tal y como se puede ver si se observa de cerca.
No obstante, el esfuerzo valió la pena. Este mosaico nos ofrece una perspectiva poco habitual de nuestro satélite natural. Los astrónomos utilizan imágenes como ésta para identificar los picos de las regiones polares que están casi siempre iluminados, y las zonas en las profundidades de sus cráteres más grandes que nunca reciben la luz del Sol. Estas regiones en sombra perpetua son de particular interés porque los hielos que albergan en su interior podrían tratarse de agua congelada, y guardar nuevas pistas sobre la historia de nuestro Sistema Solar.