Cincuenta kilómetros al norte de Mazatlán, Sinaloa, cerca de la playa donde está el conjunto de rocas con más de 600 petrograbados, conocido como Las Labradas, investigadores mexicanos descubrieron un sitio arqueológico de la época Arcaica, donde hallaron 60 puntas de proyectil, cuya antigüedad se estima entre 2500-1000 a.C., es decir, fueron hechas hace más de 4,000 años.
Se trata del sitio con presencia humana más antiguo que se ha localizado en Sinaloa, cuyos objetos encontrados son de gran relevancia para la arqueología mexicana, porque “cambiarán las cronologías sobre la antigüedad de ocupaciones del hombre en el noroccidente del país”, informó el arqueólogo Joel Santos Ramírez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).
Los vestigios en dicho lugar —que los investigadores han denominado como La Flor del Océano— son anteriores al inicio de la agricultura y al uso de la cerámica en diversas regiones del continente americano, además forman parte de una tecnología rudimentaria que se ha registrado en el suroeste de Estados Unidos y en sitios tempranos de Mesoamérica, como Tehuacán, en Puebla; y en el desierto de Sonora, Durango y Coahuila.
Joel Santos Ramírez, director del proyecto de investigación Las Labradas, indicó que como parte de la investigación desarrollada desde 2009 para determinar dónde vivió la gente que hizo los petrograbados, a la fecha se han registrado 22 lugares cercanos al conjunto rocoso con evidencias de presencia humana, de los cuales, entre 2010 y 2012 se estudiaron cuatro: La Flor del Océano, La Puntilla, Lomas del mar y Arroyo La Lomita.
Abundó que es en La Flor del Océano —ubicado en lo que fue la desembocadura del arroyo Chicayota— donde se encontraron las 60 puntas de proyectil (20 completas y 40 fragmentadas), que representan las evidencias más antiguas de presencia humana en la región.
Hasta antes de estos descubrimientos, en el noroccidente mexicano solo se habían encontrado herramientas del periodo Arcaico Medio, particularmente en el norte de Nayarit, en un sitio excavado por el arqueólogo Joseph Mountjoy en 1972, quien los dató para el año 2000 a.C.
“Nosotros aún debemos esperar el resultado de los fechamientos de carbón que se halló asociado a las puntas para corroborar la antigüedad de la industria lítica encontrada en La Flor del Océano”, anotó Santos Ramírez, quien ha desarrollado la investigación con el arqueólogo Fernando Orduña, ambos adscritos al Centro INAH-Sinaloa.
Joel Santos informó que además de las puntas de proyectil también se encontró gran cantidad de artefactos líticos como cuchillos, fragmentos de herramientas de piedra, así como núcleos, raspadores y percutores, lascas y otros desechos de talla. De acuerdo con la distribución en que se hallaron tales materiales, los arqueólogos infieren “la existencia de campamentos temporales y posiblemente un taller de manufactura lítica, donde los hombres antiguos elaboraban las puntas de proyectil”.
Las puntas fueron trabajadas en rocas de riolita y andesita de origen volcánico, son de distintos tamaños, bifaciales (de doble cara) y la mayoría tiene forma de hoja (foliáceas), explicó el arqueólogo.
Joel Santos dijo que el periodo Arcaico —dividido en tres grandes etapas: Temprano, Medio y Tardío— ha sido estudiado, principalmente, a partir de puntas de proyectil encontradas en superficie, en abrigos rocosos o en cuevas, así como en el desierto; pero “en estratos de tierra, en excavaciones arqueológicas, es muy raro que aparezcan, es como encontrar una aguja en un pajar, ahora descubrimos suficiente material para afirmar que las herramientas arcaicas en La Flor del Océano son significativas”.
Además de los vestigios del Arcaico Medio, Santos Ramírez y su equipo descubrieron en La Flor del Océano vestigios prehispánicos de la época Aztatlán (750-1250 d.C.), consistentes en restos de objetos de cerámica y un entierro múltiple de cinco individuos: dos adultos masculinos, dos jóvenes (una mujer y un hombre) y un infante al parecer femenino. Todos a excepción del menor tienen mutilación dentaria en forma de “V” y dos de ellos deformación craneal, prácticas culturales que fueron comunes entre los pueblos prehispánicos de Sinaloa.
En el entierro no se encontraron ofrendas asociadas pero por la ubicación donde estaba, en una parte del suelo ligeramente elevada, se infiere que tuvo una importancia cultural significativa. Los cinco individuos fueron enterrados en un solo espacio de 2 por 3 metros, distinto a las costumbres comunes de la región que consisten en colocar al fallecido de manera individual y dentro de ollas.
Por las características físicas y espaciales del entierro, Joel Santos propone que se trata de un entierro colectivo realizado por una cultura local prehispánica, ubicada cronológicamente en el horizonte Aztatlán del occidente y norte de México, que corresponde a los años 750 al 1250 d.C., contemporánea al Posclásico mesoamericano, a la que denominó Chicayota por su cercanía al arroyo de ese nombre.
Entre la cerámica descubierta, Joel Santos destacó una pieza parcialmente completa, decorada con círculos concéntricos que es uno de los elementos simbólicos presente en los petrograbados de Las Labradas, que son los que lo condujeron a La Flor del Océano y a los otros 21 sitios registrados.
Sin embargo, aún es difícil relacionar a los grabados rupestres de Las Labradas con los asentamientos que se están investigando y con la cultura Chicayota o con los pobladores más antiguos de Sinaloa, porque hay que demostrar científicamente esa relación.
“Es evidente que quienes realizaron los petrograbados debieron vivir cerca de Las Labradas; es muy posible que la mayoría de grabados corresponda a la fase Aztatlán Tardía, pero por el tipo de técnicas que hemos identificado en las rocas, la tradición debió comenzar antes; sin embargo, la falta de excavaciones de lugares asociados con los petrograbados no permite asegurarlo. Falta excavar y encontrar más evidencias que ayuden a comprobar con materiales lo que pensamos: que la tradición de los petrograbados de Las Labradas comenzó en la época Arcaica.”
Otro sitio excavado entre 2010 y 2012 fue La Puntilla, ubicada frente a La Flor del Océano, en torno a un estuario; ahí se encontraron evidencias arqueológicas del periodo y Aztatlán (750 a 1250 d.C.), principalmente cerámica.
En Lomas del Mar se descubrió cerámica y desechos de concha también del periodo Aztatlán; en tanto que en Arroyo La Lomita, ubicado a 3 kilómetros de los sitios arriba mencionados, tierra adentro, se descubrió cerámica en superficie asociada a petrograbados cuya antigüedad aún no ha sido definida. Las excavaciones continuarán durante todo diciembre.
Joel Santos resaltó que estos son los primeros conocimientos que se tienen de la región sur-central de Sinaloa, un área muy extensa (100 kilómetros entre costa y tierra) que abarca del río Presidio, en Mazatlán, hasta el río Elota, en el municipio del mismo nombre, la cual nunca había sido estudiada.
Finalmente, Joel Santos reiteró que “se han hecho muchos estudios sobre petrograbados a nivel nacional, pero generalmente abarcan aspectos del arte y la técnica, dejando en el olvido que hay asentamientos humanos antiguos que podrían aportar muchos conocimientos; Las Labradas es uno de los primeros sitios que ofrece la posibilidad de relacionar un área de grabados rupestres con asentamientos humanos”.