
En tanto, ya no sé si soy el hidalgo delirante de La Mancha, un sueño en la confundida mente de Cervantes, después de la batalla de Lepanto en que perdí una mano, y ahora se levanta como miembro fantasma, empuñando mi lanza invencible, acompañado siempre del fiel Sancho, enfocando ahora nuestro ataque sobre los terribles monstruos de las tecnologías de la información y la comunicación