El gigante tecnológico Microsoft lanzará mañana en Nueva York el Windows 8, un sistema operativo rediseñado que supone su máxima renovación desde el Windows 95 y con el que pretenden entrar de lleno en el mundo de las tabletas y recuperar el terreno perdido frente a sus rivales.
El Windows 8 se presentará a nivel mundial en la Gran Manzana, donde se desvelará una nueva interfaz, completamente «reimaginada», según la empresa, en la que cobran más importancia las aplicaciones y en la que a la experiencia de navegación tradicional con teclado o ratón se suma la de un lápiz digital.
Con ello se pretende potenciar un sistema dual, enfocado tanto al ordenador de mesa como a los dispositivos informáticos portátiles, con el fin de plantar cara a los competidores como Apple o Samsung, que ya han desembarcado en el mercado de las tabletas táctiles.
Además, se trata de un sistema operativo que incorpora una conexión permanente con internet, de modo que todos los datos puedan almacenarse automáticamente en la nube y se pueda acceder a ellos desde cualquier dispositivo y lugar del mundo.
Todo esto hace del Windows 8 la renovación más importante acometida por parte de Microsoft en el campo de los sistemas operativos desde el Windows 95, al que siguieron el Windows 98, el 2000, el XP, el Server 2003, el Vista y el 7.
Este sistema operativo, del que ya se mostró un avance el pasado lunes en Shanghái (China), saldrá a la venta el próximo viernes.
El mismo día, Microsoft lanzará su propia tableta, Surface, la cual, sin embargo, no operará con Windows 8, sino con Windows RT, un sistema operativo menos compatible con el software de versiones anteriores de Windows.
Esta tableta presenta frente a sus competidoras varias novedades como puertos USB, un teclado integrado para producir contenidos instantáneamente y una base para que pueda colocarse sobre superficies.
Este lanzamiento ha estado precedido por los comentarios de algunos usuarios que han tenido versiones de prueba, quienes en general han señalado su sorpresa por el cambio total que se refleja en el Windows 8, en el que por ejemplo no figura el tradicional botón «Inicio», lo que requiere un tiempo de adaptación.
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