Ancestros del chipo no eran “chupasangre”

Foto del aparato bucal de Panstrongylus geniculatus. / IVIC


Cuando aparecieron en la Tierra hace aproximadamente 200 millones de años atrás, los antepasados de los chipos no se alimentaban de la sangre de sus víctimas como sucede en la actualidad. Al contrario: cazaban a sus presas -insectos iguales a ellos, las atrapaban con sus patas delanteras y se las comían, succionando los líquidos de su interior.

El salto evolutivo de la entomofagia a la hematofagia fue posible gracias a un conjunto de transformaciones morfológicas, fisiológicas y conductuales heredadas y modificadas por los ancestros depredadores no “chupasangre” de los triatominos modernos, descendientes directos de miembros del orden Hemiptera, suborden Heteroptera y familia Reduviidae.

Un compendio bastante exhaustivo y analítico de los resultados obtenidos por diversos expertos del mundo sobre la filogenia de estos artrópodos y de cómo adquirieron el hábito de succionar fluidos corporales, fue publicado recientemente por el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y la Universidad de Los Andes (ULA) de Mérida en la Revista Chilena de Historia Natural, de acceso abierto en Internet.

El texto está disponible en inglés y español. “Son muy escasos los artículos de revisión sobre triatominos en castellano, a pesar de que la enfermedad de Chagas es endémica de Latinoamérica, así que es un valor agregado”, informó el autor principal del estudio y jefe del Laboratorio de Ecología Sensorial, adscrito al Centro Multidisciplinario de Ciencias del IVIC, Fernando Otálora-Luna.

Terminología más realista
Pasar de cazadores activos a “chupasangre” pasivos requirió aptaciones, es decir, procesos de adaptación (formados para su función actual) y de exaptación (creados para un uso distinto del que poseen ahora o sin uso alguno). Por ejemplo, las plumas de las aves son consideradas adaptaciones para protegerse del aislamiento y pérdida de calor, mientras que para vuelo, depredación, mimetismo y selección de pareja son exaptaciones.

“Nuestra cultura científica subyace sobre las bases de una ideología kantiana, positivista, progresista y desarrollista, donde toda forma ‘debe’ tener una ‘función’ que mejora con el tiempo, justamente el origen de la obsesión capitalista por la infinita optimización de los procesos productivos. El punto débil de esta suposición es que los recursos de este desarrollo infinito son finitos”, dijo.

La teoría del naturalista inglés Charles Darwin sugiere que la evolución transcurre a través de modificaciones que progresan para mejorar la función del organismo y lo hace cada vez más complejo; en otras palabras, enfatiza en las adaptaciones excluyendo a las exaptaciones. Un crítico de esta visión, Stephen Jay Gould, propone que la vida no avanza hacia la “complejidad” sino hacia la “diversidad”.

“Darwin escribió su obra en plena revolución industrial, influenciado por los mismos preceptos que sostiene hoy el capitalismo. El adaptacionismo en muchos casos puede resultar ridículo, pensemos entonces que las orejas son una adaptación para utilizar aretes y la nariz es una adaptación para sostener Las gafas”, expresó Elis Aldana, coautor del trabajo y jefe del Laboratorio de Entomología Herman Lent de la ULA. Aldana insiste en usar la terminología de Gould en sus artículos, al margen de los vocablos comunes que recurren exclusivamente a “adaptación”.

Maniobra tras maniobra
Visto así, los chipos sufrieron constantes aptaciones hasta convertirse en lo que son: maestros de la extracción de sangre. Alteraron el aparato bucal de sus parientes lejanos redúvidos, haciéndolo más largo, recto y capaz de perforar en busca de vasos sanguíneos.

Para esquivar las reacciones defensivas de sus víctimas, desarrollaron una saliva menos venenosa (con bajas concentraciones de proteasas), reduciendo el dolor de la picadura. “La saliva de los triatominos contiene antihemostáticos, proteínas analgésicas y otras pequeñas moléculas que inhiben la coagulación de la sangre, facilitan la penetración de la piel y neutralizan la respuesta inflamatoria”, sostienen los autores del texto.

La alta carga proteica de la sangre consumida fue otro desafío para los chipos. Para asimilarla, conservaron algunas características digestivas de sus ancestros depredadores redúvidos, de quienes heredaron una mezcla especial de proteínas para la descomposición de las células sanguíneas (lisis).

Como la sangre no tiene todos los elementos nutricionales que necesitan los chipos, estos aprendieron a vivir simbióticamente con microorganismos mutualistas productores de vitamina B (tiamina, ácido pantoténico y fólico, piridoxina y biotina).

Incluso las patas delanteras experimentaron transformaciones con respecto a las de sus predecesores, las cuales eran usualmente largas y provistas de órganos adhesivos a la tibia (foseta esponjosa). En los chipos, estos últimos se han diversificado y, en algunos casos, desaparecido.

Habilidad innata
Según el informe del IVIC y la ULA, esta cadena de eventos evolutivos contribuyó al cambio de comportamiento de los chipos. No obstante, el clímax llegó con el contacto precoz de sus antecesores redúvidos con vertebrados hace 65 millones de años, posterior a la extinción de los dinosaurios.

Después de ese momento, posiblemente ocurrió una expansión de variadas formas de vida, que atrajo a los redúvidos depredadores. Con propósitos meramente exploratorios, comenzaron a punzar y penetrar la piel de los vertebrados indefensos recién nacidos, pero el primer paso había sido dado.

“La estrecha y prolongada asociación con mamíferos nidícolas y pájaros resultó en la especialización de alimentarse directamente y eficientemente de los vertebrados per se, minimizando el tiempo dedicado a encontrar comida”, asegura el artículo.

Conocidos en otros países como vinchuca, pito, barbeiro, chinche y kissing bug, casi todos los chipos son hematófagos y viven en asociación con ciertos vertebrados, de cuya sangre se nutren para subsistir.

“Los triatominos, en contraste con otros insectos hematófagos como los mosquitos o las moscas tse-tsé, ocupan la morada del hospedador y se alimentan de él durante la noche mientras duerme. En otras palabras, son insectos hematófagos de nido-vivienda”, señala la publicación.

Problema local
Las 144 especies de chipos descritas en la literatura tienen la potencialidad de transferir el parásito Trypanosoma cruzi al torrente sanguíneo del ser humano, mediante la colocación de sus desechos fecales sobre la piel. De acuerdo con la investigación del IVIC y la ULA, en América se concentran casi todas las especies, África carece de focos endémicos, Asia posee unas pocas y en Europa no hay rastros.

Es frecuente hallarlos en lugares frescos y oscuros como las palmas, nidos, madrigueras, guaridas subterráneas, grietas de la corteza de los árboles, plantas de la familia de las bromeliáceas, cuevas y viviendas. De allí que los hospedadores usuales de los triatominos sean los pájaros, perezas, reptiles y marsupiales de diferentes, clases así como los conejos, conejillos de indias, roedores, armadillos y murciélagos.

“El siguiente cambio importante conductual de interés para los humanos, debido a las implicaciones epidemiológicas en la transmisión de T. cruzi, es la adaptación de estos insectos a lo que antropocéntricamente llamamos ‘hábitat humano”, dice el estudio.

En el trabajo también se plantea una discusión sobre el origen filogenético de los chipos, ofreciéndole al lector bibliografía pertinente acerca del estatus de las tres hipótesis sugeridas. “Hasta la fecha, no está claro si la subfamilia Triatominae descendió de un ancestro único (monofilético), más de un ancestro (polifilético) o si el grupo incluye al ancestro común pero no a todos los descendientes (parafilético)”.

(MCTI/DICYT)

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