Cuatro pinturas murales del siglo XVIII, que permanecieron ocultas durante 50 años en el claustro alto de los Naranjos del Museo Nacional de Virreinato (MNV), recibieron un tratamiento de estabilización por parte de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), por lo que ya pueden ser admiradas por los visitantes del recinto.
Las tres representaciones de la Virgen María con el Niño y una de La Dolorosa pintadas al óleo, estaban bajo capas de papel, pintura y tela que recubrían los aposentos de los novicios, en el Ex Colegio Jesuita de Tepotzotlán, en el Estado de México, hoy sede del museo, que este año llega a su 50 aniversario.
Xochipilli Rossell, restauradora del MNV, informó que los murales (cuyas medidas son de 80 cm por 90 cm) ya habían sido localizados en la década de los años 60 del siglo pasado por otro equipo de restauradores, quienes los velaron (cubrieron) para protegerlos y evitar daños durante el montaje de la exposición El Galeón de Manila.
Las obras, dijo, comenzaron a aparecer en junio de 2012, con el inicio de los trabajos de remodelación de esa área, aunque precisó: más que un hallazgo fue un redescubrimiento, porque los murales fueron registrados por el equipo que intervino el edificio en 1964 para su adaptación como museo.
“La primera pintura que se encontró fue la de La Virgen María con el Niño de la Sala 4, donde actualmente se exhiben las colecciones de taraceas y enconchados. Su estado de conservación es estable, la capa pictórica cuenta con buena adherencia, aunque con algunos faltantes y manchas”, puntualizó la restauradora.
La especialista abundó que, una vez desveladas las pinturas, se realizó una propuesta de intervención para estabilizarlas, la cual estuvo a cargo de la restauradora Mariana Lemus, de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO), y de Gonzalo J. Fructuoso, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC).
Xochipilli Rossell detalló que la estabilización de las obras consistió en el desvelado de cada una de las obras, fijado de escamas, ribete, resane de faltantes de aplanado y limpieza físico-química del material aplicado para el velado.
Rossell puntualizó que La Dolorosa fue la única obra que requirió intervención mayor por parte de los especialistas de la CNCPC, a la cual le reintegraron el color, pues la idea es que el público pueda hacer una lectura completa de la imagen, “que perciba el trabajo de restauración y lo compare con las otras tres pinturas, que sólo fueron estabilizadas para su exhibición”.
Apuntó que se decidió no realizar una intervención mayor, porque se tiene planeado efectuar estudios históricos posteriores, así como evaluar si necesitan una restauración mayor. “Como museo nos parece muy importante dar a conocer al público que las obras no llegan intactas, y que por muchas razones a lo largo de su historia pueden sufrir transformaciones o deterioros dependiendo de su historicidad”.
La experta agregó que, además de las cuatro obras encontradas en las salas restauradas (una en cada aposento), existen otras dos en el ala sur del claustro, que serán desveladas en una segunda fase de recuperación a realizarse en un corto plazo.
La historiadora del arte, Verónica Zaragoza, consideró fundamental que a las otras tres pinturas murales no se les haya reintegrado el color, porque antes se tiene que hacer un estudio histórico detallado, debido a que se sabe muy poco de ellas. “Sólo podemos decir que fueron pintadas en el siglo XVIII, porque en ese periodo fue construido el claustro de los Naranjos”.
Sin embargo, cuando se observa a detalle las pinturas se ve una intervención posterior: “Una hipótesis que manejamos, y que se tiene que documentar, es que en la última estancia de los jesuitas, a finales del siglo XIX y principios del XX, el padre Gonzalo Carrasco, rector de este colegio, pudo haber intervenido las obras, porque estudió pintura en la Academia de San Carlos de Bellas Artes y realizó varias obras para la Compañía de Jesús, tal vez por algún deterioro quiso hacer unos ajustes, es lo que suponemos, pero hay que investigar”, indicó Zaragoza.
La experta señaló que, una vez que fueron redescubiertos los murales, se modificó la museografía, porque por su importancia histórica debían formar parte de la curaduría. “El museo no es sólo las colecciones, sino también el edificio, y tenemos claro que estas obras forman parte del museo de sitio, de su historia, y exhibirlas es una forma más de conocer quiénes habitaron el Ex Colegio Noviciado de Tepotzotlán.
Por último, Verónica Zaragoza comentó que los jesuitas tenían una gran devoción por las advocaciones marianas, la cual venía desde su fundador Ignacio de Loyola, “por eso estaban pintadas en las celdas de los novicios. La Virgen María era una figura materna a la que podían acercarse en momentos difíciles durante esta primera etapa de formación”.