La primera pieza del rompecabezas que se presenta a Mané es el recuerdo de aquella pareja de edad madura que viajaba en el autobús urbano en el asiento delante del que él ocupaba, con vestimenta y zapatos gastados, mostrando en sus rostros el cansancio producido por una jornada de trabajo. Ambos reían alegremente mientras compartían el pan dulce -recién comprado sin duda- que extraían de una pequeña bolsa de papel, y se hacían inocentes bromas entre sí. Inmersos en una vida seguramente plena de carencias, en ese momento los envolvía una felicidad tal vez pasajera, pero envidiable.

            Esa pieza embona con otras dos, que tan sólo son imágenes anónimas: un joven israelí besando a una chica palestina por encima del muro que posiblemente marca alguna frontera entre territorio israelí y la llamada Franja de Gaza, una minúscula muestra de amor en medio de la guerra; la otra fotografía muestra a dos jóvenes, casi niños, trabajadores de la limpia pública, viajando en la parte trasera del camión lleno de desperdicios y recostados ahí besándose con alegre pasión en medio de la inmundicia.

            Estas tres piezas parecen formar una pequeña esquina del cuadro, habrá que ver como embonan con el resto de piezas que forman este rompecabezas que no se sabe que imagen, que enigma, encierra.

            Las siguientes piezas examinadas por Mané muestran sólo cifras numéricas en un fondo negro, son las que se desprenden del plan maestro instrumentado por quienes gobiernan México para entregar la nación y sus bienes al capital transnacional. Cifras opacas a la opinión pública, contenidas en el Programa Nacional de Infraestructura 2014-2018 –presentado en el mes de abril pasado- en el que se presentan cuantiosas inversiones privadas: un ambicioso plan de infraestructura por 7.7 billones de pesos (1 billón de pesos= 1 millón de millones de pesos) para 743 proyectos por desarrollarse en comunicaciones y transportes; desarrollo urbano, territorial y agrario; hidráulicos, de salud y turismo, y de energía en sus sectores eléctrico y petrolero. Pero el ajuste de estas piezas se condicionaba a otras que aparecerían un poco después: las leyes complementarias en materia de telecomunicaciones y energía.

            En el fondo oscuro destaca la mención de que la mayor parte de la inversión –y por tanto las ganancias- corresponden al sector privado, a empresas transnacionales, ¡ah! pero en caso de que éstas no se animen el gobierno puede financiarlas, ya con donación de terrenos, exención de impuestos  o en última instancia poniendo a su disposición los fondos de ahorros para vivienda, o para pensiones de los trabajadores.

            Este rompecabezas debe armarse en el espacio y el tiempo, pues si bien a la inmensa mayoría de los mexicanos           nos preocupa como obtener el pan nuestro de cada día, los señores del dinero se mueven en horizontes temporales diferentes. Por ejemplo, la constructora de origen español OHL ha conseguido millonarios contratos de obra carretera y ya incursiona en el sector energético, específicamente con Pemex Refinación y la CFE. Así que para embonar esta pieza del rompecabezas hay que tomar en cuenta que a OHL le fue asignada en 2003 la construcción del Circuito Interior Mexiquense, con una inversión de 22 mil millones de pesos y permanecerá bajo su operación hasta 2051.

            OHL también operará el Aeropuerto de Toluca hasta 2055, y la llamada Supervía Poetas, en el Distrito Federal, hasta 2043, año fijado también como límite para mantener la operación de la Autopista Urbana Norte.

            Mané se pregunta que clase de lógica habrá que seguir para armar este rompecabezas del que forman parte las piezas del amor, que de alguna manera se combinan con las del saqueo y la devastación neoliberales con sus secuelas de hambre, despojo y terror.

            Entonces nuestro personaje recuerda que dispone de un antiguo manual para armar este rompecabezas, manual del que poco hacemos caso pues parecía no servir para gran cosa. (7 piezas sueltas del rompecabezas mundial, Subcomandante Marcos)

El manual propone como premisa inicial el reconocimiento de que el mundo entero vive inmerso en una guerra permanente que se extiende hasta el último rincón del planeta, nos guste o no, una guerra que no sólo se traduce en enfrentamientos militares –aunque los incluye- sino que abarca sobre todo los ámbitos de la economía, la política y la cultura. Pero, principalmente, la globalización moderna, el neoliberalismo como sistema mundial, debe entenderse como una nueva guerra de conquista de territorios.

Pues el rey supremo del capital, el financiero, ha desarrollado su estrategia guerrera sobre el nuevo mundo y sobre lo que quedaba en pie del viejo. De la mano de la revolución tecnológica que ponía al mundo entero, por medio de una computadora, en sus escritorios y a su arbitrio, los mercados financieros impusieron sus leyes y preceptos a todo el planeta. La ‘»mundialización'» de la nueva guerra no es más que la mundialización de las lógicas de los mercados financieros. De rectores de la economía, los Estados Nacionales (y sus gobernantes) pasaron a ser regidos, más bien teledirigidos, por el fundamento del poder financiero: el libre cambio comercial.  

En consecuencia, una de las primeras bajas de esta nueva guerra es el mercado nacional. Como una bala disparada dentro de un cuarto blindado, la guerra iniciada por el neoliberalismo rebota de uno a otro lado y hiere a quien la disparó. Una de las bases fundamentales del poder del Estado capitalista moderno, el mercado nacional, es liquidado por el cañonazo de la nueva era de la economía financiera global. El capitalismo internacional cobra algunas de sus víctimas caducando los capitalismos nacionales y adelgazando, hasta la inanición, los poderes públicos. El golpe ha sido tan brutal y definitivo que los Estados nacionales no disponen de la fuerza necesaria para oponerse a la acción de los mercados internacionales que transgrede los intereses de ciudadanos y gobiernos.

Países enteros se convierten en departamentos de la megaempresa neoliberal. El neoliberalismo opera así la destrucción/despoblamiento por un lado, y la reconstrucción/reordenamiento por el otro, de regiones y de naciones para abrir nuevos mercados y modernizar los existentes.

Si las bombas nucleares tenían un carácter disuasivo, intimidatorio y coercitivo, actualmente no ocurre lo mismo con las hiperbombas financieras. Estas armas sirven para atacar territorios (Estados Nacionales) destruyendo las bases materiales de su soberanía nacional (obstáculo ético, jurídico, político, cultural histórico contra la globalización económica) y produciendo un despoblamiento cualitativo en sus territorios. Este despoblamiento consiste en prescindir de todos aquellos que son inútiles para la nueva economía de mercado (por ejemplo los indígenas).

Pero, además, los centros financieros operan, simultáneamente, una reconstrucción de los Estados Nacionales y los reordenan según la nueva lógica del mercado mundial (los modelos económicos desarrollados se imponen sobre relaciones sociales débiles o inexistentes).

Esta estrategia, en el terreno rural, por ejemplo, presenta este efecto. La modernización rural, que exigen los mercados financieros, trata de incrementar la productividad agrícola, pero lo que consigue es destruir las relaciones sociales y económicas tradicionales. Resultado: éxodo masivo del campo a las ciudades o la migración de unos países a otros Sí, como en una guerra.

Así que no sorprenden los múltiples conflictos por el uso y destino de sus tierras alrededor de los intereses de gobiernos y empresas.  La explotación de recursos naturales (petróleo y minería) y el turismo son las principales industrias que amenazan los territorios indígenas en América. Detrás de los proyectos de inversión vienen la contaminación, la prostitución y las drogas. Es decir, se complementan destrucción/despoblamiento y reconstrucción/reordenamiento de la zona.

En esta nueva guerra mundial, la política moderna como organizadora del Estado Nacional no existe más. Ahora la política es sólo un organizador económico y los políticos son modernos administradores de empresas. Los nuevos dueños del mundo no son gobierno, no necesitan serlo. Los gobiernos ‘»nacionales'» se encargan de administrar los negocios en las diferentes regiones del  mundo.

En este cuadro que ahora parece emerger con claridad en el rompecabezas, se nota que la vida cotidiana, como la de las parejas amorosas que dan muestras de su afecto, aún en medio de la brutalidad y el horror, forman parte del cuadro general delineado por la guerra mundial impuesta por el neoliberalismo, y a la vez que de alguna manera se enlazan con el horror y la brutalidad de esta guerra, en medio de la batalla son todavía asideros para no sucumbir a la barbarie.

Con un mínimo de esperanza, Mané, para no escuchar el estruendo del derrumbe que se produce a su alrededor  se refugia como siempre en la música, y se abandona a las notas de “The way you look tonight”, interpretada al piano por Bebo Valdés.

 

(Para escucharse mientras se arma el rompecabezas:

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