Esta es la primera salida del Sol desde el pasado mes de mayo en la estación de investigación Concordia, uno de los lugares más aislados del planeta. La foto fue tomada el 10 de agosto por Antonio Litterio, uno de los tripulantes que vive en la estación durante todo el invierno antártico.
En invierno, la estación Concordia queda prácticamente sumida en una oscuridad absoluta, con una temperatura media de -51°C y con mínimas de hasta -85°C. El Sol desaparece a principios de mayo, y no se le vuelve a ver hasta finales de agosto.
El mensaje de Litterio al Sol en el blog de Concordia, de la Agencia Espacial Europea (ESA), describe este emotivo momento con una prosa propia de las más apasionadas cartas de amor: «Son las 11:10 de la mañana del 10 de agosto de 2013, y los cielos del este son claros y radiantes. Estoy rodeado de luz difusa, de color azul cielo delante de mí, azul oscuro detrás. Todavía no hay rastro de ti pero esta ansiosa espera está a punto de llegar a su fin».
Litterio continúa: «Poco a poco, en la nieve, veo tus primeros signos (…). Veo la luz propagarse. Según se me acerca, se amplía como un gran abrazo; miro hacia arriba y allí estás, en un resplandor de luz. Estoy increíblemente feliz. Me pierdo por un momento: solo tengo ojos para ti, me sumerjo en ti y te reflejas en mis ojos hasta iluminar el infinito».
«Mi corazón salta y murmuro «Bienvenido de nuevo». Antes de hoy, nunca podría haber imaginado lo poderoso que eres en la mente y el corazón de alguien que ha sido privado de ti durante tanto tiempo. Noventa días después de nuestro último adiós, aquí estás una vez más en todo tu esplendor».
Además de ofrecer unos nueve meses de aislamiento total, Concordia se encuentra a unos 3.200 metros de altitud, por lo que el equipo tiene que adaptarse a la hipoxia hipobárica crónica para vivir con un tercio menos de oxígeno que en el nivel del mar.
El programa franco-italiano de investigación en la estación Concordia abarca varios proyectos de glaciología, biología humana y ciencias de la atmósfera. La ESA utiliza esta base antártica para preparar las futuras misiones tripuladas de larga duración, para explorar el espacio más allá de la órbita terrestre. Es un lugar ideal para estudiar la dinámica de pequeños grupos multiculturales, aislados durante meses en un entorno extremo y hostil.