El 15 de febrero de 2013, astrónomos de todo el mundo dirigieron sus telescopios al asteroide 2012 DA14. El objeto pasó a unos 27.700 kilómetros de la superficie de la Tierra, una distancia incluso menor que la de los satélites geoestacionarios, que orbitan a unos 35,800 kilómetros de la superficie terrestre. Este ha sido el tránsito más cercano de un asteroide desde que se estudian las órbitas de estos objetos y se pudo predecir con tiempo.
La corta distancia de este acercamiento, que hacía que el asteroide se volviera lo suficientemente brillante como para ser estudiado con detalle desde telescopios terrestres, convirtió el paso de 2012 DA14 en una oportunidad única para aprender sobre estos pequeños objetos. Para hacerse una idea, si la Tierra fuera una pelota de tenis y la Luna una canica situada a dos metros de distancia, el asteroide habría pasado a tan solo 14 centímetros de la Tierra.
Un equipo internacional publicó los resultados del trabajo de observación y caracterización de 2012 DA14 en la revista Astronomy and Astrophysics. El principal objetivo de este trabajo ha sido obtener nuevos y valiosos datos para comprender mejor sus propiedades físicas, así como para evaluar los efectos del acercamiento.
De acuerdo con uno de los autores del trabajo, Javier Licandro, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y experto en asteroides: “Las aproximaciones cercanas de los asteroides a la Tierra nos dan una oportunidad única de estudiar estos objetos con gran detalle, lo que es fundamental para entender su composición y su estructura. Si consideramos que estos objetos pueden colisionar con la Tierra, este conocimiento resulta urgente para desarrollar mecanismos que logren desviar o romper los asteroides cercarnos a la Tierra que sean potencialmente peligrosos o para desarrollar estrategias que mitiguen los efectos de su impacto”.
Para observar el paso de 2012 DA14, los astrónomos especializados en el estudio del sistema solar usaron, junto con otros telescopios terrestres de menor tamaño, el Gran Telescopio CANARIAS (GTC) y el Telescopio Nazionale Galileo en el Observatorio del Roque de los Muchachos, en La Palma. Los telescopios miraron hacia el objeto estudiado algunas horas después de su máxima aproximación a la Tierra, cuando se movía a mucha velocidad (6 kilómetros/segundo) y su órbita todavía se encontraba dentro del sistema formado por nuestro planeta y la Luna.
“Estos meteoritos son químicamente primitivos: están constituidos por silicatos y compuestos de carbono, y se originan en asteroides que no han sufrido los procesos de diferenciación y fusión que sí experimentan los grandes asteoroides. En estos otros objetos, los materiales se compactan porque tienen más gravedad, calentándose y, por tanto, transformándose. Así, los materiales pesados que componen el asteroide se quedan en el núcleo y los livianos suben en la superficie”, explica Licandro.
El proceso de transformación que viven los asteroides de mayor tamaño provoca que su composición de minerales sea muy diferente a la que tenían cuando se formó el objeto principal. Sin embargo, con el asteroide estudiado pasa lo contrario: los minerales se encuentran en un estado similar a cuando se originó, por lo que dan una información clave sobre cómo eran los materiales con los que se constituyó el sistema solar.
El equipo investigador también encontró que el asteroide tiene un tamaño menor de lo estimado previamente. El objeto tiene unos 20 metros de diámetro y presenta una forma alargada e irregular con unas proporciones aproximadas de 40x12x12 metros. También han encontrado indicios sobre los efectos de la interacción gravitatoria del asteroide con la Tierra: durante la aproximación, 2012 DA14 habría acelerado su periodo rotacional de 9, 8 horas a 8,95 horas.
La historia de 2012 DA14
2012 DA14 fue descubierto más de un año antes de su acercamiento a la Tierra, el 22 de febrero de 2012, y fue en La Sagra (La Sagra Sky Survey –LSSS), un observatorio robotizado ubicado en la sierra de Granada, donde se observó por primera vez.
“Los asteroides son las porciones de materia que no se incorporaron a ninguno de los planetas del Sistema Solar, son los ladrillos que sobrevivieron a la formación de los planetas”, describió el investigador del IAC, y refirió que estos se aglutinan especialmente en el llamado cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter.