En Banco Chinchorro, un falso atolón en las costas de Quintana Roo que ha sido una trampa para las embarcaciones desde hace más de 400 años, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realizaron el registro, liberación y toma de muestras de algunos naufragios, entre ellos del sitio “40 Cañones”, quizá el más famoso, localizado al norte de esta barrera arrecifal.
Desde un ancla aislada, hasta amplias áreas donde se dispersan los restos de navíos y sus cargamentos, en esta reserva de la biosfera, la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH ha registrado 69 sitios culturales que yacen bajo las aguas caribeñas y son la mansión de corales, esponjas, caracoles rosados, langostas, medusas, anémonas, erizos y rayas.
En junio pasado, un equipo de la SAS se trasladó de nuevo al sitio “40 Cañones” para continuar con la investigación de los vestigios sumergidos. En el lugar se hallan 36 piezas de artillería, cargamento que al parecer provenía de una fragata que varó en este lugar en la segunda mitad del siglo XVIII, explicó la arqueóloga Laura Carrillo, responsable de este proyecto de investigación.
La especialista de la SAS informó que en este punto también se localizan un ancla, fragmentos de botijas, municiones de mosquete y tubos metálicos concrecionados, dispersos a lo largo de 38 m y 24 m de ancho, sobre un eje este-oeste.
A una profundidad máxima de 6 metros que les permite bucear hasta dos horas continuas, los expertos buscan y recogen pistas que en algún momento puedan ayudar a conocer más de la arquitectura del buque y precisar su procedencia, probablemente española o inglesa.
Los arqueólogos subacuáticos pudieron liberar los restos que quedan de la estructura del casco: de la quilla y sobrequilla, también se hallan tablones longitudinales y otros transversales que corresponderían a las cuadernas que daban soporte al navío. Las dos secciones de madera miden 5 m por 2 m, y 7 m por 4 m.
“Otros restos importantes de la estructura de madera de la embarcación están bajo una capa de lastre bastante gruesa, aproximadamente de 1.5 metros, y sobre ella hay cañones. Se trata de una sección en la que se complican las labores de liberación, porque ya es hábitat de corales y otras especies protegidas”, anotó Laura Carrillo.
No obstante, el geólogo Óscar Hugo Garduño Monroy ha recolectado muestras del lastre (peso al fondo de la embarcación para darle estabilidad) para su análisis y conocer su procedencia mediante comparaciones con muestras que se hallan en bases de datos de Europa.
Laura Carrillo dijo que la intención es “ir buscando pistas en diferentes lugares a través de los objetos; recientemente ubicamos dos marcas con las letras E y F en los muñones de algunas piezas de artillería”.
Asimismo, historiadores indagan en archivos de México, Guatemala, Cuba e Inglaterra para dar sentido a este rompecabezas. “Aun así es difícil y no podríamos garantizar que vamos a identificar el pecio, desafortunadamente desde el accidente de este navío y hasta nuestros días, han sido extraídos artefactos que nos hubieran servido como referentes”.
La conservación de los restos materiales es otra de las prioridades del proyecto del INAH en Banco Chinchorro, por ejemplo, se toman medidas de corrosión de los 36 cañones de este sitio y con base en ello se estima la velocidad de su proceso de deterioro. Carrillo apuntó que los estudios —realizados por el biólogo Pedro López e investigadores de la Universidad Autónoma de Campeche— sugieren que las piezas tienden a corroerse de manera lenta, estable.
También se efectúan estudios para saber si los organismos biológicos que colonizan la superficie de los vestigios arqueológicos, afectan a los mismos.
En reciente temporada de campo se continuó el monitoreo fotográfico de pecios que volcados como elefantes metálicos asoman del espejo de agua, se trata de seis cargueros y un remolcador que datan del siglo XX, entre ellos Tropic, Casell, Hubba y Emily.
En un par de estos pecios los procesos de deterioro son acelerados porque tienen buena parte de su cuerpo a la intemperie, y dos huracanes, apuntó Laura Carrillo, han azotado esta zona desde 2006.
Los trabajos de la expedición, realizada del 5 al 17 de junio, contemplaron además análisis de corrosión en el sitio de “Caldera” que corresponde a un vapor de fines del siglo XIX o inicios del XX, así como “Ladrillos”, un pecio de la centuria pasada, del que se conservan la quilla, la sobrequilla y unos tablones del forro del casco, de éste también se tomaron muestras de las arcillas y de la madera.
Bajo las aguas de Banco Chinchorro yacen también naufragios de lo que se tiene referencia por fuentes históricas, pero que siguen sin ser identificados por los arqueólogos subacuáticos, uno de ellos es “Tetis”, una fragata española del siglo XVIII, o bien, sitios a los que únicamente saben llegar los pescadores de Mahahual y Xcalak, quienes son parte fundamental en este trabajo de registro arqueológico.
Chinchorro forma parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano, la barrera de arrecifes más grande de México que corre paralelo al litoral caribeño de nuestro país, Belice, Guatemala y Honduras; además contiene una muestra y síntesis de más de cuatro siglos de historia marítima en América.