Manuel Martínez Morales
El peso del mundo
suele recaer
en los más frágiles
Así son ellos blanco del miedo
la duda
la desesperanza
y en ocasiones llegan a maldecir
la Idea o el Sueño Maravilloso
que los expuso
a las llamas del infierno.
Pero ellos se resignan
no se quiebran
y cuando por una desgracia recurrente
se les corta y mutila
estas cañas humanas
saben que sus cuerpos mechados
por la traición
devendrán al fin multitud de flautas
que los pastores llevarán a sus bocas
para captar
y transmitir hasta las estrellas
la sinfonía de la resistencia.
- Laabi
Mané no puede contener las lágrimas (tal vez se cuenta entre los frágiles seres sobre quienes parece recaer el peso del mundo) cuando se entera de que, lentamente, estamos siendo envenenados por las grandes corporaciones, movidas sólo por el afán de lucro, el progreso dicen eufemísticamente. Su tristeza proviene sobre todo de saber que la depredación causada por la operación de estas grandes empresas privadas se fundamenta en la aplicación de procesos y artefactos tecnológicos producto del conocimiento científico. Estado de ánimo acentuado por la constatación de que la mayoría de los científicos, sin el menor asomo de crítica, contribuyen –directa o indirectamente- al desarrollo de la ciencia y la tecnología orientado hacia esos fines destructivos. El saber científico al servicio del poder económico.
Por ejemplo, hace unos días el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) aprobó las semillas de algodón y soya transgénicas de Monsanto resistentes al herbicida Dicamba, altamente tóxico. Unas semanas antes –señala la investigadora Silvia Ribeiro- las autoridades agrícolas de ese país habían aprobado la siembra de soya y maíz transgénicos resistentes al herbicida supertóxico 2-4 d de Dow Agrosciences. Simultáneamente, la EPA, agencia supuestamente de protección ambiental, autorizó a esa empresa la venta de Enlist-Duo, un agresivo tóxico mezcla de 2-4 d y glifosato. Estas decisiones se tomaron contra miles de cartas de activistas, agricultores y científicos, con evidencia de impactos graves contra la salud, el ambiente y los agricultores.
Dicamba y 2-4 d pertenecen a la misma clase de tóxicos, que se han vinculado al surgimiento de diferentes formas de cáncer, enfermedades del sistema inmune, problemas neurológicos y reproductivos, disrupción endócrina. Aparte de la exposición directa de trabajadores, distribuidores, etcétera, los residuos que dejan en alimentos expanden los efectos a los consumidores.
En campo tienen alta capacidad de dispersión, hay casos comprobados donde la deriva de fumigaciones ha terminado con cultivos de hortalizas y frutas en campos vecinos (incluso hasta de maíz y frijol). Esta es una de las razones por las que muchos agricultores se oponen a la aprobación de estas semillas transgénicas que aumentarán su uso. La propia USDA, estima que con la aprobación de maíz y soya resistentes al 2-4 d, el uso del tóxico crecerá entre 500 y mil 400 por ciento en los próximos 9 años.
Luego de dos décadas de siembra de semillas resistentes al glifosato, han surgido gran cantidad de malezas resistentes. La táctica empresarial ante ello es vender herbicidas más tóxicos. Aunque la agricultura con químicos es anterior a los transgénicos, antes tenían que aplicar menor cantidad para no matar su propio cultivo. Con los transgénicos, las dosis se multiplicaron enormemente, lo que provocó el surgimiento de supermalezas.
Esto no le preocupa demasiado a las empresas dueñas de todos los cultivos transgénicos sembrados en el mundo (Monsanto, Syngenta, Dow, DuPont, Bayer y Basf), ya que también son las mayores productoras globales de agrotóxicos. Juntas controlan casi 80 por ciento del mercado global y su mayor negocio es que haya que usar más agrotóxicos.
El modelo transgénico es un desastre que además no funciona: los cultivos son peores que los que ya existían y los impactos en salud, ambiente y dependencia son cada vez más graves. Sólo se mantiene por la dependencia que crearon las multinacionales y gobiernos en los agricultores (con contratos y/o programas); y con los millones que gastan en propaganda y corrompiendo a quien se deje. (Silvia Ribeiro: Monsanto y Dow: ¡a comer veneno!; http://www.jornada.unam.mx/2015/01/24/opinion/023a1eco)
En este hermoso contexto, Monsanto acaba de instalar un centro de investigación sobre maíz en Tlajomulco, Jalisco. Cebado en años de contratos con diversos centros universitarios y de investigación públicos (U. de Guadalajara, Cinvestav, Inifap…) que le proporcionaron, por migajas, el germoplasma y/o conocimiento local del centro de origen del grano, ahora Monsanto quiere que trabajen directo para ellos. Granos podridos hay en todos los campos, pero las raíces del maíz son muy profundas y se entretejen en todas las resistencias. Contrario a lo que quieren vender las empresas, cada vez hay más gente y hasta países enteros, contra los transgénicos y sus tóxicos. Todo esto con la alegre participación de científicos mexicanos, a cambio de subsidios para sus investigaciones, migajas ya se dijo.
Pero Mané se niega a perder toda esperanza y trata de autoconvencerse que el conocimiento, abordado desde otra perspectiva, es un instrumento de concientización y liberación. Un caso concreto es el proyecto Ciencia Forense Ciudadana, fundado por las familias los jóvenes estudiantes desaparecidos en Iguala, quienes cansados de esperar las investigaciones oficiales, decidieron emprender solos la búsqueda.
Hace un par de semanas, estos ciudadanos con el apoyo de algunos expertos iniciaron el registro de los desparecidos. La base de datos incluirá ADN, con el cual se cotejarán las diversas investigaciones abiertas en todo el territorio. El proyecto está avalado por un servidor en el extranjero. Además, investigadores mexicanos, auspiciados por la Universidad de Durham en Inglaterra, costearán, de inicio, mil 500 pruebas de ADN.
Ernesto Schwartz, quien es uno de los responsables del proyecto, asegura que esta alternativa puede ahorrar 40 años, “porque aquí ni acaban las desapariciones, ni acaba la búsqueda y muchas veces es muy difícil saber con quién colaborar en el campo”.
Al respecto, el doctor Schwartz explica: “en este país existen estudios criminalísticos, pero no están distribuidos de manera equitativa, no están homologados, no son transparentes y no tienen a los ciudadanos al centro, queremos cambiarlo”, agrega el doctor.
Aunque el gobierno federal creó un Registro Nacional de Personas Desaparecidas, actualmente se encuentra inactivo, a pesar de que se cuenta con alrededor de 26 mil muestras de ADN.
Ante el empleo faccioso e interesado del conocimiento por parte del gobierno mexicano, quien a toda costa trata de cerrar el caso para eludir la responsabilidad que le corresponde, Ciencia Forense Ciudadana opone el uso de la ciencia para esclarecer los hechos. El primer paso de Ciencia Forense Ciudadana será generar un registro ciudadano en línea que sirva como referencia para la identificación de los extraviados.
Por tanto, medita el ingenuo Mané, nos hace falta trabajar en pos de una ciencia con pertinencia social, que aporte conocimiento para la solución de los graves problemas que nuestra sociedad hoy enfrenta. Le viene a la mente la triste situación de la mayoría de niños y jóvenes mexicanos que viven en condiciones de alta marginalidad –en zonas urbanas y rurales-, y donde el único mundo que conocen es el de la pequeña área del barrio o comunidad donde crecen. Niños y jóvenes sin alternativas para la vida, para quienes la ciencia, el conocimiento en general, les es algo ajeno y sin sentido.
¿Si se acerca a estos niños y jóvenes a la ciencia, qué les aportará? ¿Podría alejarlos de la tentación de las drogas? ¿Acaso les proveería de modelos para buscar alternativas a su modo de vida presente?
Soy el hijo de este siglo lastimoso
el niño que creció
Las preguntas que me incendiaban
la lengua
quemaron mis alas
Aprendí a caminar
luego desaprendí
Me fastidiaron los oasis
y los camellos ávidos de ruinas
Situado en el medio del camino
la cabeza vuelta hacia el oriente
espero la caravana de los locos.
Por lo pronto ya existen firmes iniciativas para cultivar la ciencia con pertinencia social y contribuir a la formación de una conciencia ciudadana: Ciencia Forense Ciudadana, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, entre otras. Pero para que la cuña apriete ha de ser del mismo palo, concluye Mané: habrá que echarle montón al asunto, organizarse.
No bastan dos manos para escribir
En los tiempos actuales
en que las miserias gruñen
harían falta tres o cuatro
para que la vida se digne visitar
este terrible desierto blanco.
¡No te arrugues cuero viejo, qué te quiero pa’ tambor!